II
ESA MANO EXTENDIDA
Esa mano que busca y no halla nada,
extendida al amor, buscando el velo.
Esos ojos que bajan hasta el suelo
Esos ojos que bajan hasta el suelo
sin fuerza y sin valor. Acongojada
el alma, que se esconde atormentada,
atormentada gime, sin consuelo.
¡Por el amor de Dios, que está en el Cielo…!
Tan sólo de aire una bocanada
recibe al paso de quien tiene prisa.
Le ve pasar con fuerza una mañana,
quizá una tarde, sin una sonrisa
que no tributa nada en la aduana,
ni recordar que pronto, con la brisa,
ha de sonar mañana una campana.
Luis Madrigal