HECHA VIDA Y TESTIMONIO
El
Lunes, 13 de Marzo de 2017, hace ya más de tres años, escribía yo mismo, en
este mismo humilde Blog, https://luismadrigal.blogspot.com/2017/03/una-metanoia.html la historia de un cambio interior, no
tanto teórico o conceptual, sino esencialmente vital. Aquel luminoso cambio,
dado no sólo a su pensamiento sino a su
vida, corrió a cargo de quien entonces -aunque
antes visto durante años, pero siempre desde fuera- era
prácticamente un desconocido para mí. Hoy, en cambio, ya bien podría yo decir
que es un “viejo amigo”. Y ya sabemos todos muy bien, a estas alturas,
lo que verdaderamente son para nosotros aquellos a quienes nos referimos,
cuando somos sinceros, con esta expresión. En síntesis esencial, son los “amigos del alma”, aquellos que
encontramos en el camino siguiendo nuestra misma dirección y, según creemos,
nuestro destino final, y con los que continuamos el diálogo iniciado con
nosotros mismos.
Pero
la “razón vital”, como proponía Ortega, es la de hacérselas a uno mismo, y
responderlas diseñando la propia vida,
su quehacer en ella, asumiendo y
hasta podríamos decir venciendo, todas las circunstancias, las más graves y estremecedoras, que puedan rodearnos en cualquier instante del tiempo. Antonio,
hubo de sufrir, primero la repentina grave enfermedad y consiguientemente la
muerte de su hermana Isabel, a la que, desde ambos niños, estuvo siempre
intelectual y espiritualmente tan unido. Después el diagnóstico de una grave de
enfermedad en el esófago, que le situó y redujo en ocasiones a episodios
material y psíquicamente dolorosos y deprimentes. Pero, Antonio no volvió la
cara, ni perdió, como dicen los taurinos, la del toro, tan agresivo y fiero,
sino que demostró que su recuperada Fe, no era “de salón”, ni de pacotilla, ni
puro artificio diletante, tan propio de algunos que dicen pensar y sentir lo
contrario, para “la galería”, sino una fe coherente y robusta, propia del hombre nuevo del que habla San Pablo, y
no tanto ya del niño que fue Antonio, en Quintana de la Serena.
Y
eso, le condujo, además de a la curación, a una especial clarividencia de cuantos
graves peligros y terribles males hoy acechan al mundo entero, pero especialmente a España,
nuestra querida Sefarad, como él
mismo también suele decir. Como ya lo era entonces, Antonio sigue siendo un
fervoroso amigo de Israel, casi un soldado más de esta gran Nación, siempre
alerta, ante el riesgo de ser destruida por sus enemigos, hasta el punto de que
podría considerársele, al estilo de Saulo de Tarso, un verdadero judeo-cristiano.
Y, en este orden, Antonio está comprometido con la verdadera democracia, con la
libertad y con cuantos otros valores esenciales hoy sufren el riesgo de ser
destruidos, estúpidamente además, por los también desde siempre verdaderos
enemigos, de tan distintos pelajes, desde el comienzo de la existencia humana.
Yo
trato, muy humildemente, desde la impotencia que me rodea, como a tantos otros iguales
a mí, de cooperar en lo que puedo en esta lúcida y valiente lucha. Sin embargo,
confío mucho más en Antonio, de lo muy poco que lo hago en mí mismo, Porque él,
además de ser una paloma, posee también los reflejos de las serpientes,
colmados de experiencias de vida, de rigor intelectual instantáneo y la potente
artillería de su erudición e inmensa cultura. Por ello ya es una gran ventaja
contar con personas como Antonio de nuestro lado, capaces de pasar por la vida
derramando a su paso la paz y el amor, sin perjuicio de mantenerse, como los
centinelas, en alerta permanente, frente a la lucha declarada al mundo del espíritu
y de los valores más profundos. Un equilibrado intérprete del mandato de Jesús
de Nazaret: “Sed mansos como palomas y
astutos como serpientes.” Antonio me recuerda a Giovanni Papini, tras su
conversión, sin limitarse por ello a pensar, leer y escribir desde la hondura
del pensamiento cristiano, sino más que esto aún, a vivir como Jesús vivía.
Luis
Madrigal