lunes, 25 de junio de 2012

¿QUÉ ES VERSO?



EL VERSO. ¿QUÉ ES VERSO Y QUÉ NO? ELEMENTOS ESENCIALES DE LA VERSIFICACIÓN CASTELLANA

Luis MADRIGAL


Todo el mundo, o una buena parte de él, habla frecuentemente de “verso”, o de “versos”, pero creo que se pueden encontrar razones y fundamentos serios para afirmar que muchas personas, bastantes, no saben qué es exactamente un verso, aunque les parezca saberlo. ¿Qué se debe entender por “verso”? ¿Cuál es el concepto esencial de verso? ¿Qué es y qué no es un verso? Porque, no toda línea, debajo de la cual se escribe otra, en sentido vertical, dejando entre ambas un espacio en blanco, constituye un verso, por mucho que algunos se empeñen reiterativamente en ello, porque el verso no es la línea, ni es por tanto, una línea, ni cada línea de las que encierran o delimitan los espacios en blanco, dentro de un texto literario que pretende estar escrito “en verso”. Podrá ser Poesía, y hasta pura lírica, y no ya solamente un texto expositivo, épico, narrativo o cómico, pero, desde luego, verso, no puede ser, si no alcanza las notas o elementos esenciales que constituyen la versificación. Al menos, la versificación en castellano.

La falsa tendencia a entender por verso lo que acabo de decir que no lo es (ni podrá serlo nunca en lengua castellana), tiene una explicación puramente etimológica, por la razón de que, en latín, “versus”  hace referencia a los surcos del arado en sus movimientos de ida y de retorno. Así, pues, cuando yo escribo una línea, de la extensión que sea, y sitúo después mi pluma en el extremo inverso para iniciar el comienzo de otra nueva línea, no ya por eso estoy escribiendo versos, ni por ello en verso. No sólo por eso. Esta restricción del concepto de verso, tan tajante, o su definición en sentido negativo, desde luego tiene algunas excepciones. Pero, eso ya lo veremos. En principio, para construir versos, digamos versos “regulares”, y no “irregulares”, son necesarias algunas cosas más.

En sentido riguroso y al mismo tiempo exacto, Verso es un conjunto de palabras, sujetas a medida y cadencia, según una regla fija y determinada. Eso es verso. Ya veremos después si eso priva o no de “libertad” al que trata de elaborarlo; si puede o no hacer que alguien se sienta “prisionero” de las reglas. Tal vez, como cualquier otra habilidad o destreza, como jugar al tenis o conducir un automóvil  -sobre todo si se trata de un “Fórmula 1”- la composición de versos, que verdaderamente lo sean, comporta o exige determinada aptitud  o capacidad. Esto, sin duda es así, pero, de concurrir un mínimo de tal destreza, voy ahora a sostener por mi parte la afirmación de que es falso el argumento según el cual las reglas, las formas rígidas, “aprisionan”. Porque en absoluto eso es cierto, sino más bien, todo lo contrario. Más bien lo que sucede, y sucede de una manera dulce y naturalmente armoniosa, es que, cuando la “melodía” llega a través del éter al que trata de componer un poema en verso, el propio sentimiento que se desea expresar busca del modo más natural  -casi “biológico”, podríamos decir-  el cauce instrumental más adecuado, dentro de cada una de los diversos tipos de verso y de estrofa, como el agua de los arroyos busca a los ríos.

En el frontispicio del Blog de mi colega María Bote (mariabotebote.blogspot.com.es/), se alzan las palabras del poeta y ensayista británico, nacionalizado estadounidense, Wystan Hugh Auden (Londres, 1907-Viena 1973): Bienaventuradas las reglas de la Métrica que anulan las respuestas automáticas, nos fuerzan a pensar dos veces y nos liberan de los grilletes del ´yo´”. Así, pues, más bien, las reglas “liberan”, mucho más que aprisionan. Yo, estoy de acuerdo con Auden, y por supuesto también con María, como también lo estoy con nuestra colega en el cultivo de la Poesía y amiga común Francis Quintana (paquiquintanavega.blogspot.com.es/), y con la abulense, residente en Cataluña, Candela Martí (delovividoylosonado.blogspot.com.es/). A las tres sigo con interés desde hace ya algún tiempo, en sus respectivos Blog y remito a los mismos en el mío propio. No es cuestión de “partidismo” alguno. Naturalmente, también sigo y admiro a otras poetisas y poetas que no siguen las reglas métricas, que no escriben propiamente en verso, y sin embargo alcanzan altas cotas de lirismo. Pero de esto también diré algo, en su lugar adecuado, dentro de esta exposición teorética que me propongo efectuar sobre el Verso en sus más diversas y amplias dimensiones. A tal fin, proyecto dedicar al menos las mismas entradas que ya dediqué hace algunas fechas, a la otra gran estructura del lenguaje, la Prosa. Y pido disculpas a quiénes posiblemente hayan podido encontrar aquéllas y puedan encontrar éstas dos veces, ya que también se han publicado y publicarán en otras Páginas de Literatura hispánica, de España y de América.

He aludido ya, anteriormente, a “cada uno de los diversos tipos de estrofa”. Y sin duda he hecho muy mal, porque todavía no he dicho qué es lo que es preciso entender por estrofa. Y sin embargo, aún es pronto para ello. Antes, a su vez, es necesario desgranar otros muchos conceptos, dentro de un orden, de un esquema conceptual que pretenda ser lógico, para que pueda ser comprensible con total y absoluta nitidez. Pero, siguiendo y enlazando con las palabras de Auden, he de decir que por Métrica, hay que entender el estudio de las distintas clases de versos por razón de su medida. Y no sólo por esto. En primer lugar, es el Metro el que determina la clase de cada verso, dentro de las diversas medidas. Y la unidad de medida es la sílaba. Pero, en sentido más amplio, la elaboración del verso ha de verse sometida a la presencia de otros elementos. Y, en este sentido los cuatro elementos que, en mi opinión, componen la versificación castellana son los siguientes:
          
1. El número de sílabas de cada verso, en cuanto guarda proporción con el espacio de tiempo que se tarda en pronunciarlas. Por sílaba, en principio, hay que entender lo mismo que en Gramática (sonido que puede pronunciarse con una sóla emisión de voz, o más exactamente, “sonido o sonidos articulados que constituyen un solo núcleo fónico entre dos depresiones sucesivas de la emisión de voz”), aunque con determinadas excepciones, o licencias, a las que me referiré más adelante. Pero, este primer elemento, guarda ya una íntima relación con la Música, que en sentido técnico no es otra cosa sino el arte de medir y combinar los sonidos con el tiempo.

2. El acento rítmico. Es el acento propiamente constitutivo del verso. Porque, no se trata del acento gráfico, o tilde, consistente en  la rayita oblicua que baja de derecha a izquierda (´), y que es el acento ortográfico, ni tampoco del acento prosódico, consistente en conferir un cierto relieve a la pronunciación, sino en dotar al verso de esa cadencia, o ritmo, a la que anteriormente me refería, y cuya función esencial es la de que un verso, en combinación con los demás, adquiera un tono preponderante, o de dominación, en virtud de este tipo de acento, llamado también por este motivo, acento dominante y, a la sílaba o sílabas tónicas portadoras del mismo, sílabas de acento dominante. Y así como no puede existir una palabra sin acento prosódico, tampoco es posible formar un verso sin su acento rítmico.

3. La cesura.  La cesura es una pausa, entre las dos partes en que se divide el verso, llamadas hemistiquios. Esta pausa, apenas perceptible, contribuye de modo notable a incrementar el efecto del acento rítmico, para alcanzar la máxima armonía del verso. Casi todos los versos castellanos, admiten cesura, aunque otros no la admiten, ni tampoco es necesario que la haya siempre. Por otra parte, generalmente, no puede existir cesura entre adjetivo y nombre o bien entre nombre y artículo. Aportaré un simple ejemplo de cesura, tomado del Libro de Alexandre:

Primer hemistiquio:               Segundo hemistiquio:

El mes era de mayo           /          un tiempo glorioso
cuando fazen las aves       /          un solaz deleitoso.

Y otro de Rodrigo Caro, en “A las Ruinas de Itálica”:

Cámpos de soledad /        mustio colládo

Fácilmente puede observarse que los versos de mayor medida, resultan mucho más accesibles a la cesura, como sucede en el primer ejemplo, en el que son de 14 sílabas, o alejandrinos; y también en el segundo, en el que el verso endecasílabo es sin duda de los más apropiados a la introducción de aquélla.

4. La Rima.  Como puede observarse, este último elemento, de indudable transcendencia en el verso rimado (porque ya veremos que hay otro tipo de verso, sin sujeción a rima), es sin embargo el último que se señala, con la deliberada intención de poner de relieve que, aunque la rima es importante, no lo es tanto como se cree, y por ello, antes de estar pendiente de ella, es preciso prestar atención a los tres elementos anteriormente indicados. Sin la rima, desde luego, no puede haber verso rimado, por propia definición, pero sin medida (idéntica o no en todos los versos) y sin acento rítmico -aunque no siempre sin cesura, como ya he dicho- no puede haber verdadero verso. O al menos, verso “regular”, aunque también quepa construir, como se verá, versos “irregulares”, o “impropios”.

A estas cuatro notas, o elementos, yo me permito añadir  -es una idea exclusivamente mía, no pretenda nadie encontrarla en ningún tratado al respecto-  una nota más. Es esta, la relativa al máximo número de sílabas de las que puede constar un verso, porque parece muy claro que, en ningún caso, un mismo verso pueda tener, por ejemplo, cien, quinientas o mil sílabas, ocupando sobre el papel una superficie lineal de 100 metros, por ejemplo. Entre otras cosas, no habría soporte que lo permitiese. Me refiero al mismo verso, a un único verso. Por eso, se habrá de estar de acuerdo, necesariamente, en que todo verso ha de tener un máximo número de sílabas, del mismo modo que también un mínimo. Pero, habrá que fundamentar la razón, el por qué esto tiene que ser así, tanto en cuanto al mínimo como en cuanto al máximo número de sílabas, aunque esto último fundamentalmente ya lo hemos hecho. De momento, queda planteada la cuestión, que prometo abordar, más adelante, en su lugar oportuno. 

En sucesivas entradas, dentro de esta misma serie, dedicada al Verso, me propongo exponer y analizar no sólo estos cuatro  -que, tal como ha quedado planteada la cuestión, en realidad son cinco, desde mi particular punto de vista- elementos esenciales de todo verso regular, sino también otros artificios, mecanismos o figuras de la versificación; las posibles licencias para alcanzar la medida del verso, asi como las clases de éstos, por razón del número de sílabas; el concepto de estrofa y la estructura combinatoria de los versos y de la rima, hasta construir un tipo u otro de las muy diversas clases de estrofa, con indicación de su propio nombre, atendiendo, a su vez, a una u otra posibles clases de rima, o a la falta de ella en determinados tipos de verso. Y, como según se dice la mejor forma de demostrar el movimiento es andando, también aportaré, con la mayor modestia, algunas muestras de mi propio Verso, aunque creo, en este humilde Blog, son ya conocidas desde hace algún tiempo. Ya dije aquí también, no hace demasiadas fechas, en una de las entradas dedicadas a la Prosa, que si bien mi madre me recomendaba con cierta guasa no rotular el forro de aquel libro de Oscar Wilde, como “Verso y Prosa de Luis Madrigal”, desde aquel día no he dejado de pensar en poder hacerlo.Mi más cordial saludo hasta entonces y siempre, queridos amigos de la Poesía en Verso.