AL PIE DE UN ÁRBOL VENCIDO
Todo cuanto nace, muere
y nada humano es eterno. Yo quisiera,
si ese día la muerte mi amor hiere,
me encuentre muerto ya
y lentamente vea mi perecer, por más viviera
sin llegar a vivir ni haber nacido.
Sin que nunca hasta allá, impulsado por el viento,
cruce el inmenso Mar, estremecido,
el amor que no muere, en un desierto
tan seco, donde el aire se revuelve.
El amor que, sin nacer, no ha muerto,
que mil veces se va y mil veces vuelve
para al fin reposar, cuando el Invierno
su espectro sepulcral, duro y sombrío,
tienda sobre las hojas que cayeron
de los árboles, y velan mi suspiro
anhelando con fe, al descubierto,
morir al pie de un árbol ya vencido.
Luis Madrigal