MORÍA
UN ÁRBOL AL CAER LA TARDE
Caía de un balcón la
clavellina
a la que el rubio sol
roja teñía
para posarse en la
mirada fría
de un árbol que
expiraba en la colina.
No era un robusto
roble, ni una encina,
ni un esbelto ciprés,
el que moría.
Era un árbol muy
débil… Sonreía
a la tarde, de luz ya
mortecina.
Bajo tan secas ramas,
su cimiento,
postrado sin vigor
bajo aquel suelo
buscaba en su recuerdo
polvoriento,
olvidando su suerte,
sin consuelo
ni una brizna de amor,
ni un solo aliento…
Mas veía, con fe,
arriba el cielo.
Luis Madrigal