Bartolomé Esteban Murillo
Sevilla, 1617 - Cádiz, 1682
INMACULADA
 Entre nimbos y azules, en la
altura,
sublima el alma y deja casi ciega
de resplandor tu luz, tu dulce entrega;
de tu divino rostro, la Hermosura. 
De tu bondad de Madre, la ternura;
el aroma de flores, que despliega
la paz, que al corazón tanto
sosiega,
arrojando del pecho la amargura.
Madre de Dios, amparo y Madre mía:
Comienza Mayo y, con el sol, las
flores
y, en el cielo y la tierra, la
alegría.
Sé Tu, en la inundación, nuestra
almadía,
aleja de este mundo los dolores
y danos tu valor en la agonía.
Luis Madrigal
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