EL VERSO. ESTROFAS EN RIMA
CONSONANTE
Luis MADRIGAL
Analizaré,
no todas, porque esto se haría excesivamente largo, pero sí las estrofas de
rima consonante más singulares, con especial atención a tres de ellas: La Lira, la
Décima
y el Soneto. A estas tres estrofas dedicaré una entrada especial, bien una sóla común a las tres, bien una para cada una de ellas, porque son muchas las cuestiones que me gustaría exponer. Comenzaré no
obstante por las estrofas de menor número de versos hasta las de mayor número.
EL PAREADO
Es la
estrofa de menor número de versos, que se reducen, como su nombre indica a dos,
a un par.
Naturalmente ambos han de rimar en consonante, ya sean de la misma
medida, o bien ésta sea distinta. Esta estrofa ha sido muy
empleada por los poetas franceses, pero no menos por los españoles. He aquí dos
sublimes ejemplos. En primer lugar, estos dos seguidos de José Zorrilla, para formar en total cuatro versos:
Son las tres de la
tarde, julio, Castilla.
El sol no alumbra,
que arde; ciega, no brilla:
La luz es una llama
que abrasa el cielo:
ni una brisa una
rama mueve en el suelo…
O este
otro, que constituye más propiamente un pareado, al constar estrictamente de
dos versos, de Antonio Machado:
El sol va
declinando. De la ciudad lejana
nos llega un
armonioso tañido de campana.
Todos los
pareados anteriores, son de Arte mayor, al ser todos ellos de más de nueve
sílabas. Dodecasílabos, los de Zorrilla, y alejandrinos los de Machado. Sin
embargo, también pueden ser de Arte menor, en cuyo caso se llaman aleluyas,
siempre que tengan la misma medida, porque también pueden ser de distinta
medida:
So el olivar
que las ramas hace
temblar.
Este
último pareado, de distinta medida en los versos, constituye también, como ya
dije, un ejemplo de pie quebrado, aunque a la
inversa, al dar continuidad a un verso corto (pentasílabo,
con el apócope “so”,
por “sobre”,
el primer verso), seguido de un decasílabo, en ambos casos por ser palabra tónicamente
aguda, las respectivas finales de uno y otro versos).
EL TERCETO
Es una
estrofa, no sólo de tres versos, sino de tres versos que han de rimar, el primero
con el tercero, quedando el segundo libre. Por
ello, no toda composición de tres versos es un terceto.
Y esto, en mi humilde opinión, es muy importante, sobre todo en lo que se
refiere al Soneto, cuyas dos estrofas finales, de las cuatro que, a su vez, lo
integran, han de ser verdaderos tercetos, en lugar, algunas, o ya muchas veces,
en que no lo son. Serán estrofas de tres versos, pero no podrán ser tercetos y,
si no pueden serlo, tampoco la composición mayor, en la que se integran, podrá
ser un verdadero Soneto, toda vez que este ha de constar de dos cuartetos y de
dos tercetos. Ya sé, que, con el tiempo, en el Soneto, se acostumbró a
que los “tercetos” fuesen rimados según criterio y gusto del poeta. Y que
grandes poetas los han compuesto así. Yo, que no soy ni mucho menos ningún gran
poeta, ni tal vez tan siquiera pequeño, también he compuesto algunos, muy pocos,
de este modo, por la razón ya indicada. No pueden ser verdaderos sonetos. Y
ello, aunque se “encadenen” (también a mi juicio de una manera falsa), porque el terceto encadenado
tiene también sus propias normas preceptivas para
poder serlo, como seguidamente vamos a comprobar. De esta cuestión,
trataré también, más extensamente, cuando analice el Soneto, como tal, a lo que,
como acabo de decir, proyecto dedicar una entrada especial, en unión de la Lira
y la Décima.
En cuanto a la rima del Terceto, esto no lo digo yo, sino que lo hace
Fernando de Herrera:
De aquel error en
que viví engañado
salgo a la pura
luz, y me levanto
tal vez del peso
que sufrí cansado.
Y, con
Fernando de Herrera, tantos otros grandes poetas. En realidad todos lo que
siguen a Garcilaso, y vuelvo a referirme en
particular a los tercetos que integran el Soneto.
Característica singular a destacar es la de que, en este tipo de
poemas, la última estrofa suele tener cuatro versos.
EL TERCETO ENCADENADO
Es
exactamente igual al anterior, con la particularidad de que, lógicamente, se
requieren dos tercetos, como mínimo, a fin de que sea
posible encadenarlos. Y en este sentido, la diferencia con el Terceto
ordinario -en el que el segundo verso queda suelto- es la de que, en el
encadenado, este segundo verso ha de rimar con
el cuarto, sexto, y así
sucesiva y alternativamente de los tercetos siguientes. Ya sean estos
solamente dos, como en el Soneto, o una cadena o serie de ellos, como en La Divina Comedia,
íntegramente escrita en tercetos encadenados. Como esta inmortal obra de Dante Alighieri, está escrita en italiano, comprobaremos la teoría en los siguientes de La “Epistola Moral a
Fabio” -que tampoco es
cualquier cosa- del español Andrés Fernández de Andrada, nacido en Sevilla y muerto
en Méjico, en la más absoluta miseria, pero tras haber escrito tan inmortal
obra:
Fabio, las esperanzas cortesanas
prisiones son do el
ambicioso muere
y donde al más
activo nacen canas.
Y el que no las
limare o las rompiere
ni el nombre de
varón ha merecido
ni subir al honor
que pretendiere.
El ánimo plebeyo y
abatido
elija, en sus
intentos tenebroso.
Primero estar suspenso
que caído.
Pero,
volviendo al Terceto encadenado, es este es el tipo de terceto,
cuyos dos finales integran el Soneto garcilasiano. Los demás, aunque los hayan
firmado grandes poetas, con el mayor respeto debo decir que no son objeto de mi
consideración personal. Me refiero a los sonetos que concluyen con tal tipo de
tercetos, no a los tercetos, en sí mismos, puesto que aquéllos no lo son en
realidad. Es mi opinión, naturalmente, no faltaba más.
ESTROFAS DE CUATRO VERSOS:
Las que
creo fundamentales, se reducen a cinco: El Cuarteto,
la Redondilla, el Serventesio, la Cuarteta y el Tetrástofo monorrimo.
EL CUARTETO
Está
formado por cuatro versos endecasílabos que riman el primero
con el cuarto y el segundo con el tercero.
Sirva este de “Al
túmulo de Felipe II”, de Fray Luis de León:
Aquí yacen de
Carlos los despojos;
la parte principal subióse
al cielo.
Con ella fue el
valor; quedó en el suelo
miedo en el
corazón, llanto en los ojos.
LA REDONDILLA
Es un cuarteto de Arte menor, casi siempre en octosílabos. El ejemplo del también inmortal
poeta jocoso Baltasar de Alcázar:
En Jaén, donde resido,
vive don Lope de
Sosa,
y direte, Inés, la
cosa
más brava de él que
has oído
EL SERVENTESIO
Es una
estrofa de cuatro versos que riman alternados: Primero
con tercero y segundo con cuarto. Valle Inclán nos ofrece el siguiente:
Yo iba perdido por la
selva oscura,
sólo oía el quebrar
de mi cadena
y vi encenderse con
medrosa albura,
en la selva, una
luz de ánima en pena.
LA CUARTETA
Es un serventesio de Arte menor.
EL TETRÁSTOFO MONORRIMO
Es una
estrofa arcaica, que ya expuse al tratar de los versos alejandrinos, puesto que tal
estrofa consta de cuatro de ellos, de cuatro
alejandrinos con una única rima de todos
los versos entre sí. Si, en aquella ocasión, propuse como ejemplo el de Gonzalo
de Berceo, ahora lo haré con un pasaje del Libro de Alexandre, del que se dice inauguró la
cuaderna vía. Uno y otro responden al verso del Mester de Clerecía:
El mes era de mayo
un tiempo glorioso
cuando facen las
aves un solaz deleitoso
son vestidos los
prados de vestido fremoso
suspiros da la
dueña, la que non ha esposo.
ESTROFAS DE CINCO VERSOS:
Considero
que las típicas son tres: El Quinteto,
la Quintilla y la Lira. Dado que a esta última me referiré
en otra entrada especial, junto a la Décima y al Soneto, trataré ahora tan sólo
de las dos primeras.
EL QUINTETO
Está
compuesto por cinco versos de la misma medida y de Arte
mayor que, generalmente, riman alternados, como casi sucede en este de Alarcón:
Nobles hermanas, a
la par gentiles
discretas a la par
y candorosas
que el dulce
encanto de los veinte abriles
mostráis en faz y
gracia juveniles
como pareja de
entreabiertas rosas.
LA QUINTILLA
Se
compone de cinco versos octosílabos rimados al
arbitrio del poeta. Por tanto, pueden ofrecerse
distintos modelos de rima. En esta de José Zorrilla,
riman entre sí los versos primero, tercero y
quinto, es decir los impares, mientras los pares,
segundo y cuarto componen riman distinta:
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé, entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
“Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él”.
También esta otra, de diferente rima
y de tema ligero y jocoso:
Me levanto de mi silla
porque quiero demostrar
que el hacer una quintilla
es la cosa más sencilla
que se pueda imaginar.
Como puede verse, en ella la rima es
diferente entre los versos. Y por último, una tercera más seria o solemne, y de
la misma rima anterior, de las célebres de Nicolás
Fernández de Moratín:
Madrid, castillo
famoso
que al rey moro
alivia el miedo
arde en fiestas en
su coso
por ser el natal
dichoso
de Alimenón de Toledo.
Estrofas
de SEIS VERSOS, o sextinas, puede haber muchas, pero sólo una
adquirió con el tiempo fama universal, la ESTROFA
MANRIQUEÑA, así llamada por haberla usado Jorge
Manrique en su mejor composición: Las “Coplas a la muerte de mi padre”. Su estructura de rima, es compleja, pero no
artificiosa, al igual que la medida de sus seis versos. Consta de cuatro versos octosílabos (el primero,
segundo, cuarto y quinto) y de dos tetrasílabos (tercero y
sexto), rimando el primero con el cuarto; el segundo con el quinto, y el tercero con el sexto. La primera y tan conocida
estrofa de las “Coplas”, es esta:
Recuerde el alma
dormida
avive el seso y
despierte
contemplando
cómo se pasa la vida
y cómo viene la muerte
tan callando…
Estrofas
de OCHO VERSOS, u octavas.
Entre las cuatro más típicas, debe destacarse la Octava real, la Octava italiana,
la Octavilla
y la Copla de
Arte mayor.
La OCTAVA REAL, u octava española,
es una combinación de ocho versos de Arte mayor que
riman en consonante, el primero, tercero y quinto; el segundo, cuarto
y sexto, y los dos
últimos forman un pareado. Es el canto propio de nuestros poemas épicos,
entre ellos, al otro lado del Mar, el único cantar de gesta de los pueblos
hispánicos en lengua castellana, “La Araucana”, compuesta íntegramente en Octavas
reales, por el español Alonso de Ercilla y Zúñiga.
Es una forma cuya característica fundamental es la de amplificar y disolver los
pensamientos y conceptos, que se van arrastrando por su conformación métrica.
Ningún ejemplo mejor que esta Octava real de la propia Araucana:
Eran pasadas ya
tres horas, cuando
los dos campeones
de valor iguales
en la creciente
furia declinando,
dieron muestra y
señal de ser mortales:
que las últimas
fuerzas apurando
sin poderse vencer
quedaron tales
que ya en ninguna
parte se movían
y más muertos que
vivos parecían.
La OCTAVA ITALIANA
Lógicamente,
también consta de ocho versos. Es una estrofa de muy difícil composición, en
versos todos ellos de Arte mayor, porque los versos segundo y tercero
han de rimar en consonante, del mismo modo también (aunque la
consonancia sea de distinta rima) que los versos sexto y séptimo,
pero lo fundamental es que los versos cuarto y octavo
rimen entre sí en asonante y en agudo. El primero y el quinto
suelen quedar libres. Es estrofa que posee un vuelo épico y sus versos,
si se observa la cadencia, suenan a redoble de tambor. Puede verse tal efecto
en este ejemplo de Espronceda:
Y furioso, veloz
remolino,
y en aérea y
fantástica danza
que la mente del
hombre no alcanza
en su rápido curso
a seguir,
los espectros su
ronda empezaron
cual en círculos
raudos el viento
remolinos de polvo
sediento
y hojas secas agita
sin fin.
La OCTAVILLA
Obedece
a la misma combinación de la Octava italiana, con versos de Arte menor.
Por ejemplo, éstas dos, más bien desenfadadas y bucólicas o pastoriles, de Nicolás Fernández de Moratín:
I
Hoy mi Dorisa
se va a la aldea
pues se recrea
viendo trillar,
sígola aprisa:
cuangos placeres
Mantua tuvieres
voy a olvidar.
II
Que ya no quiero
más dignidades
las vanidades
me quitó Amor,
ni fama espero
ni espero gloria
sólo me agrada
ser labrador.
La COPLA DE ARTE MAYOR
Como es
lógico, puesto que estoy tratando de la rima en consonante, se trata de
una estrofa también de ocho versos que cultivaron los poetas
cultos con anterioridad al Renacimiento. Sus versos riman, primero, cuarto,
quinto y octavo. El segundo y el
tercero, forman un pareado, al igual
que el sexto y el séptimo. Los versos suelen ser dodecasílabos, la mayoría de las
veces. El ejemplo, de este tipo de estrofa, es del poeta castellano medieval Alfonso Álvarez de Villasandino (1340-50 a 1424), recogido en el Cancionero de Baena:
Que ya non
alcanzo e solo e día evito
doled vos de mí
señor Condestable
doled vos de mí que
non se que fable
atanto me siento de
todo bien quito;
Doled vos de mí que
vivo maldito
en tribulación,
pobre, sin dinero;
doled vos de mí que
ya desespero
teniendo que ando aquí
por precito.
Facsimil del Cancionero de Baena