Los cristales, a la luz reciben
como alimento propio, cuando cruza
y esplendorosa luce en la mañana.
También de ella se nutren
al ocultarse el sol, tras la montaña
que besa el horizonte, y su reflejo
rojizo, con amor, quiere besar el alma.
rojizo, con amor, quiere besar el alma.
Quiero ser un cristal, tan trasparente
que la luz cruce en mí, al nacer el alba;
cuando el sol, ya maduro, alcanza el cénit
y al caer de la tarde, cuando acaba
su camino de luz, y otro Horizonte
al mismo sol alumbra y le traspasa.
Luis Madrigal