martes, 20 de enero de 2015

EN PLENO INVIERNO



NADA


Se levantó. Miró al cristal. Llovía.
Un tenue velo hería la ventana.
Anunciaba  -al nacer la fría mañana-
que un día desapacible volvería.

En el reloj, ya casi mediodía
había transcurrido con desgana,
sin hacer, ni vivir, y sin la sana
pasión que da la fuerza y la energía.

¿A dónde ir? ¿Qué hacer? Si nada había
dentro del alma, tibia, destemplada.
Ni nada que saber, que ya sabía

que no hay amor sin alma enamorada,
ni es posible vivir sin alegría,
ni nada es la verdad, ni nada es nada.


Luis Madrigal