EL TRACTOR
Este
gigantesco artefacto, tan feo y con aspecto de mala leche, debió venir a ser
sin embargo de gran ayuda, para quienes, en lugar de ser futbolistas, modelos o
cantantes de concurso de TV, trabajan de verdad, en la agricultura, en el campo, que es, además de los de minero o de buzo, uno de los oficios más duros y
sudorosos. Eso sí que es “sudar la camiseta”. Casi lo sé por experiencia
propia, aunque breve y ya muy lejana, desde que siendo niño me subí a un trillo
tirado por mulas. Verdaderamente, para unas pocas horas, aquel alegre trote era
un auténtico placer, pero no tanto todo lo que seguía, hasta poder recoger el
trigo, y hacer que este divino tesoro se deslizase entre las manos.
Hoy que,
por desgracia, no hay ya casi trabajo para poder ganarse el pan con el sudor de
la frente, abunda por el contrario, además de los maleantes comunes, en sentido
estricto, ya sean políticos, banqueros o miembros de ilustres familias, una
densa bandada -lo que sin duda viene de
“banda”- de trabajos y profesiones
perfectamente inútiles para el cuerpo social, tanto esencial como incluso accidentalmente.
No voy a detallar por mi parte más, y menos a confeccionar ninguna lista, a fin
de no ofender a ninguno de estos parásitos, a quienes, encima, se reverencia y
hasta llega a adorarse. ¿Nada nuevo, verdad? Ya, ya lo sé. Ya sé que ni yo, ni
ninguna otra insignificante hormiga como yo, ni siquiera el Gobierno, en sesión
plenaria, ni el Parlamento de Estrasburgo, la ONU, el Pentágono o el Congreso
de los Estados Unidos de América, podrían conseguir nada en sentido contrario.
Verdaderamente, es una tragedia que esto tenga que ser así.
Ni tan
siguiera, por desgracia para mí, puedo comprarme un tractor, dado que nunca he
tenido ni he querido tener un coche, un automóvil. Supongo que tal maquinaria agrícola tiene que ser excesivamente cara, o mejor dicho de un elevado coste,
inasequible para mí. De poder adquirirlo, por otra parte, para poder darme el
gusto de meterlo en la Gran Vía de Madrid, o mejor aún en la Diagonal de
Barcelona, necesitaría aprender a manejarlo, a lo que de antemano también
renuncio. Pero lo que sí puedo hacer es evocarlo, elaborar un Canto al Tractor. Y ni eso siquiera puedo
hacer, por la sencilla razón de que tal canto ya ha sido elaborado hace años,
precisamente en Asturias, tierra colindante a la mía, de tan entrañables
recuerdos como con frecuencia vienen a mi mente. ¡Oh, Oviedo!, mi primer Alma Mater, la Vetusta de Clarín, casi
siempre entre brumas misteriosas y cielos grises, como me recibía a mí también
casi siempre, pasada la Cobertoria, en el término municipal de Lena. ¡Oh,
Puerto de Pajares…! Mi puerto, el mío, donde hace ya tiempo deberíamos los
astur-leoneses haber echado abajo la linde, “tirao
la seve”, para ser lo que fuimos siempre. Eternamente. Tengo que pasar el Puertu, el Puerto de Pajares, tantas veces “cerrado”, como pudieron
verlo mis ojos de niño, a veces incluso ya casi en verano, según proclamaba
aquel cartel de carretera -la Carretera
de Asturias- a la salida de mi León
natal y bimilenario.
Asturias,
no tanto León, creo yo no es tierra precisamente propia de tractores. Sus
abundantes y empinadas laderas, en las verdes montañas, ni lo necesitan tanto
ni tal vez podrían admitirlo. Pero, no obstante, allí se hizo, allí nació, como
nació España en la Cueva de Covadonga, la canción al tractor. No es
precisamente ninguna sinfonía, pero mucho peor eran los Beatles, aquellos melenudos
rapazacos de Liverpool ("Deus Nobis Haec Fecit") y ahora dicen que son ya unos “clásicos”, como Bach y
Mozart; como Beethoveen, Schubert y Tchaikovsky, después de haber dejado tras
de sí esa peste capaz de causar una infección de oídos. ¿Será posible, tanta
mediocridad y tanto desorden y despropósito?
Por eso,
yo voy ahora a ofrecerles este bello canto al tractor, que nació en Asturias.
Los asturianos, pueden ser geniales. Por eso, en la letra de este alegre canto,
se proclama que el tractor “ye” la
última hora, y por eso “voy traelo”
para impresionar a los dueños de los modelos automovilísticos más avanzados,
porque tiene todo el aire acondicionado que pueda caber en la atmósfera del
Planeta y porque “ye” la forma más
barata de tener descapotable.
Un fuerte
abrazo a todos los que utilizan un tractor, para ir a su casa de campo los
fines de semana, aunque no sea amarillo. Pero si puede ser amarillo, mucho
mejor.
Luis Madrigal