¡OH,
ARGENTINOS… QUERIDOS HERMANOS!
Luis MADRIGAL
Con
notorio desprecio del principio general, “pacta
sunt servanda” inspirador de toda la contratación, nacional o
internacional, dentro o fuera de las fronteras de un Estado de Derecho, y en
consecuencia con flagrante violación del orden internacional, la Presidente de
la República Argentina, Doña Cristina Fernández de Kirchner, en medio de
atronadoras ovaciones y cantos patrióticos, entre carteles que proclamaban “el fin de la conquista española” y “la segunda independencia de la Argentina”,
ha enviado al Parlamento de la Nación hermana, un proyecto de texto para la
promulgación de la Ley de Soberanía de Los Hidrocarburos. La soberanía, es la
muestra esencial de todo Estado, lo que le caracteriza, le afirma y le constituye
como tal. Es una facultad tan poderosa que, en el ámbito del territorio al que
se extiende, no puede formalmente oponerse nada a ella, aunque materialmente
pueda cobrar el efecto radicalmente contrario fuera de aquél. Por ello, se ha
dicho siempre que “el Estado -todo Estado-
es omnipotente dentro de sus
fronteras e impotente fuera de ellas”. Por tal motivo, pueden los Estados
proceder a las llamadas “nacionalizaciones” de servicios o empresas y también
al instituto jurídico de la expropiación forzosa, mediante el cual se ejercita
la potestad ablatoria suprema, la privación de la propiedad sobre las cosas, o
la extinción de los derechos de otro sujeto. Sin embargo, ello tiene también
sus propias reglas, sus propias normas jurídicas. Y, por ello, la violación, en este caso, es
doble, no sólo del orden jurídico internacional, sino del propio orden
constitucional interno, concretamente del artículo 17 de la Constitución de la
Nación Argentina: “La
expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y previamente
indemnizada”. Y, parece ser, que
ninguna de las dos cosas se han hecho en este lamentable caso.
Yo, soy
español y, naturalmente amo a España. Pero la amo mucho más que a REPSOL, S.A.,
de cuya entidad mercantil no soy accionista, y también, sin contradicción
alguna, amo mucho más a la propia Argentina. El capitalismo, torvo y cruel, explotador
y miserable, ni tiene nunca corazón ni por eso puede caber en el mío.
Posiblemente, algo malo puede haber hecho REPSOL, yo no lo sé ni puedo saberlo.
Y si lo ha hecho, si ha atentado contra vitales derechos o intereses argentinos,
justo sería fuese penalizada o sancionada con los efectos jurídicos
correspondientes a tal posible infracción, incluidos los tipificados en el
Código Penal Argentino. Pero no lo parece. Y no lo parece porque, REPSOL, lejos
de haber incurrido en ninguna desinversión, tan sólo en el año 2011 invirtió en
la Argentina 2.327 millones de Euros, el
doble del beneficio obtenido en ese mismo período, y proyectaba invertir en el corriente
año 2012 otros 2.600 millones. Como mínimo, sería justo devolverlos, y no a
ningún otro valor de tasación que no sea el rigurosamente objetivo, resultante
del dictamen del competente organismo internacional. Porque, lo contrario, es
apropiarse ilegalmente alguien, aunque se trate de un Estado y de su soberanía,
de lo que no es suyo.
No es de
extrañar, pues, que el Parlamento Europeo, con sede en la Ciudad francesa de
Estrasburgo, la mayor Cámara democrática del mundo y el único organismo de
naturaleza supranacional directamente elegido, haya reaccionado frente a este
hecho, objetivamente ilegal, aprobando una resolución que elimina todos los
beneficios arancelarios y todas las ayudas a los productos argentinos en el
mercado europeo. Sin embargo, me conmueve, y llena de emoción mi alma española,
saber que una gran parte de los eurodiputados españoles en ese Parlamento de
Estrasburgo, han votado en contra de tal resolución. La resolución, no
obstante, ha salido adelante y ha sido aprobada merced, fundamentalmente, al
voto conservador y liberal de los eurodiputados británicos. ¡Pobres argentinos!
¡”No llores por mí, Argentina…”! ¡No
llores por la Madre España! Eso sí, cuando Doña Cristina Fernández, Viuda de
Kirchner, se siente alguna vez al lado de los representantes de España en la
Comunidad Iberoamericana de Naciones, debería saber dónde puede la Argentina
encontrar a sus verdaderos enemigos y donde se la querrá siempre, como
verdaderos hermanos que todos los argentinos son para nosotros los españoles.
Hoy, sin embargo, cada español podría decirle, a la señora Presidente de la
República Argentina, que para esa clase de amigos, no necesitamos enemigos.
Pero, no se lo vamos a decir. Al menos, este español no se lo dice. En la
entrada del Jueves, 29 de Diciembre del pasado año 2011, en este mismo humilde
Blog, manifestaba yo mi sincera intención de unirme a la oración de los
argentinos, que habían agotado las velas en los templos para rezar por su
salud. Y no será este gesto, el que me haga sentir lo contrario. Es más, llevo
días recriminado a mis compatriotas, a muy pocos, gracias a Dios y en honor a
la verdad, tratando de que entiendan que los Gobiernos no son las personas. Que
aprendan de nuevo del caso de Méjico, casi cuarenta años en los que los
Gobiernos “no se hablaban”, pero en los que españoles y mejicanos mantuvieron
siempre fraternales relaciones. Porque, los Estados,
no son las Naciones, sino tan
sólo -y eso es muy poco- la organización política y jurídica de las
respectivas convivencias nacionales. Mucho
menos aún, los pueblos son sus Gobiernos, sean éstos del signo que fueren. Y
eso, esa distinción, es lo único importante, como expresamente acaba de
reconocer -yo se lo acabo de oír hoy
mismo, a través de TVE- el Ministro
español de Asuntos Exteriores, que nuestros pueblos no olviden quienes somos
unos y otros. Yo, no lo olvido. Este pobre español, jamás olvidará a Doña Eva
Duarte, que fue para nosotros los españoles una verdadera Madre: “Mientras haya una espiga en los trigales
argentinos, no faltará el pan en ningún hogar español”. Y lo cumplió. Me
duele que, hace tan sólo unos días, la declaración política de referencia haya
sido efectuada con su imagen al fondo. Yo, no olvido, pero sí distingo.
Gracias, Evita. Que Dios le perdone, Doña Cristina. Argentina: España, te quiere.
2 comentarios:
Luis:
En mi opinión, usted tiene una imagen errada sobre el régimen opresor de Perón; en él su esposa actuaba como una (omnipotente y muy promocionada) dama de beneficencia, pero con los bienes del Estado.
No debe olvidarse la inmensa colectividad hispana que entonces poblaba -y votaba- en nuestro país (entre ellos mis abuelos paternos) y que veía con beneplácito tal ayuda a la nación ibérica.
Por otro lado, no era a base de donaciones, sino de confiscaciones, que su Fundación financiaba el reparto de bienes entre sus acólitos argentinos.
Amargamente, hemos sufrido desde entonces de una cultura facilista y voluntarista, basada en la vagancia y las dádivas, antes que en el esfuerzo y la recompensa al mismo.
Creo que esto explica, a grandes rasgos, el atraso manifiesto argentino de estos días; una época carente de políticas de desarrollo y de modernización.
La España de hoy -lamentablemente- sufriría las consecuencias de un proceso similar de derroche y destrucción del bien común.
Con todo respeto, lo saludo.
Querido amigo Arturo: ¡Menos mal que sólo estoy errado, sin "h". Pero aún así, prefiero permanecer en mi error. Desde luego comprendo que, para los argentinos, y siéndolo usted, pueda ser otro el recuerdo y el juicio histórico acerca del General Perón y de su esposa, Evita. Pero yo, aún queriendo entrañablemente a la Argentina, no soy argentino, sino español. Y siendo muy niño, en unos momentos angustiosos, oí por la Radio a aquella Señora y a mis padres comentar que sin duda iban a cambiar algunas cosas. ¡Y cambiaron! En consecuencia, le ruego que usted también me comprenda, pero ningún argentino podrá cambiar aquel sentimiento. Por eso hoy, cuando me encuentro con algún argentino por la calle, le tiendo mi mano y le recuerdo mi inquebrantable gratitud. Un cordial saludo. Muchas gracias. Luis Madrigal.-
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