martes, 30 de junio de 2009

TÚ, LO ERAS TODO...



Tú, me lo diste todo, cuando lloraba...
Me diste la ilusión y el ansía de vivir;
te uniste a mí, dejando el Meridiano
en su cartesiano y astronómico juego de luces y sombras...
Tú, lo cubrías todo y lo abarcabas todo, con tus manos.
Eras mi día y mi noche
y tu voz serenaba tempestades y calmaba tormentas...
Eras un inmenso jardín, saturado de seda y terciopelo
de todos los colores, que sólo el Arco Iris envolvía
en misteriosas ticciones...
Quise buscarte, allende el Mar, casi infinito... Tú, no quisiste
y, al fin, un día triste, tras tibiezas y esquinas punzantes,
de recovecos indescifrables, en pugna y en discordia
con tu alma buena,
me dijiste adiós, muy suavemente...
Del mismo modo que me habías encontrado.
Porque, yo no te busqué...
Tú, me encontraste, perdido y asombrado
y, desde entonces, te guardé en mi corazón.
Tampoco te dije adiós... Tú lo hiciste y dijiste todo.
Aquí estoy yo... nueva y doblemente perdido, sin Norte ni Sur,
sin fuego y ya... sin ceniza. Sin contacto ni distancia,
en la inmensa lejanía de dos mundos. Y, entre ellos, de uno Nuevo.
Tú, lo eras todo... Ahora, yo ya no soy nada.


Luis Madrigal