La ceniza es el polvo de color gris que queda después de una combustión completa. En consecuencia es el resto inicialmente inconsumible de todo ser muerto, ya sea por icineración o por descomposición de sus tejidos. En síntesis, es polvo y, por ende, polvo del hombre. Por eso, en cierta medida, personalmente me gustaba más la fórmula anterior que la que actualmente se pronuncia, al depositar los restos icinerados de los Ramos del año anterior, sobre la cabeza o la frente de los fieles, que en esta Festividad la reciben. Se decía anteriormente, por no decir ya "antiguamente", en este rito: "Memento homo, qui a poluis eris et a poluis reverteris". Cuando yo era un niño pequeño, traducía por mi cuenta, un tanto libre e inexactamente: "Recuerda, hombre, que eres polvo y en polvo te convirtieres". ¡Qué desastre!. Sobre todo el tiempo verbal por el que traducía la palabra latina "reverteris", transformándola arbitrariamente por mi cuenta en futuro de subjuntivo (tal vez influido por Cervantes en El Quijote, que ya había comenzado a saludar de lejos), cuando lo era de indicativo. En realidad, todo ello era futuro y yo lo había convertido, mitad y mitad, en presente de indicativo y en futuro de subjuntivo, con lo cual la concordancia se iba a hacer gárgaras. Un desastre de traducción. Más tarde, cuando comencé a estudiar Latín en el Bachillerato (Plan 1938, ¡qué viejo soy ya, Dios mío!) advertí mi craso error. Los verbos latinos regulares hacen su futuro en ero-eris-erit (seré-serás-será) y lo mismo sucedía con el verbo reverto-verti-versum, que significa muchas cosas, volver sobre los pasos, pero también "convertir en". En consecuencia, "reverteris", tenía que traducirse como futuro de indicativo, exactamente igual que "eris" (del verbo sum). La traducción correcta, era, pues: "Recuerda, hombre, que serás polvo y en polvo te convertirás". Mejor así, mucho más optimista, menos angustioso. Todavía no era yo polvo, pese a que iba a serlo después de mi muerte. Pero cuando se tienen tan pocos años como yo tenía entonces, la Muerte, casi ni existe, porque se la ve allá muy lejos, casi como si nunca fuese a aparecer.
Hoy, la Iglesia, no sólamente ha hecho más "cortesana", más humanitaria, menos "acojonante", con perdón, en su dialogo con el mundo, la formula del Miércoles de Ceniza, sino que ha establecido un matiz que me parece muy positivo y alentador. Ya no se trata de asustar, sino de insistir en el Camino que a todos ha de conducirnos al más feliz final de nuestra existencia. Y ahora, se dice: "Conviértete y cree en el Evangelio". O bien, tras el arrepentimiento de los propios pecados por parte del que va a recibir la ceniza, el Sacerdote manifiesta: "Que Dios te dé un corazón nuevo y misericordioso". Estas fórmulas son menos alarmistas, nada escatológicas, si se quiere más "descafeinadas", pero sin duda también mucho más optimistas y esperanzadoras. Porque, si nos convertimos, que no es otra cosa -convertere- sino "verter hacia nosotros mismos", para encontrar dentro de nuestra más profunda intimidad el Evangelio, que es la Buena Noticia, ninguna otra cosa, y menos aún trágica, cabe pensar, sino tan solo la alegría y la esperanza más firmes en nuestro futuro de ultratumba. Tampoco es ninguna simpleza, recibir un corazón nuevo y misericordioso. ¡Celebrémoslo, pues con júbilo!. Y, perdón, por terminar de un modo tan brusco, pero se me está haciendo tarde: Tengo que ir a "tomar", o recibir la ceniza, sobre mi cabeza, porque soy un hombre. Las mujeres, la reciben en la frente, como muestra la imagen de arriba. ¡Y sólo dispongo de un cuarto de hora para llegar. ¡Feliz Miércoles de Ceniza, amigos todos! Luis Madrigal.-
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