jueves, 24 de noviembre de 2016

CLAMAD SIEMPRE AL SEÑOR NUESTRO DIOS



IVANKA TRUMP, LA NUEVA ESTER


Mi buen amigo Antonio Escudero Ríos, desde su gran amor al pueblo de Israel, que  -como él mismo admite y defiende, últimamente-  mantiene unida su naturaleza y su destino a los de la Iglesia católica, y viceversa, ha escrito muy recientemente una breve semblanza,  en torno a la hija de Mr. Trump, Presidente electo de los Estados Unidos de America.

Ivanka Trump, conversa al judaísmo, casada con un judío y madre de tres hijos, pudiera ser, para el maestro Antonio Escudero, en cuanto experto en asuntos judíos, una nueva Ester, la bíblica heroína que salvó a los hebreos de Persia de la extinción y el aniquilamiento. Y puede que Antonio tenga en esto mucha razón. Mr. Trump está recibiendo las más duras críticas en Occidente, y muy especialmente en España, donde se le teme como a una de aquellas horribles plagas del pasado y se le supone causa, próxima y remota, de todos los sufrimientos y desgracias venideros, hasta el punto de ser identificado con el KKK y hasta a decirse de él que es un psicópata.

Por contra, Antonio Escudero, es sumamente optimista. Una hija es siempre la niña de los ojos de todo padre, sobre todo cuando es tan bella como Ivanka. Y cuando el padre  -con todos los dimes y diretes que se quiera-  es el hombre más poderoso del mundo, ahora en potencia y después del 20 de Enero en acto, la combinación de estos factores, como presume Antonio, puede traducirse no sólo en la más reforzada y contundente defensa de Israel, sino de todo el Occidente, sencillamente porque Israel es parte de ese mismo Occidente, del mismo modo que, cuando se ataca a Israel se ataca a la Iglesia de Jesucristo  -a todas las Iglesias cristianas-  y cuando se ataca a la Iglesia, se ataca a Israel.

El Libro de Ester, intercalado en la Biblia católica entre los de Judit y el Primero de los Macabeos, hubo de sufrir un arduo peregrinaje hasta su canonización por el Concilio de Trento. Para nosotros los cristianos es, pues, un libro sagrado, aunque no lo sea tanto para los propios judíos, porque aun formando parte del Tanaj, en la medida en que se halla incluido en los Ketuvim, está excluido de la Torá, separado de la Ley de Moisés, escrita en piedra para el pueblo de Israel. Y por ello, para Israel, más que un Libro propiamente sagrado, supone la superación de la tragedia del aniquilamiento, la liberación de la nación judía merced a una mujer bellísima, Ester, Hadassáh (que en hebreo significa mirto, el arbusto siempre verde y oloroso, y al mismo tiempo estrella, puesto que un Targum de la tradición hebraica dice de ella que era “la más bella estrella de la noche”).

En efecto, Ester, era una hermosa doncella judía que, siendo huérfana e hija adoptiva de su tío Mardoqueo, se convirtió en la reina de Persia y de Media cuando se casó con el rey Asuero. Los judíos establecidos en Persia se ven amenazados de exterminio por el odio de un visir omnipotente, Amán, y se salvan gracias a la intervención de Ester, joven compatriota que ha llegado a sustituir a Vasti, la mujer insumisa, repudiada y destronada por el propio Asuero, en su tercer año de reinado, para casarse con Ester, en el séptimo año, a la que amará más que a ninguna de sus esposas.

Yo no sé qué es lo que va a pasar con Mr. Trump, y con cuantas hipótesis rodean a este señor. Desde luego, tengo muy en cuenta las turbias y crueles maquinaciones de Amán, en el duocécimo año del reinado de Asuero: “Hay un pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, con sus leyes, distintas a las de todas las naciones, y que no cumplen las leyes reales. No conviene al rey dejarlos en paz… [sino] exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres… en el espacio de un solo día”  (Ester, 3:8 a 13), pero celebraría mucho que, como presagia Antonio Escudero pudieran verse cumplida también, tras su representación dramática, la esperanzadora conclusión que habita en las palabras de Mardoqueo (versículos siguientes del mismo Libro,10:3f), lo que constituye toda una tesis religiosa: “Mi pueblo clamó a Dios y fue salvado. El Señor salvó a su pueblo, liberándonos de todos estos males y realizando prodigios y maravillas como nunca se habían visto entre las naciones”.

Así lo espero yo. Así lo querrá el Señor, si clamamos a Él.



Luis Madrigal