lunes, 23 de abril de 2012

PROSA PARA EL PERIODISMO DE OPINIÓN (II)





¡OH, ARGENTINOS… QUERIDOS HERMANOS!


Luis MADRIGAL


Con notorio desprecio del principio general, “pacta sunt servanda” inspirador de toda la contratación, nacional o internacional, dentro o fuera de las fronteras de un Estado de Derecho, y en consecuencia con flagrante violación del orden internacional, la Presidente de la República Argentina, Doña Cristina Fernández de Kirchner, en medio de atronadoras ovaciones y cantos patrióticos, entre carteles que proclamaban “el fin de la conquista española” y “la segunda independencia de la Argentina”, ha enviado al Parlamento de la Nación hermana, un proyecto de texto para la promulgación de la Ley de Soberanía de Los Hidrocarburos. La soberanía, es la muestra esencial de todo Estado, lo que le caracteriza, le afirma y le constituye como tal. Es una facultad tan poderosa que, en el ámbito del territorio al que se extiende, no puede formalmente oponerse nada a ella, aunque materialmente pueda cobrar el efecto radicalmente contrario fuera de aquél. Por ello, se ha dicho siempre que “el Estado  -todo Estado-  es omnipotente dentro de sus fronteras e impotente fuera de ellas”. Por tal motivo, pueden los Estados proceder a las llamadas “nacionalizaciones” de servicios o empresas y también al instituto jurídico de la expropiación forzosa, mediante el cual se ejercita la potestad ablatoria suprema, la privación de la propiedad sobre las cosas, o la extinción de los derechos de otro sujeto. Sin embargo, ello tiene también sus propias reglas, sus propias normas jurídicas. Y, por ello, la violación, en este caso, es doble, no sólo del orden jurídico internacional, sino del propio orden constitucional interno, concretamente del artículo 17 de la Constitución de la Nación Argentina: La expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada”. Y, parece ser, que ninguna de las dos cosas se han hecho en este lamentable caso.

Yo, soy español y, naturalmente amo a España. Pero la amo mucho más que a REPSOL, S.A., de cuya entidad mercantil no soy accionista, y también, sin contradicción alguna, amo mucho más a la propia Argentina. El capitalismo, torvo y cruel, explotador y miserable, ni tiene nunca corazón ni por eso puede caber en el mío. Posiblemente, algo malo puede haber hecho REPSOL, yo no lo sé ni puedo saberlo. Y si lo ha hecho, si ha atentado contra vitales derechos o intereses argentinos, justo sería fuese penalizada o sancionada con los efectos jurídicos correspondientes a tal posible infracción, incluidos los tipificados en el Código Penal Argentino. Pero no lo parece. Y no lo parece porque, REPSOL, lejos de haber incurrido en ninguna desinversión, tan sólo en el año 2011 invirtió en la Argentina  2.327 millones de Euros, el doble del beneficio obtenido en ese mismo período, y proyectaba invertir en el corriente año 2012 otros 2.600 millones. Como mínimo, sería justo devolverlos, y no a ningún otro valor de tasación que no sea el rigurosamente objetivo, resultante del dictamen del competente organismo internacional. Porque, lo contrario, es apropiarse ilegalmente alguien, aunque se trate de un Estado y de su soberanía, de lo que no es suyo.

No es de extrañar, pues, que el Parlamento Europeo, con sede en la Ciudad francesa de Estrasburgo, la mayor Cámara democrática del mundo y el único organismo de naturaleza supranacional directamente elegido, haya reaccionado frente a este hecho, objetivamente ilegal, aprobando una resolución que elimina todos los beneficios arancelarios y todas las ayudas a los productos argentinos en el mercado europeo. Sin embargo, me conmueve, y llena de emoción mi alma española, saber que una gran parte de los eurodiputados españoles en ese Parlamento de Estrasburgo, han votado en contra de tal resolución. La resolución, no obstante, ha salido adelante y ha sido aprobada merced, fundamentalmente, al voto conservador y liberal de los eurodiputados británicos. ¡Pobres argentinos! ¡”No llores por mí, Argentina…”! ¡No llores por la Madre España! Eso sí, cuando Doña Cristina Fernández, Viuda de Kirchner, se siente alguna vez al lado de los representantes de España en la Comunidad Iberoamericana de Naciones, debería saber dónde puede la Argentina encontrar a sus verdaderos enemigos y donde se la querrá siempre, como verdaderos hermanos que todos los argentinos son para nosotros los españoles. Hoy, sin embargo, cada español podría decirle, a la señora Presidente de la República Argentina, que para esa clase de amigos, no necesitamos enemigos. Pero, no se lo vamos a decir. Al menos, este español no se lo dice. En la entrada del Jueves, 29 de Diciembre del pasado año 2011, en este mismo humilde Blog, manifestaba yo mi sincera intención de unirme a la oración de los argentinos, que habían agotado las velas en los templos para rezar por su salud. Y no será este gesto, el que me haga sentir lo contrario. Es más, llevo días recriminado a mis compatriotas, a muy pocos, gracias a Dios y en honor a la verdad, tratando de que entiendan que los Gobiernos no son las personas. Que aprendan de nuevo del caso de Méjico, casi cuarenta años en los que los Gobiernos “no se hablaban”, pero en los que españoles y mejicanos mantuvieron siempre fraternales relaciones. Porque, los Estados, no son las Naciones, sino tan sólo  -y eso es muy poco-  la organización política y jurídica de las respectivas convivencias nacionales. Mucho menos aún, los pueblos son sus Gobiernos, sean éstos del signo que fueren. Y eso, esa distinción, es lo único importante, como expresamente acaba de reconocer  -yo se lo acabo de oír hoy mismo, a través de TVE-  el Ministro español de Asuntos Exteriores, que nuestros pueblos no olviden quienes somos unos y otros. Yo, no lo olvido. Este pobre español, jamás olvidará a Doña Eva Duarte, que fue para nosotros los españoles una verdadera Madre: “Mientras haya una espiga en los trigales argentinos, no faltará el pan en ningún hogar español”. Y lo cumplió. Me duele que, hace tan sólo unos días, la declaración política de referencia haya sido efectuada con su imagen al fondo. Yo, no olvido, pero sí distingo. Gracias, Evita. Que Dios le perdone, Doña Cristina. Argentina: España, te quiere.