jueves, 27 de enero de 2011

LA INSIGNIFICANCIA






























Acabo de cerrar un canal de TV temático, dedicado a la Historia. Después, en lugar de  permanecer sentado, me he puesto de rodillas mientras reflexionaba sobre mi propia insignificancia y le pedía perdón a Dios y, casi más a mí mismo, por haber cruzado alguna vez por mi pobre y pequeña cabeza la idea de que yo pudiese ser "algo" o "alguien", en cualquier faceta de las que el intelecto humano puede penetrar. ¡Qué pobreza, Dios mío, la mía, dicho esto de verdad y desde lo más profundo de mi ser interior....! El programa de TV, en realidad, más que de Historia, lo era de Ciencia matemática, con sus consecuentes aplicaciones a todo el mundo de la materia, muy en general y, por ende, al logro de infinidad de utilidades prácticas. Las dos mentes protagonistas principales, entre otras nada desdeñables, sino comparables a ellas, y eso sí, por riguroso orden de aparición en el tiempo, eran la de Newton  (25 de Diciembre de 1642 según el calendario Juliano, todavía usado por entonces en Inglaterra, o el 4 de Enero de 1643 con respecto a nuestro calendario Gregoriano) y la de Gotfried Wilhelm Leibniz (Leipzig, 1 de Julio de 1646 - Hannover, 14 de Noviembre de 1716). Newton, únicamente fue matemático, o si se quiere también físico, pero Leibniz, además de matemático tan genial como Newton, y también físico, fue además filósofo, jurista, bibliotecario y... ¡político!. Es para echarse a llorar y temblar, dando fuertes patadas entretanto contra el suelo, si, al pensar en esta última faceta, piensa uno también en los políticos de hoy, de ahora mismo, sobre todo en los españoles. Inglés el primero y alemán el segundo, por tanto, pero ambos miembros de la Royal Society, por aquellos siglos depositaria y maximo foro y exponente de la comunidad científica mundial. Ambos llegaron, por distintos caminos y con distintos métodos o discursos del pensamiento matématico, al descubrimiento del Cálculo. Se me ocurre a mí ahora que "pensar matemáticamente", no es lo mismo que "saber" Matemáticas, ni operar con fórmulas, ni menos aún pulsar la tecla de una calculadora. En consecuencia, la Matemática no es otra cosa sino una especie de Filosofía, que no utiliza los mismos signos (morfemas, lexemas o sintagmas), sino otros distintos (guarismos). Pero el pensamiento, la idea subyacente y, a su vez, expresada mediante unos u  otros, es la misma. Ambas expresiones, o ecuaciones, coinciden en el mundo de la abstacción más pura y absoluta.

Decía que ambos genios llegaron por distintos caminos y métodos al descubrimiento del Cálculo, pero medió una diferencia substancial. Mientras Isaac Newton guardaba celosamente sus averiguaciones y descubrimientos, Leibniz, los progagó "urbi et orbe", alcanzando superiores cotas de desarrollo, a juicio más tarde de la misma Royal Society, quien atribuyo a Newton el descubrimiento propiamente dicho y a Leibniz el desarrollo sistemático y completo del Cálculo matemático. A ello contribuyó, en su recepción fuera de Alemania, una familia de brillantes matemáticos suizos, de Basilea, dando lugar incluso a la creación de una escuela. Eran los Bernoulli, una singular familia en la historia de las ciencias. Sus orígenes los encontramos en la región de Flandes, paradójicamente cuna de pintores y artistas, región que estuvo largo tiempo a la cabeza de la civilización europea hasta que fue azotada por la epidemia de la intolerancia, por desgracia... del Duque de Alba. Los Bernoulli emigraron hacia tierras más al sur que aseguraban la tolerancia ideológica y la estabilidad económica propicia para tender sus raíces, y a principios del siglo XVII, se instalaron en Basilea. Ocho de los miembros de la familia destacaron en la actividad científica como geómetras. De estos, los cuatro más importantes fueron Jacob, llamado el Primero (1654-1705); Johann, el Pendenciero (1667-1748) hermano de Jacob; Nicolaus, el hijo del pintor (1687-1759) sobrino de Jacob, y Daniel, el Virtuoso (1700-1782) hijo de Johann. Pero todos los miembros de la familia Bernoulli se interesaron por el Nuevo Cálculo, en la forma de los diferenciales, como le llamó Leibniz. Crearon un potente arsenal de variadas expresiones analíticas, introdujeron muchas de las reglas para su manipulación y con sus ingeniosas habilidades en las matemáticas mixtas, ampliaron su alcance y su valor sociocultural en la Europa del siglo de las luces.

Sin embargo, nada de esto es lo que me ha inducido a ponerme de rodillas, tras presenciar el programa de TV. Puedo llegar a comprender y a admitir que el  valor común de la inteligencia y el talento humanos puede diversificarse en muchas ramas; que la abstracción pura puede concretarse, no sólo en la Matemática y la Física, que giran en torno a la materia, sino también en el arte, la poesía, la belleza estética, que me parecen más patrimonio del espíritu. Lo que mi pequeñez e insignificante consistencia intelectual, no pudo soportar fue el hecho de que Leibniz, durante la noche, incluso mientras dormía, generase dentro de sí mismo, y sin intervención de nadie, tal número de ideas, que, su desarrollo, le costaba toda la mañana del siguiente día, y a veces el día completo. No, eso no pudo soportarlo mi insignificante inteligencia. Sin duda, debe ser soberbia... La soberbia de los mediocres y hasta de los malos. Pero, ya bien se sabe: Contra soberbia... humildad, que no es otra cosa sino la verdad, como pensaba Teresa de Ávila.  Luis Madrigal.-