jueves, 14 de enero de 2010

HAITÍ


Un asolador seísmo ha llenado Haití de sangre y de cadáveres. Esto ya no puede ser noticia. Pero que una tragedia de tales proporciones haya ido a suceder en el país más pobre de toda América, no puede dejar insensible a nadie. Además de la más espantosa miseria, ahora les viene esto, tan dramático y sobrecogedor. No es ningún tópico socorido. Ayer mismo veía yo en TV un reportaje anterior a la catástrofe, en el que unos niños haitianos -por cierto, con una abierta sonrisa- comían unas galletas hechas...!de barro! ¡Por Dios...! Dios mío, tengo que hacerte la misma pregunta que ya te hizo el Santo Padre, no hace mucho tiempo, sólo que en sentido radicalmente contrario a la afirmación de uno de los haitianos que te ha atribuído toda la responsabilidad de la tragedia: "¡¿Dónde estabas, Señor...?! ". Además del hambre y la miseria, permites que estos desdichados sufran tan indeciblemente?!. Hágase siempre tu voluntad, porque no podemos conocer tus designios, pero humanamente vistas las cosas, es conmovedor. No es de extrañar, pues, que la comunidad internacional, cuantos países pueden hacerlo, porque tampoco todos pueden, se estén volcando en estos momentos en la ayuda de todo tipo a la nación franco-americana. Haití, desde 1697, año en el que se firmó la Paz de Ryswick, ha sido colonizada por Francia, pero su origen es tan español como cualquiera otra nación de América del Sur. Haití, fue cedido por España a Francia, como consecuencia de dicho Tratado del que fueron signatarias , además de España y Francia, Holanda, Inglaterra y el Imperio. Ello para poner fin a la guerra de la Liga de Habsburgo y para "bajarle los humos" a Francia, pese a que, como siempre, ésta sacase tajada, conservando la mayor parte de las conquistas de Luis XIV, si bien hubo de reconocer la imposibilidad de establecer su hegemonía en Europa. Es cierto que a España le fue entregado Luxemburgo. Y tan sólo por este motivo en Haití se habla hoy francés. Pero, la República de Haití, ocupa la parte occidental de la isla que se llamó y se llamará siempre "La Española", porque allí puso el pie por vez primera, en todo el Continente y en nombre de España, el Almirante Cristobal Colón. Y al otro lado, en la República Dominicana (¿cómo estás, Antonio?) se habla español. Antonio, es mi amigo, un Padre Misionero de los Sagrados Corazones, Antonio Fernández Cano, a cuya ordenación sacerdotal asistí en el mes de Mayo pasado, aquí en Madrid, en la Parroquia "Nuestra Señora del Lluc". Antonio, era un colega en el ejercicico de la Abogacía, en Valencia, un Abogado de éxito que, un día, quiso defender otra causa mucho más elevada y noble. Como el mismo dijo después, "liquidó", su Despacho, su biblioteca, su automovil todos sus bienes, los distribuyó entre sus sobrinos, y se fue a los suburbios de Buenos Aires, donde permaneció como misionero laico, hasta ingresar después en la Congregación, estudiar Teología en la Argentina y venir a España, tan sólo para ordenarse sacerdote de Jesucristo. Tras su ordenación, fue destinado a la Republica Dominicana, donde estará en estos momentos. Estoy seguro de que habrá cruzado la frontera y se hallará entre los heridos y el dolor del pueblo vecino. La Historia de Haití (que significa "Tierra montañosa"), desde su Independencia de Francia, en Enero de 1904 (hace ahora, por tanto, exactamente 106 años), ha sido tortuosa y en cierto modo sangrienta. Hubo de superar, su división entre el Norte y el Sur de su territorio. En el Norte, un despota tirano, llamado Henri Christophe, llegó hasta proclamarse rey, en 1811. En el Sur, Alexandre Pétion, elegido Presidente de la Republica en 1807, estableció un régimen más humanitario y prestó ayuda a Bolívar. También Haití ha sufrido la intervención norteamericana de Washington, hasta la época de Roosevelt, en la que los marines, en 1934, abandonaron el país. Hoy es una tierra inundada no por los marines sino por el dolor.. Todos, en la medida de nuestras posibilidades y formas de expresión, deberíamos mostrar nuestra solidaridad con esta sufrida nación. Yo, no soy más que un español, lo digo reiteradamente. Nadie es más que sí mismo, pero, desde lo más hondo de mi corazón, envío mi abrazo a todos los haitianos. Luis Madrigal.-