jueves, 23 de mayo de 2013

PADRE NUESTRO, ¿POR QUÉ ESTÁS EN EL CIELO? (y X)



X

AMÉN

Amén, Señor, es “así sea”.
Pero, “así sea”, sólo con palabras,
es un amén que suena... a "que no sea".
Las palabras... el viento se las lleva.
Habrán de ser mis hechos, las razones
de que amor pongo sobre las palabras
y, de palabras, hagan nacer flores
en duro pedregal, yermo y vacío.
Que, sin dar fruto, se secó la higuera
y “por sus frutos”  Tú has de conocernos,
Que no es decir “Señor”, lo que habilita
para entrar en la entraña de tu Reino.
Ni decirlo con métrica... tampoco;
ni tener fe, para mover montañas,
pues ya dijo Santiago, en esa carta,
que fe, sin obras, “es fe muerta”.
Yo quiero, vivir, Señor, quiero cantar…
Mas sobre todo, Señor, quisiera amarte,
llevando al que en la vida me acompaña.
El amor es amor, no son palabras,
aunque palabras diga para amarte.
Ni sólo Misas, o “genuflexiones”...
Ni aún con ellas, Señor, será bastante
ni, sin ellas, tampoco insuficiente.
“Nadie Te ha visto” y, si “Amor eres”,
tan solo amor podrá ser suficiente.
Que no es de aquí mi canto y mi lamento,
ni aquí quiero cantar ni lamentarme.
Donde quiero cantar, es en tu Reino
y, pues  -dices-  “padece violencia”,
por Él, en el amor, he de matarme.
Para que vivan otros, suicidarme
con amor, alumbrando su alegría.
Que alguna vez, al terminar el día,
más bien “a la caída de la tarde”,
sólo de amor habrás de examinarme.
Ni más crimen has de reprocharme,
ni por otro delito has de juzgarme...

Me despido, Señor... Ya que te canto,
resumo, al fin, mi canto brevemente.
Y en oración, mi canto ha tornarse,
(en la plegaria que Tú nos enseñaste).
Mas, si ha muerto ya el “hombre viejo”
y, si muerto, “el nuevo" ya ha nacido,
he de cantar, y canto, más que escribo,
un nuevo y renovado “Padre Nuestro”.
Nuestro, nuestro, Señor... ¡No solo mío!

        
PADRE NUESTRO:

Tantas veces, te dije Padre mío,
         que Padre nuestro, a Ti, mi voz hoy clama
         y, en mi voz, siento arder también la llama
         del fuego de mi pecho, ayer vacío.

         Aunque estás en el Cielo, aquí porfío
         el Reino que la Tierra te reclama:
         tu Justicia, Señor, que amor inflama,
         tu Vida y tu Verdad... ¡En Ti confío!

         Glorificado sea tu nombre santo
         si, cuando parta el pan, mi pulso es fuerte.
         ¡Perdóname!,... si te he ofendido tanto,

         como a otros yo perdono de igual suerte.
         Y, si librarnos no puedes del llanto,
         ¡líbranos ya, Señor, de eterna muerte!

         Te lo pido por nuestra santa Madre
         que, amorosa, nos besará en la frente.


         Luis Madrigal



A cuantos, además de hombres, tratan
de ser cristianos y, muy en especial,
a mí mismo







En la imagen de arriba,
“Adoración ante el Trono de Dios”
(Apocalipsis de Bamberg, Folio 10)