ANTE LA DESAPARICIÓN DEL CAPITÁN ESCARLATA
Si no de un modo brusco, sí inesperado, El Capitán Escarlata, un héroe de Flandes, ha desaparecido misteriosamente, dejando a su hueste dentro de la mayor inquietud y también sincera preocupación por su paradero y destino. Parece ser que la primera noticia acerca de su desaparición fue proporcionada por Marga Fuentes, desde Madrid, e inmediatamente, Alicia María Abatilli, desde la Argentina, diseñó el símbolo de solidaridad y reclamo del regreso del Capitán. Yo mismo, que soy un insignificante personaje en las gloriosas aventuras y en la vida del Capitán Escarlata, colgué también, de modo inmediato, ese símbolo en la columna lateral de mi humilde Blog. Y allí pienso dejarlo hasta que el Capitán aparezca, vivo o gloriosamente muerto, porque los más nobles soldados nunca pueden morir de cualquier manera , sino peleando gallardamente, con las armas en la mano. El Capitán Escarlata ha sido bueno y generoso conmigo. En cierta ocasión, debido a mi osadía e impertinencia, estuvimos a punto de provocar un duelo, al que él me retó, al modo más sublime de los antiguos caballeros. Después, su generosidad y nobleza, y en cierto modo también mi tolerancia, evitaron el tener que batirnos. Y, desde entonces, el Capitán, se convirtió en mi amigo y aliado frente a tantas injusticias y desmanes como hoy -y siempre- asolan al mundo. Ya dijo, a viva voz, en el Paseo de la Castellana de Madrid, el Papa Juan Pablo II -aquel místico pero indomable polaco, que venía de la guerra y de luchar contra la tiranía- que “la presencia del mal en el mundo, es una realidad…”. Pero que, “cuando luchamos contra el mal, nos convertimos en co-Redentores con Cristo”. Nada menos que eso. Por ello, yo me había propuesto unir mis armas con las del Capitán Escarlata, para ir por esos mundos reparando entuertos, redimiendo cautivos, evitando injusticias. En suma, prodigando, como los viejos caballeros andantes -como el propio Don Quijote- el pan y la ternura. El pan, para los cuerpos frágiles; la tolerancia y el amor de la palabra, para las almas que sufren, rodeadas del dolor o de la amargura. Tenía esos proyectos, en los que el Capitán era pieza básica, porque yo, pobre de mí, tan sólo soy Alférez, eso sí de nuestra Gloriosa Infantería Española, heredera de aquellos Tercios de Flandes y de Italia.. Humilde y sólo Alférez, pero como Rodrigo Díaz de Vivar, que asimismo tan sólo fue Alférez. El Capitán Escarlata, me hubiese brindado valerosa y eficazmente su apoyo artillero en esta lucha contra toda clase de males. Pero, sin duda por mi culpa, he llegado tarde, y ahora he de esforzarme al máximo en la tarea de intentar recuperar al Capitán. En nada podemos, no es justo ni posible, violentar su libre voluntad, sino respetarla íntegramente. Sus causas o motivos tendrá. En realidad, yo se muy bien, de fuentes habitualmente muy bien informadas, porque me lo ha dicho ese pajarito que nunca se equivoca (en realidad, indirectamente, han sido dos “pajaritas”, de entre tantas como le quieren), que el Capitán Escarlata se ha quedado en Flandes… Muy posiblemente, algo quedó por hacer allí... Sin embargo, y aunque la fuente de mi información -un anónimo servidor del Capitán- ha insistido por dos veces en los mismos o similares términos: “Os agradezco mi Señora estas muestras de afecto,... pero mi Señor el Capitán Escarlata,... se quedó en Flandes,... es difícil que vuelva... las cosas de la vida... Expresiones agradecidas varias”, aunque esto se haya dicho por algún mandatario subalterno, yo sé muy bien, sin el menor ánimo de emular a Don Pedro Calderón de la Barca (y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño) -que no era ningún inútil pese a la longitud de sus apellidos, como generalizó aquel rufián- que Jerez de la Frontera (sitio muy cercano a aquel en el que mi glorioso paisano, Don Alonso Pérez de Guzmán, llamado “El Bueno”, arrojó su puñal a los sitiadores para que diesen muerte a su propio hijo) aún está más lejos de Flandes “que Valladolid de Gante”, por no decir de León. Me refiero a la lejanía entre mi patria chica, la romana y bimilenaria “Legio Séptima Gémina, Pía, Félix) y la mesetaria Ciudad del Pisuerga, en la que, por desdicha para ellos, nacieron Don Julián Marías y Don Miguel Delibes, aparte de Felipe II.
En síntesis que nuestro Capitán Escarlata, amigos de los Blogs, está en su Jerez del alma. Y, si no nos lo prohíbe, expresamente, propongo, a cuantos allí puedan acercarse, un viaje de re-encuentro… en cuerpo y alma. Por mi parte, respondiendo también a su exquisita trayectoria literaria, consistente en escribir Sonetos -y además en versos acrósticos- para las damas de la familia, no puedo menos de dedicar a tan noble y valeroso soldado, también un Soneto. Este:
SONETO DE APOYO DE LA INFANTERÍA
AL NOBLE CAPITÁN ESCARLATA
¡Ah, Capitán!, en Flandes tus mesnadas,
fuego abrirán -profuso- y bizarría
mostrará en el fragor, tu artillería,
de la batalla, alerta las espadas.
Mas, hoy aquí, mustias y anonadadas,
has privado a otras huestes de alegría…
Que tus fieles soldados, noche y día,
esperan tu regreso a horas pasadas.
Regresa, Capitán, tu Maestranza
nuevas piezas prepara que, artilleras,
rompan fuertes murallas, y aún a ultranza
defiendan hoy tu hacienda o, si las fieras
amenazan quebrar vida o bonanza…
¡Qué te queremos más que tú supieras!
Si no de un modo brusco, sí inesperado, El Capitán Escarlata, un héroe de Flandes, ha desaparecido misteriosamente, dejando a su hueste dentro de la mayor inquietud y también sincera preocupación por su paradero y destino. Parece ser que la primera noticia acerca de su desaparición fue proporcionada por Marga Fuentes, desde Madrid, e inmediatamente, Alicia María Abatilli, desde la Argentina, diseñó el símbolo de solidaridad y reclamo del regreso del Capitán. Yo mismo, que soy un insignificante personaje en las gloriosas aventuras y en la vida del Capitán Escarlata, colgué también, de modo inmediato, ese símbolo en la columna lateral de mi humilde Blog. Y allí pienso dejarlo hasta que el Capitán aparezca, vivo o gloriosamente muerto, porque los más nobles soldados nunca pueden morir de cualquier manera , sino peleando gallardamente, con las armas en la mano. El Capitán Escarlata ha sido bueno y generoso conmigo. En cierta ocasión, debido a mi osadía e impertinencia, estuvimos a punto de provocar un duelo, al que él me retó, al modo más sublime de los antiguos caballeros. Después, su generosidad y nobleza, y en cierto modo también mi tolerancia, evitaron el tener que batirnos. Y, desde entonces, el Capitán, se convirtió en mi amigo y aliado frente a tantas injusticias y desmanes como hoy -y siempre- asolan al mundo. Ya dijo, a viva voz, en el Paseo de la Castellana de Madrid, el Papa Juan Pablo II -aquel místico pero indomable polaco, que venía de la guerra y de luchar contra la tiranía- que “la presencia del mal en el mundo, es una realidad…”. Pero que, “cuando luchamos contra el mal, nos convertimos en co-Redentores con Cristo”. Nada menos que eso. Por ello, yo me había propuesto unir mis armas con las del Capitán Escarlata, para ir por esos mundos reparando entuertos, redimiendo cautivos, evitando injusticias. En suma, prodigando, como los viejos caballeros andantes -como el propio Don Quijote- el pan y la ternura. El pan, para los cuerpos frágiles; la tolerancia y el amor de la palabra, para las almas que sufren, rodeadas del dolor o de la amargura. Tenía esos proyectos, en los que el Capitán era pieza básica, porque yo, pobre de mí, tan sólo soy Alférez, eso sí de nuestra Gloriosa Infantería Española, heredera de aquellos Tercios de Flandes y de Italia.. Humilde y sólo Alférez, pero como Rodrigo Díaz de Vivar, que asimismo tan sólo fue Alférez. El Capitán Escarlata, me hubiese brindado valerosa y eficazmente su apoyo artillero en esta lucha contra toda clase de males. Pero, sin duda por mi culpa, he llegado tarde, y ahora he de esforzarme al máximo en la tarea de intentar recuperar al Capitán. En nada podemos, no es justo ni posible, violentar su libre voluntad, sino respetarla íntegramente. Sus causas o motivos tendrá. En realidad, yo se muy bien, de fuentes habitualmente muy bien informadas, porque me lo ha dicho ese pajarito que nunca se equivoca (en realidad, indirectamente, han sido dos “pajaritas”, de entre tantas como le quieren), que el Capitán Escarlata se ha quedado en Flandes… Muy posiblemente, algo quedó por hacer allí... Sin embargo, y aunque la fuente de mi información -un anónimo servidor del Capitán- ha insistido por dos veces en los mismos o similares términos: “Os agradezco mi Señora estas muestras de afecto,... pero mi Señor el Capitán Escarlata,... se quedó en Flandes,... es difícil que vuelva... las cosas de la vida... Expresiones agradecidas varias”, aunque esto se haya dicho por algún mandatario subalterno, yo sé muy bien, sin el menor ánimo de emular a Don Pedro Calderón de la Barca (y Barreda González de Henao Ruiz de Blasco y Riaño) -que no era ningún inútil pese a la longitud de sus apellidos, como generalizó aquel rufián- que Jerez de la Frontera (sitio muy cercano a aquel en el que mi glorioso paisano, Don Alonso Pérez de Guzmán, llamado “El Bueno”, arrojó su puñal a los sitiadores para que diesen muerte a su propio hijo) aún está más lejos de Flandes “que Valladolid de Gante”, por no decir de León. Me refiero a la lejanía entre mi patria chica, la romana y bimilenaria “Legio Séptima Gémina, Pía, Félix) y la mesetaria Ciudad del Pisuerga, en la que, por desdicha para ellos, nacieron Don Julián Marías y Don Miguel Delibes, aparte de Felipe II.
En síntesis que nuestro Capitán Escarlata, amigos de los Blogs, está en su Jerez del alma. Y, si no nos lo prohíbe, expresamente, propongo, a cuantos allí puedan acercarse, un viaje de re-encuentro… en cuerpo y alma. Por mi parte, respondiendo también a su exquisita trayectoria literaria, consistente en escribir Sonetos -y además en versos acrósticos- para las damas de la familia, no puedo menos de dedicar a tan noble y valeroso soldado, también un Soneto. Este:
SONETO DE APOYO DE LA INFANTERÍA
AL NOBLE CAPITÁN ESCARLATA
¡Ah, Capitán!, en Flandes tus mesnadas,
fuego abrirán -profuso- y bizarría
mostrará en el fragor, tu artillería,
de la batalla, alerta las espadas.
Mas, hoy aquí, mustias y anonadadas,
has privado a otras huestes de alegría…
Que tus fieles soldados, noche y día,
esperan tu regreso a horas pasadas.
Regresa, Capitán, tu Maestranza
nuevas piezas prepara que, artilleras,
rompan fuertes murallas, y aún a ultranza
defiendan hoy tu hacienda o, si las fieras
amenazan quebrar vida o bonanza…
¡Qué te queremos más que tú supieras!
Luis Madrigal
Arriba, imágen y texto diseñada y escrito por Alicia María Abatilli