MORID CANTANDO
Secos arbustos, bajo cielo arado
de cirros que sorprenden a la altura
y que, en reseco suelo, en la bajura,
sentís vivo tormento a vuestro lado.
Pedid al cielo, siempre fiel aliado,
que derrame una gota con ternura
y, a vuestros pies, tan verde la hermosura
crecerá entre un suspiro enamorado.
Aunque hayáis de morir, morid cantando
y la muerte hará vida el dulce canto.
La noche oscura os hallará brillando
y un mar de estrellas, servirá de manto
si la muerte os encuentra suspirando
de tanto amor, de haber amado tanto.
Luis Madrigal
Arriba, fotografía de Chad Dittmar