II
SERÉ SÓLO VACÍO Y NADA
Este peso tan hondo, esta tortura
en la que me esclavizo y me doblego...
Este cuadro sin luz, este aguacero
que cala hasta mis huesos...
¡Esta obsesión febril, esta locura...!
No podrán pervivir un siglo entero,
ni oprimir mi latido, hasta cortar el aire...
¡No...! No durarán más que la sombra
que eclipsa mi razón y hiere mi alma...
Hasta que, un día, desde el cielo,
venga a mi pisada la luz que alumbra el paso
y, el vacío, pueda correr un velo,
tan tupido y opaco,
que nada ya subsista en la memoria,
ni nada puedan ver mis ojos, oír mi oído,
y holgado quepa -en honda fosa- el desconsuelo.
Aún ha de espesar luz tan nublada;
enmudecer mi lengua, ahogar mi llanto...
En nuevo limbo, mi música y mi canto, procedentes de ayer,
nada serán conmigo.
Y nada seré yo, porque -vacío-
no es posible sufrir... ni sentir nada.
Luis Madrigal