jueves, 30 de abril de 2015

EN EL SILENCIO, ESCUCHO



LOS ECOS DEL INVIERNO


¡Ah… mis montañas verdes, ya perdidas,
donde reina la calma vestida de esmeralda
junto a crestas azules que se pierden
en el eterno arcano, bajo el cielo.
¡Oh… mis montañas…! Sus raíces
se funden en el tiempo con las mías
y vibran al unísono y entienden
el mismo verbo, ayer crucificado,
que en el altar secreto de mi pequeña historia
esperan encontrarme solitario.
Aquellos riscos que la luz tamizan
han de volver a mí y, dentro de ellos,
de su seno escondido y misterioso,
absorberé la sangre de los muertos
para inyectarla, suave y lenta  -¡ya!-  en mis venas
y así resucitar el gran misterio
que escuché tantas veces, junto al fuego,
en las plácidas noches del invierno,
que nunca volverán…
Ahora que ya que, el verano, se ha hecho Invierno.


Luis Madrigal