jueves, 27 de mayo de 2010

LOS MISTERIOS NO SE EXPLICAN



QUÉ TARDE PUDE ENCONTRARTE

Si de tus ojos, la luz 
que de ellos huye, para vestir mi sombra,
pudiera un sólo rayo iluminarme
y de tus labios el agua cristaliba
pudiera fresca mitigar mi sed;
si, cuando miro tu imagen.
muda y congelada,
pudiera oír una palabra,
entonces  -si así fuera-
enterraría la duda de mi existir sin vida
y un nuevo horizonte se abriría,
sobre el cansancio y el hastío,
sobre la naúsea y el vómito,
para arrastrar el músculo dormido
e inyectar en mis venas la propia sangre
que ayer ardía, como el hierro en la fragua...
No lo sabía, ni lo sabías, pero aquel torrente de vigorosa energía,
te esperaba y, cuando al fin pude encontrarte sobre las nubes,
ya se había convertido en llanto...
Abajo, la tarde ya caía, entre las sombras de la noche
y, aunque de lejos,
escuchaban ya mis oídos
el fúnebre doblar de una campana.


Luis Madrigal