ETERNAMENTE INMUTABLES
Por fin, huye
ya el frío. Se irá hacia el Polo Norte, donde habita junto a blancos bloques de
hielo. Tal vez -¡Dios lo quiera!- deba regresar en el verano, para aliviar el
sofocante calor. Así es la vida. Viene y va. Progresa y regresa. Avanza y
retrocede. Una y otra vez se repite e imita a sí misma, sin advertir que
quienes hemos de vivirla carecemos de memoria vital, o ésta se hace tan borrosa
que siempre nos engaña. De este modo, también siempre nos sorprende, casi sin
avisar. Se presenta a nuestra vista, a nuestros sentidos corporales, como si
nunca hubiese sido ella así, del modo que encontramos sorprendentemente nuevo y
extraño. Como si nunca hubiese tenido la misma consistencia, la misma estampa
que divisamos, que oímos, que sufrimos en nuestra carne y a veces en nuestro
espíritu. Sin embargo, aunque nos parezca distinta, siempre es la misma,
siempre es igual. Somos nosotros mismos, quienes pretendiendo ser distintos y
variables, somos eternamente inmutables… Y desde siempre condenados a tener que
vivirla.
Luis Madrigal