martes, 16 de marzo de 2010

SAN ISIDORO... DE LEÓN







El afán de mi buen amigo murciano MAN, de honrar a las figuras ilustres de su noble tierra, tan española, me impulsa a contestar más ampliamente de lo que sería habitual al "concurso público" abierto por el propio MAN, en su entrada del pasado día 14 de este mismo mes. San Isidoro de Sevilla, posiblemente nació en Cartagena (Murcia), porque toda su familia era oriunda de allí, aunque no está probado el lugar exacto de su nacimiento. Pero, aún llamándose "de Sevilla" y habiendo nacido en Cartagena, está en León. Y ha pasado en León exactamente 947 años, es decir, en todo caso muchos más que en Cartagena, donde tan sólo estuvo durante los primeros de su juventud y que en Sevilla, Ciudad de la que fue Obispo, y donde permeneció al menos 37 años, desde 560 a 636, pero tampoco muchos más. Es decir, que más que a nadie, San Isidoro pertenece a León. Es un leonés más arraigado que Guzmán el Bueno o Don Suero de Quiñones, en la Capital del viejo Reino, la Bimilenaria e Imperial Hispánica Legio Séptima Gémina Pía Felix, desde la que expande e irradia el más quintaesenciado fruto de su filosofía y erudición. Aquella gran lumbrera, que atesoró en su mente el máximo saber de todo su tiempo, la que cantó como nadie lo ha hecho a la Sacra Hispania, el Doctor de la Iglesia, último de los Padres latinos occidentales, Doctor de las Españas, es un leonés insigne, curtido por el frío de las Montañas cantábricas, cuyas gloriosas y santas cenizas sirven de escabel, permanentemente, al Santísimo Sacramento del Altar. Nadie puede alcanzar más gloria, con las cenizas de su cuerpo mortal, que la de servir de soporte material al Rey de Reyes, como Isidoro hace, desde más de diez siglos.

Los restos mortales de San Isidoro se encuentran en la Real Colegiata Basílica de su nombre, en León, desde que, en el año 1063 de nuestra era, fueron trasladados desde Sevilla, donde se encontraban inhumados tras su muerte, porque Fernando I de León y Castilla obtuvo del Rey de la Taifa de Sevilla, el famoso Al-Mutamid, que era por entonces tributario del monarca leonés, sus sagradas reliquias. Dos bellas leyendas se alzan casi de entre la noche de los tiempos, en relación con este traslado de los restos mortales de Isidoro: La primera de ellas guarda estrecha relación con el descubrimiento de su sepulcro. El Rey Fernando I había enviado a la Corte de Al-Mutamid, en Sevilla, a dos legados reales, el Obispo de León, San Alvito y el Obispo de Astorga, Ordoño, pero no en busca de las reliquias de Isidoro, sino de Santa Justa y Santa Rufina, santas a las que el pueblo sevillano ha mostrado siempre gran fervor, hasta designarlas patronas perpetuas de la Ciudad bética. La legendaria tradición dice que el propio San Isidoro (un hispano-romano por parte de padre, y un visigodo por parte de madre), se apareció al Obispo Alvito y le indicó el lugar en el que su cuerpo se hallada sepultado, expresándole con insistencia su ferviente deseo de ser trasladado a León, en cuyas Montañas próximas a las de Asturias, surgió la Reconquista, la lucha del pueblo gótico, de la "Sacra Hispania", para recuperar el territorio un día poseído soberanamente. La "solicitud" de Isidoro, fué inmediatamante acogida por Alvito y, de esta manera, las sagradas reliquias llegaron a León el día 21 de Diciembre del año 1063, siendo acogidas multitudinariamente por el pueblo leonés y depositados en la Iglesia hasta entonces llamada de "San Juan Bautista y San Pelayo", el niño mártir de Córdoda, en época de Abderramán III, que ya había sido llevado allí, en unión del santo de Ávila, San VIcente. Pero, a partir de la llegada de Isidoro, el templo tomó su nombre hasta nuestros días, a través de los siglos. Debo reconocer, en honor de MAN y de la verdad, que, si no los restos, sí algunas otras reliquias de San Isidoro se encuentran también, según se afirma, en la Catedral de Murcia, así como desde muy recientemente, en el año 2008, y por donación de la Curia Romana, en el Altar Mayor de la Parroquia de la Anunciación de Abla (Almería), con motivo de la consagración de dicho Altar.

La Basílica de San Isidoro, de León, cuenta con infinidad de maravillas artísticas, enmarcadas en un románico XII pristrino, puro, con algunas transiciones al gótico en determinados puntos de su arquitectura. En ella, se encuentra también el Panteón de los Reyes leoneses, que se ha llamado "la pequeña Capilla Sixtina del románico". El Calendario agrícola, debido a un pintor pseudo-anónimo, al que se demonima "Lucas Pincerna"; la propia talla polícroma del Doctor de las Españas, e infinidad de detalles y muestras de arte más. Pero, por encima de todo ello, lo que siempre ha atraído al pueblo leonés hacia su Basílica, no son estos tesoros de su riqueza artística, sino la presencia permanente del Santísimo Sacramento, día y noche, durante todos lo días de cada año, exposición solemne que se debe a un privilegio inmemorial. Ciertamente, se ignora cúando comenzó la Exposición Permanente del Santísimo en San Isidoro de León. Tan sólo podemos saber que, desde el siglo XI, se cuenta con una información rigurosamente cierta y segura, los Estatutos del Doctor Navarro, el testimonio del Canónigo centenario Dr. Siliceo, la Crónica de Ambrosio de Morales y la manifestación del Nuncio de S.S. en España, Camilo Cayetano, quien afirma que, en San Isidoro de León, "por Privilegios e Indultos apostólicos, está siempre patente el Santísimo Sacramento". Sólo hay otra Ciudad eucarística del mismo grado, en España, la Catedral de Lugo.

De este secular privilegio, el pueblo de León ha hecho el santo y seña de su devoción eucarítica: La "Visita a San Isidoro", propia de todos los tipos humanos, edades, sexo y condición de cuantos leoneses poseen el don de la fe, que siempre han sido muy numerosos. Por este motivo, la Basílica isidoriana permanece abierta día y noche también, con un fuerte potencial de adoradores nocturnos. Yo, también lo fui en mi juventud y, aun recuerdo aquellos turnos de vela, tan especialemente emotivos y llenos de espiritual impulso, que nos llevaba hasta el "desierto del alma", plara encontrarnos en él con nosotros mismos y con el Creador del universo. Pero también, como españoles que somos los leoneses, en unión íntima con todos los demás españoles, como sentido homenaje de gratitud a aquella lúcida inteligencia humana, capaz de escribir por ello aquellas contundentes y bellísimas palabras (perdona MAN), en su inolvidable y eterno "Laus Spaniae": Omnium terrarum, quaeque sunt ab occiduo usque ad Indos, pulcherrima es, o sacra, semperque felix principum, gentiumque mater Hispania. Jure tu nunc omnium regina provinciarum, a qua non Occasus tantum, sed etiam Oriens lumina mutuat. Tu decus, atque ornamentum orbis, illustrior portio terrae: in qua gaudet multum ac largiter floret Geticae gentis gloriosa fecunditas... Traduzco enseguida y amplío la traducción, para no cansar: De todas las tierras, cuantas hay desde Occidente hasta la India, tú eres la más hermosa, oh sacra España, madre siempre feliz de príncipes y de pueblos. Bien se te puede llamar reina de todas las provincias....; tú, honor y ornamento del mundo, la más ilustre porción de la tierra, en quien la gloriosa fecundidad del pueblo godo se recrea y florece. Natura se mostró pródiga en enriquecerte; tú, exuberante en frutas, henchida de vides, alegre en mieses...; tú abundas de todo, asentada deliciosamente en los climas del mundo, ni tostada por los ardores del sol, ni arrecida por glacial inclemencia.... Tú vences a Alfeo en caballos, y al Clitumno en ganados; no envidias los sotos y los pastos de Etruria, ni los bosques de Arcadia...Rica también en hijos, produces los príncipes imperantes, a la vez que la púrpura y las piedras preciosas para adornarlos. Con razón te codició Roma, cabeza de las gentes, y aunque te desposó la vencedora fortaleza Romúlea, después el florentísimo pueblo godo, tras victoriosas peregrinaciones por otras partes del orbe, a tí amó, a tí raptó, y te goza ahora con segura felicidad, entre la pompa regia y el fausto del Imperio. ¡Salve a ti, ¡oh Isidoro de Sevilla, universal murciano de Cartagena, que vives en León y en el alma de los leoneses. Luis Madrigal.-


En las imágenes que ilustran esta entrada, de arriba abajo, el Santísimo Sacramento del Altar, permanentemente expuesto, día y noche, cada día del año, sobre la urna de plata que guarda los restos mortakles de San Isidoro; celebración de una Misa en el rito mozárabe, en la que identifico perfectamente, entre los oficiantes, a alguno de mis viejos amigos; fachada principal del templo románico y, por último, el Panteón de Reyes, la "pequeña Capilla Sixtina del Románico
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