martes, 16 de noviembre de 2010

LO IMPOSIBLE



Fue Napoleón Bonaparte, aquel maldito corso, aquel bajito tirando a enano, pero también a gigante en tantos aspectos, no sólo estratégico-militares, sino también relativos, a la cultura, el arte o el urbanismo moderno, en su funcionalidad y belleza (se dice que París es diferente, según se le mire antes o después de Napoleón) quien dijo más o menos literalmente que “Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”. Frase redonda para un militar ambicioso, como él lo era, pero sumamente despreciativa para el común de los mortales. Pobres de nosotros los tímidos, cuando no, tantas veces, cobardes, amedrentados por las duras circunstancias de la vida, o apenados por las desilusiones más tristes y radicales, frente a lo que es o nos parece imposible. Comenzando por la Lengua, la palabra “imposible”, en cuanto expresión gramatical, en cuanto lexema, fundamentalmente está formada por este último, de contenido positivo, posible, pero también de un morfema, antepuesto, in, que al preceder a “p”, hace que, ortográficamente, se escriba im-posible. En el  sentido más genérico, se trata de un afijo. Los afijos, son secuencias lingüísticas que bien se anteponen, se posponen o incluso se insertan en la palabra. Según esto suceda, constituyen prefijos, sufijos o infijos, respectivamente, en sentido específico. En nuestro caso, el morfema “in” es un prefijo, puesto que se coloca delante del lexema “posible”. Y aun cabría hablar (esto de la Lengua no es tan sencillo como parece, puestos a utilizarla con rigor) de interfijos y de circunfijos; o bien, dentro de los sufijos, de sufijos sustantivos, sufijos adjetivales, verbales o adverbiales, asi como de que los primeros pueden actuar como morfemas flexivos, y todo ello, bien se trate de procesos de flexión o de derivación, con el fin de aumentar el número de palabras de entre las que consta una Lengua, lo que se denomina por los lingüistas “fenómeno de productividad del lenguaje”, formando otras nuevas que, en algunas ocasiones, poseen contenido semántico contrapuesto a aquel que se atribuye a la palabra de la que derivan. Y esto es precisamente lo que sucede en nuestro caso, en el que lo imposible, es radicalmente contrario a lo posible. Por ello, será preciso determinar el concepto esencial de “posible”, para en consecuencia poder determinar lo que no puede serlo, o no lo es. Para ello hay que entrar ya en el ámbito de la Filosofía, y no tanto quizá de la Lógica, sino incluso en el de la Metafísica.

Líbreme Dios a mí de intentar semejante tarea, sobre la que me parecen contados los ensayos filosóficos, por lo que he creído observar. Me parece que todo queda reducido a Laibniz, a la teoría leibniziana sobre la percepción, el principio de identidad y el de razón suficiente, y en último término a Russell y Deleuze, quienes corrigieron algunas órbitas de la cuestión, desde la teoría matemática del análisis del infinito y el cálculo diferencial. Pero tengo la impresión de que, aunque corriesen ríos de tinta sobre el particular, resultaría sumamente complicado alcanzar conclusiones definitivas y contundentes. En otras palabras, me parece estar incurriendo en la paradoja, o en la aporía de admitir que es imposible definir y determinar “lo imposible”. Ya tan sólo gramaticalmente, para asignar o atribuir contenido y significación propia a tal término, y partiendo de que su antípoda, lo “posible”, es “aquello que puede ser o suceder”, el propio Diccionario RAE, en lo que respecta al castellano, define lo imposible tan sólo merced a una figura retórica que “consiste en asegurar que antes de que suceda o deje de suceder algo ha de ocurrir otra cosa de las que no están en lo posible”. En efecto, esto es pura retórica y la retórica no es otra cosa sino un mero artificio, o si se quiere un arte, pero cuyo único fin es el de bien decir y dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover.

Y así las cosas, pobre de mí, desisto de cualquier tipo de aventura en el sentido indicado. Yo no sé, no puedo saberlo, qué es exactamente lo imposible. ¿Lo sabe alguien? Pero hay otro ámbito, un seno tortuoso y amargo, el de la experiencia y también, si se prefiere, el del sentido común y, en esta perspectiva, frente a la idea metafísicamente inaprensible de lo imposible, me refugio en la Poética, que nada tiene que demostrar ni probar, sino tan sólo exhalar algún suspiro que, cuando es doloroso, suele inspirar alguna serie de poemas como los que, por mi parte, iré sucesivamente desgranando en este humilde Blog, intercalándolos entre otras notas, al paso de ese misterio que llamamos “el tiempo”. Mientras éste transcurre  -si es que es así-  o al menos mientras pasa la vida. Los haré responder a un título genéricamente común a todos ellos. Precisamente el ya indicado: “Cantos desesperados al imposible”. No sé si presuntuosamente, tal vez es así, pero tengo la esperanza de que algunos de estos sucesivos próximos poemas, sean del gusto de ustedes, de vosotros, queridos amigos. Luis Madrigal.-