Maldigan a los que maldicen el día, los que se aprestan para despertar a
Leviatán.
(Job 3:8)
Al fin, poco a poco parece ser que, en España,
alguien o algo, va o van despertando a Leviatán. Al Leviatán hebreo y bíblico,
a fin de cuentas creado por Dios, pero también llamado a ser destruido con su
espada, fuerte y dura.
Leviatán (en hebreo,“enrollado”) es una bestia marina del Antiguo Testamento, a menudo
asociada con Satanás, creada por Dios, según el propio Génesis. El término Leviatán ha sido utilizado y reiterado, en
numerosas ocasiones, como sinónimo de gran monstruo o criatura por esencia del
mal. Hasta existe una película del año 2014, con este mismo nombre por título.
La descripción de “Leviatán” se encuentra también en Job (41:1-34) y encaja perfectamente con
el cocodrilo y el “mar” del versículo 31. Por tanto, puede referirse a una
bestia habitante de un río, como el Nilo, o a otra gran vía fluvial. No
obstante, hay que tener en cuenta que a algunos cocodrilos, como los cocodrilos
del Nilo (Crocodylus niloticus), se
les ha hallado a lo largo de la costa, y que en algunas ocasiones se adentran en
el mar, a cierta distancia de la tierra. En todo caso, el término hebreo “Taninim”, relativo a Leviatán, hace
referencia a un monstruo marino, cocodrilo o gran serpiente, y el mencionado
nombre resulta de uso genérico para monstruos marinos. Hasta tal punto que, durante
la edad de oro de los viajes a través del mar, los marineros europeos vieron al
Leviatán como una gigantesca
ballena-monstruo, o generalmente una serpiente marina, que devoraba naves
enteras al nadar alrededor de los cascos, creando rápidamente un torbellino.
En el Judaísmo, se llama “Lotán” al monstruo policéfalo y septiforme encarnación del Caos, vencido para dar inicio a la
Creación. Y hay una leyenda, de acuerdo con la cual Dios creó a Leviatán macho
y hembra, pero mató a esta última para dar de comer a los hombres honestos, ya
que si los “leviatanes” llegasen a procrear, el mundo entero no podría
dominarlos. No quisiera que ninguna “progresista” tomase esta idea como una
quintaesencia del “machismo”.
El Leviatán es mencionado expresamente en el tratado
talmúdico Avodah Zará: En un día hay doce horas. En las primeras tres horas, Dios
se sienta y aprende la Torá; durante las segundas tres horas, juzga al mundo. En
las terceras, lo alimenta. Por último, en el cuarto periodo de tres horas, Dios
juega con el Leviatán… Aunque no dice el santo Rabbí Yehuda HaNasí -el editor de la Mishná- que después lo mata. Esto último lo había
dicho mucho antes el Profeta Isaías.
En el Cristianismo, la interpretación cristiana del
Leviatán le considera como un demonio asociado con Satán, o el Diablo, y
algunos especulan que es el mismo monstruo que Rahab (Isa 51:9). Viene muy a cuento señalar que Rahab, más que un
demonio, fue una prostituta de Jericó que ayudó a los espías israelitas de Josué.
Sin embargo, en la demonología medieval, un Leviatán
es un demonio acuático que intenta poseer a las personas, siendo estas
difíciles de exorcizar. Por último, en el Satanismo, "la biblia satánica" dice que el Leviatán es uno de los cuatro
príncipes del infierno, junto a Satán,
Lucifer y Belial.
Al margen de toda mitología, aunque esta sea pseudo
religiosa, “Leviatán” es también el título vulgar de la obra “filosófica” y política del politólogo inglés
Thomas Hobbes sobre el contrato social y la creación de un Estado ideal. Se ha
dicho muchas veces el por qué Hobbes tituló así a su libro, "Leviatán", publicado en el año
1651, y una de las primeras causas de ello sería la influencia y el miedo en
Inglaterra de la poderosa Armada española. ¡Qué tiempos aquellos! Es una
verdadera lástima que no suceda ahora lo mismo.
La obra de Hobbes, sin duda alguna es acusadamente materialista,
y puede entenderse como una justificación del Estado absoluto, a la vez que
como la proposición teórica del contrato social, que trata de establecer una
doctrina de Derecho moderno como base de las sociedades y de los gobiernos
“legítimos”. En la primera de sus cuatro partes, Hobbes, se dedica al estudio
del hombre, que a su juicio no es más que una realidad de mera experiencia,
para poder estudiarlo en la segunda como miembro de la sociedad. La finalidad
de ésta no es otra sino la de garantizar la seguridad individual, poniendo fin
a los conflictos de intereses de tal carácter. Las leyes morales, según postula
Hobbes, se oponen a las pasiones naturales y, en consecuencia, aunque admite la
autoridad divina como fuente de las leyes naturales, considera que la misión
del Estado (o República) no es otra sino exclusivamente la de organizar y
regular las res públicas, para
obtener soluciones colectivas, quedando reducida no obstante la libertad del
individuo a los espacios donde la ley guarda silencio y no se pronuncia. Por
tanto, el término “República”, en Hobbes, como en la Roma antigua, no es
equivalente a la ausencia de monarquía. Esto debería ser tenido muy en cuenta
por algunos en España, en nuestra actualidad política nacional.
En la tercera parte de su obra, Hobbes, cuestiona y
niega la realidad de los Diez Mandamientos, porque, ¿cómo podría saber el
pueblo de Israel que fue Dios quien se los dio a Moisés, si nunca los judíos pudieron
acercarse al Monte Sinaí? Por tanto, la relación entre el poder espiritual de
la Iglesia y el temporal del Estado, ha de resolverse siempre en términos de
total subordinación de la primera al segundo y concluye que la facultad de
elaborar la ley es exclusiva de aquél.
Mucho más aún, en la cuarta y última pate de su
obra, Hobbes, afirma que las fabulosas tradiciones que sostienen la mitología
cristiana, aparte de estar impregnadas incluso de cierto ateísmo -lo cual por desgracia hasta pudiera ser
cierto, ya en 1651- conducen a “el reino de la oscuridad”. Pero, cuando
Hobbes se refiere a tal reino no está pensando en el Infierno, al no creer en
éste ni en ninguna otra categoría teológica, sino a la oscuridad de la
ignorancia como opuesta a la luz del verdadero saber. Y también, antes que
nada, rigurosamente en esta misma dimensión, es en la que es preciso contemplar
el actual momento político de España.
EL PSOE, esto es, el Partido Socialista Obrero
Español, que nunca ha sido nada español, y menos aún en su incestuosa coalición
actual con la anti-España y con el comunismo marxista, no es el Leviatán, ni mucho menos. Por infinidad
de razones, no puede llegar a tanto, dada su masificada insignificancia, pero
sí el encargado históricamente, en España, de despertar al monstruo, más o
menos cíclicamente. Ya lo hizo en 1936, cuando fue la causa radical del
estallido de aquella guerra fratricida entre los españoles que tanto daño nos
ha hecho a todos los que queremos serlo y, posteriormente, en diversas
ocasiones, ha tensado la cuerda de la razón y la sensatez hasta extremos
peligrosos, tan sólo en aras de sus utopías, contradicciones y banalidad.
En el año 1979, bajo el lema “Forjando el Socialismo”, renunció formalmente al marxismo,
argumentando fundamentalmente que éste tan sólo es “un método de análisis”, pero sin admitir nunca lo que
verdaderamente ha sido siempre y por desgracia aún es. Un totalitarismo atroz y
un reguero de odio y de sangre, conducente a la pobreza y la ruina, material y
moral.
En sus inicios, el PSOE, fue fundado por un
tipógrafo, esto es, un “juntaletras” de caja de impresión, maltratado por la
injusticia social, eso también es cierto, lo que le condujo al dolor, el hambre
y la miseria, pero que no obstante era en principio pacifista, pese a llegar a
amartillar una pistola en la tribuna del Congreso de los Diputados. La inmensa
mayoría de sus gentes, fueron inteligencias de la más baja extracción, con
luminosas singularidades como las de aquel discípulo de Ortega, José Gaos, que
siendo a la sazón Rector de la Universidad de Madrid, desfiló por el Paseo de
la Castellana, con un fusil sobre el hombro, manera nada intelectual de
producirse, para terminar negando e injuriando a su glorioso maestro. Eso sí,
desde Méjico. También -del mismo modo
que, en un estercolero puede nacer una orquídea- además de la luz, hasta llegó a habitar la
bondad y la nobleza en aquellas masificadas filas. Hay que referirse como casi
única excepción a Julián Besteiro, aquella luminosa alma de Dios, de preclara
inteligencia, que llegó a salvar vidas humanas, de pensamiento distinto al
suyo, en medio del caos y la barbarie.
Y también ha habido otras mentes ilustradas e
ilustres entre sus cuadros dirigentes. Últimamente el Sr. Don Josep Borrell
Fontelles y antes otros por el estilo, el Ex-Alcalde de la Coruña, Don
Francisco José Vázquez Vázquez (“Paco
Vázquez”), o el hijo de Nicolás Redondo
–también éste un buen hombre- Don
Nicolás Redondo Terreros. A cualquiera de estos últimos se podría votar para
que fuese Presidente del Gobierno de España. Pero, una vez más, y ya son
demasiadas, se invierte el esquema lógico, no llegan a ejercer el poder
político los que en la Grecia clásica eran los aristoi -los mejores- sino la más degradada casta intelectual. No
es una cuestión, ni aproximada, de ideologías, sino exactamente de amplitud de
cerebro, bagaje de ideas y sentido común. Y, sobre todo, de falta absoluta de
esa torpe ambición, que se llama materialismo, oportunismo, “buen vivir”,
seguro perpetuo de vida, bajeza de miras y, en síntesis, vanidad, tan sólo
vanidad y nada más que vanidad. Podría decirlo y escribirlo también en griego
clásico, pero renuncio a esta chulería, posiblemente, casi siempre, fruto
asimismo de idéntico vicio.
Pero los últimos ejemplares del PSOE son incomestibles
de todo punto. Primero, aquel señor gracias a Dios nacido en Valladolid y que
León ha tenido la deshonra de soportar, un señor cuyo apellido era el de
Zapatero y que nunca debió dedicarse a otra actividad sino a la que hace noble
referencia su propio apellido. Y ahora este otro “zapatero” remendón, mediocre,
amigo del plagio, asaz mentiroso, cobarde y traidor, por todo lo que de él se
publica en los periódicos y por lo que, de hecho, ha permitido, al exclusivo
fin de sostenerse como pueda en la silla. La entrada en el Gobierno de España
de esa execrable y maldita plaga asesina que es el comunismo y los comunistas,
situando nada menos que como Vice-Presidente al traidor que asesora mediante
precio, y nada barato, a la República Bolivariana de Venezuela, pese a haber
declarado pre-electoralmente que jamás haría tal cosa. Además de mediocre, amante
del plagiar (término originariamente equivalente a “robar esclavos”) y mentiroso compulsivo, este individuo, rebasa los
límites de toda mentira para incidir de pleno en la estafa a los electores. Es
un estafador, tan torpe como envilecido. Ya sólo por este motivo, el actual
Gobierno de España es un gobierno moralmente ilícito y hasta puede que también
jurídicamente, en una proyección amplia de la doctrina clásica sobre el fraude
de ley, trasladada al ámbito del Derecho constitucional. En cualquier caso, lo
que resulta incuestionable es que, este nuevo zapatero remendón, en este
momento, se ha convertido en una pieza, o en un mero instrumento, para la
implantación progresiva del comunismo en España. Dios no lo quiera, eso sí.
Este señor, ha venido nuevamente, en esta hora tan
amarga y decadente de todo lo que es y significa el espíritu y el intelecto, a
despertar a Leviatán. No hay más que
echar una mirada de soslayo a cualquier periódico, porque a leerlos hay que
atreverse. Y hace falta mucho valor.
Sin embargo, tampoco es necesario contemplar este
abismo moral, intelectual y cultural, desde la perspectiva del miedo. Nada de
miedo. “No tengáis miedo…”, nos dijo
a los cristianos el Papa Juan Pablo II. Leviatán, siempre, aunque a veces se
hace un poco tarde, es vencido y aniquilado. Por el mismo Dios, de quien en el
fondo procede todo lo creado, incluso “los
hijos de las tinieblas”. Por eso dijo Jesús que estos últimos se organizan
mucho mejor que los “hijos de la luz”.
Pero también ha dicho el Profeta Isaías, como ya anticipaba antes, que: “En aquel día Yahvé castigará con su espada
dura, grande y fuerte, al Leviatán serpiente veloz, y al Leviatán serpiente
tortuosa; y matará al dragón que está en el mar.” Por eso no hay que tener
miedo.
Es de general conocimiento la trágica historia del
doctor Fausto, leyenda alemana muy anterior a que el inglés Christopher Marlowe
la escribiese, en 1604, y a que el francés Hector Berlioz le pusiese música, en
1846. El Doctor Fausto, que sin duda no había copiado a nadie para presentar su
“tesis doctoral”, puesto que ya lo era, ya era Doctor, además de un gran
erudito, más que saber o conocimientos (no le vendría nada mal a este otro
señor saber por lo menos algo de algo), lo que ansiaba era el poder. Y, a
cambio de él, vendió su alma al diablo, a Mefistófeles. El resultado final, no
fue el de pudrirse en la cárcel, sino el de ser condenado al Infierno.
Luis Madrigal
En la
imagen superior, Leviatán, en compañía de Behemot,
otra bestia también mencionada en Job (40:10-19,1), cuyo nombre ha llegado a
ser usado para connotar algo extremadamente grande o poderoso, y que podría ser
un hipopótamo actual, un dinosaurio de eras pasadas u otro animal desconocido.
También está acompañado de Ziz, conocido como Renanim, Sekwi o hijo del
nido, un pájaro gigante de la mitología judía, del cual se dice que puede
bloquear el sol con sus alas. Asimismo, es considerado un arquetipo de animal
gigante o monstruoso.
Y viene muy a propósito que la música que hoy acompañe a esta entrada, sea
la de la marcha húngara sobre la Condenación de Fausto. Podría ofrecer la
versión de Herber von Karajan, con la Filarmónica de Berlín, sin duda de
superior calidad, pero es mucho más refrescante y esperanzador escuchar la de
la Joven Orquesta de Jerez, donde un puñado de jóvenes músicos españoles, en
vez de “levantar el puño”, tañen,
frotan, puntean, percuten o hacen vibrar a los instrumentos musicales
aerófonos.