Voy a despojarme de mi espíritu poético, y de todo lirismo, lo cual suena casi a blasfemia, o resulta casi similar a "colgar los hábitos" por parte de un fraile, o de un "ordenado in sacris", como diría el Derecho civil. Porque cultivar la Poesía, o tratar de hacerlo, es una especie de compromiso sacerdotal con la tradición. Y bien es sabido aquello, ya tan manoseado y por tanto un poco cursi de "¡La Primavera, ha venido, nadie sabe por qué ha sido!", y todas las demás muestras poéticas, tributo a una estación verdaderamente poco agradable, por sus diversas molestias, a los humanos. Cierto es que, algún que otro año, ya los más bellos colores de la Naturaleza han salido a relucir desde su sepulcro invernal, aunque en los últimos años, esto sea infrecuente. Pero, a cambio,y eso casi siempre, el tiempo metereológico se revuelve, prosperan sinuosa y agazapadamente las enfermedades víricas, las gripes tardías, los catarros, los resfriados, las alergias, y un sin fin de desagradables molestias, cuando no se alcanza -precisamente en el mes de Marzo, en España- el índice más alto de mortalidad, que en la mayor parte de los casos recae sobre los más débiles, los ancianos, o las personas de salud más quebrantada. ¿Y todo eso puede inspirar a los poetas sus febriles y enajenados cantos a esta estación? Posblemente, en otros tiempos el fenómeno tuvo su explicación, pero últimamente, y hace ya bastante de ello, puede muy bien haberse ido perdiendo este tributo poético de cortesía y salutación a la Primavera. Hoy mismo, que parecía iba a presentarse un día primaveral, he cargado con mi cámara fotográfica y me he dado un paseo matutino por el Parque de enfrente de mi casa. Al principio, sobre las once de la mañana, parecía ir todo bien, y muestra de ello, aunque tampoco sea para grandes eclosiones poetico-primaverales, son las dos fotografías que preceden, de arriba abajo, esta entrada. Pero, en pocos minutos, antes del mediodía, fijénse ustedes el aspecto que presentada el cielo de Madrid. Pueden comprobarlo en la tercera de las fotografías. Se podrá decir que este tipo de cielos son hasta típicamente primaverales, pero a mí no me lo parecen, sobre todo después de un invierno en el que las trombas de agua y las semanas enteras que se han pasado lloviendo han causado tantos desastres en muchas zonas. En fín, que, al menos los madrileños, y yo también, comienzan a estar hartos de la lluvia y de los cielos encapotados, con ese gris amenazante y feroz. Comprendo muy bien a los ingleses. Pienso que hasta, si no fuese por el clima habitual que los pobres padecen hasta serían un pueblo risueño y festivo, pero la lluvia les ha obligado a tener esa cara tan seria y no entender ningún otro idioma que no sea el suyo propio. Por eso yo, he decidido no entenderlos a ellos tampoco. Ni tan siquiera cuando dicen "yes", del mismo modo que, este año, no me da la real gana "cantar a la Primavera". No señor, que venga ella a cantarme algo a mí, pero está visto que tampoco quiere. Y, por este motivo, contando con que GOEAR me deje entrar en su Programa (no creo que las dificultades encontradas hasta ahora por mi parte se deban a una venganza, en cuyo caso mi vanidad les estaría muy reconocida, por hacerme saber que existo), por tal motivo, digo, voy a ofrecreles a todos ustedes y muy en especial a vosotros, queridos amigos, la versión que yo mismo subí a dicho Programa de música, y no otra que ya estaba o llegó después que la mía, y que desde luego me gusta mucho menos. Una y otra, son relativas al Códice de la Biblioteca Nacional de París, lat 5132, fol. 108 v, calculo que hacia el año 1163, cuando en la Ciudad del Sena el Obispo Metropolitano Eudes de Sully coloca la primera piedra de lo que fue más tarde la Catedral de Notre-Dame, en la que se inciará una época muy marcada en la historia de la música, el llamado Ars Antiqua, que después llegó a España, de lo que también hay muestras en la Biblioteca Nacional, en Madrid, y sobre todo, en superiores términos musicológicos, en el Códice de las Huelgas, del Monasterio cisterciense femenino de Santa María la Real, del mismo nombre, en la Ciudad de Burgos, "Caput Castellae", y no como Valladolid, que sin ser cabeza de nada, se ha hecho con todo el negocio, musical y no musical. Bien pues, en ese Códice de París se encuentra una pieza que a mi me encanta oír, no sólo relacionada con la Primavera, sino también, de modo muy especial, con el tiempo litúrgico de Pasión, sin duda porque este Acontecimiento litúricamente siempre se ha celebrado a la llegada de la Primavera, según la fase de la luna, como es sabido. El caso es que, en el poema, naturalmente escrito en Latín, y no en francés, después del "Cedit frigus hiemale;/ redit tempus estivale/ iuventus letatur" ("Cede el frío del invierno/ retorna el tiempo cálido,/la juventud se alegra"), se recoge lo siguiente: "Gens iudea 'crucifige' / clamans, 'tormentis adfige, / per mebra clavos infige' / Adam, Averni de Styge / extractus letatur." ("El pueblo judío grita / 'crucifícalo, tortúralo / clávale clavos en los miembros de su cuerpo' / Adán, librado de la laguna Estigia del Averno / se alegra"). Escúchenlo, escuchad todos, amigos, si, como espero, nos deja GOEAR. ¡Ah...!, se me olvidaba, la versión que ofrezco es la del conjunto "ALIA MVSICA", bajo la dirección de mi querido amigo Miguel Ángel Sánchez. Luis Madrigal.-
jueves, 25 de marzo de 2010
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