domingo, 30 de noviembre de 2008

¡VEN, SEÑOR, NO TARDES...!


Con el Primer Domingo de Adviento, se inicia un nuevo año litúrgico. La expresión adviento -ad ventus- significa venida, llegada y, por consiguiente, también espera, porque toda llegada implica necesariamente una espera. Se espera al que viene, al que llega. Y el que ahora viene, y al que algunos esperamos -desde el Domingo más próximo al 30 de Noviembre y hasta el 24 de Diciembre- es a aquel mismo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, que quiso hacerse Hombre para solucionar de esta única manera el dilema humano, el porvenir del hombre. El Adviento, dura 4 semanas, y pueden observarse durante ellas, en su liturgia, dos partes bien marcadas: La primera de ellas, desde este Primer Domingo hasta el día 16 de Diciembre, tiene un acentuado carácter escatológico, previendo y contemplando la venida del Señor al final de los tiempos, la Parusía. La Segunda venida, porque Cristo Jesús ya vino al mundo, pero volverá a la tierra, pese a que, quiénes decimos creer en Él, pongamos especial ciudado en echarlo fuera de nosotros mismos. Pero, Él es infinitamente misericordioso y vuelve a nuestro lado, una y otra vez. La segunda parte del Adviento, que se extiende desde el 17 de Diciembre al 24 de Diciembre, la víspera de la Natividad del Señor -la Noche Buena- se considera, o incluso se le llama, la "Semana Santa" de la Navidad, y su fin es el de preparar más expresiva y alegremente la venida de Jesuscristo a la Historia, su inmersión Humana en el tiempo. Esto es para creerlo, desde luego, pero, si se cree, es el acontecimiento más radicalmente absoluto y, al mismo tiempo, la Esperanza más radical y concluyente. Es, en síntesis, el porvenir del hombre, de todo hombre que viene a este mundo. Pero un porvenir dichoso y feliz, pese a cuantas calamidades y tristezas diariamente nos acechan.

Por ello, a partir de hoy y durante cada una de las semanas siguientes, rendimos honor y culto a la "Corona de Adviento", pese a tener este símbolo su origen -como tantas otras costumbres cristianas- en una tradición pagana europea, consistente en prender velas durante el Invierno, para que el fuego del dios sol -ya ausente en esta época del año- regresara con su luz y calor, durante esta fría estación. Los primeros misioneros, aprovecharon esta tradición popular para evangelizar a las gentes. Pero, la Corona no es el único símbolo, sino que, en sí misma, concurren otros muchos: La forma circular, simboliza que el amor de Dios no tiene principio ni fin, como Él mismo. Las ramas verdes, representan al color de la esperanza y de la vida. La cuatro velas, quieren hacer pensar en la oscuridad provocada por el hombre, que nos ciega y aleja de la Verdad, mientras que las tinieblas se disipan con el encendido de cada vela -una cada uno de los cuatro Domingos- del mismo modo que se fueron iluminando los siglos y el universo, con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. El lazo rojo, por último, simboliza, tanto nuestro amor a Dios como el amor de Dios que nos envuelve.

En este momento, Señor, cuando el mundo entero padece tantos males corporales y materiales, el hambre, la enfermedad, la atrocidad de las guerras -tan sólo causadas por la voracidad de los humanos- y el crimen... Cuando los hombres, casi en masa, parecen haberse olvidado de Ti... ven no obstante de nuevo. Ven, Salvador del Mundo, porque tan sólo tu llegada puede corregir todos mis pasados errores; los que yo mismo he cometido, por mi soberbia o por mi vanidad, y que han podido ser en otros la causa de su ceguera o extravío; todo mi egoímo, todas mis flaquezas y falta de fortaleza, todas mis pasiones más oscuras y mi falta del verdadero amor. ¡Ven, ven, Señor... no tardes!. Te espero, te esperamos, porque sólo Tú puedes traer el consuelo a nuestra aflicción y al dolor de nuestro espíritu. Sólo Tú puedes ser el bálsamo, la dulzura, la comprensión, la presencia -íntima y amorosa- y la compañía, para quiénes se ven obligados a soportar la aspereza, la amargura, la intolerancia, la ausencia o la soledad. Te espero, Señor, en mí y, si por desgracia así fuera, especialmente en quiénes siendo tan próximos estén quizá tan alejados. O, tal vez, por extraña paradoja, en quién, aun en la lejanía más distante, vive cada día dentro de mí. ¡Ven, Señor, no tardes... te esperamos! ¡No tardes, Señor! Luis Madrigal.-






BIENVENIDA A ESPAÑA, CLAUDIA



Es cierto que yo no soy precisamente un genio en esto de los Blogs, y por ello he de confesar que si, a duras penas, he logrado construir el que tengo, ello ha sido tan sólo posible merced a la inestimable cooperación de una señora argentina, una gran dama, mi ya buena amiga Doña Claudia Doctorovich Moyne, que fuen quien, en primer lugar, me hizo saber la existencia de estos modernos artilugios informáticos y, después, me enseño "las primeras letras" para poder acceder a ellos y orientó mis primeros pasos. Claudia, es una gran mujer, que lo ha pasado muy mal, ha sufrido mucho cuidando amorosamente de su marido, quien padecía la enfermedad de Alzheimer, hasta su reciente fallecimiento. Y ahora, si no ha variado nada, ayer mismo, 29 de Noviembre, Claudia habrá volado desde su Argentina natal hasta España, para disfrutar de la compañía de uno de sus hijos y de su mujer, que viven en Barcelona. ¡Sí, ya sé que Barcelona -y Cataluña entera, si ustedes quieren- no son España!. Eso dicen algunos catalanes, aunque afortunadamente no todos. Están por completo equivocados, o torpe y perversamente engañados, por quienes en su día se empeñaron en falsificar la Historia, porque Cataluña, toda ella y Barcelona también, sí son España, una parte vital de ella, de "la cosa enorme" a la que aludió en su momento el Honorable President de la Generalitat de Catalunya, señor Jordi Pujol i Solei. Pero estas son cuestiones menores, que desde luego nada tienen que ver con la bella nación argentina, ni con Claudia, a la que yo, desde Madrid, Capital de España, quiero saludar emotivamenete. No pude hacerlo ayer en Barajas -parece estar claro que para ir a Barcleona, hay que pasar por Madrid- debido a los estrictos rigores de control que la plaga del terrorismo internacional ha impuesto a los que rigen la navegación aérea. Nada me hubiese importado acudir al Aeropuerto, aun a la 6 de la mañana, para recibir a Claudia y, asimismo, tener el placer de conocerla personalmente. Pero, insisto, desde aquí, le doy la más cordial bienvenida, pese a encontrarse ahora ya, supongo, en Rubí (Barcelona). Lo hago desde Madrid, con la autoridad y legalidad constitucional pertinentes, que para eso esta Villa y Corte es la Capital del Estado. ¡Bienvenida... a España, Claudia...! Espero que hayas encontrado a tus hijos en perfecto estado de salud espiritual y corporal. Eso, sí, no dejes de hacerle una "torta" a Renata, esa criatura tan dulce, que suele asomarse habitualmente a tu Blog. Por cierto, me ha causado una cierta tristeza contemplar desde anteayer cerrada, o desconectada, tu dirección de Skype, aunque tu gatita, que veo sobre la tapia y bajo el árbol, y los buenos amigos que ahora cuidan de tu casa, se encargarán de que todo vaya bien. Que lo pases muy bien en Barcelona. Es una gran Ciudad, no cabe ninguna duda. Yo, no soy "anticatalán", ni mucho menos, pese a ser español, o precisamente por eso. Por el contrario, soy barcelonista, o "culé", desde los 8 años, porque mi vecino en León -cuando yo era un niño- otro leonés que se llamaba César Rodriguez Álvarez, y jugaba en CF Barcelona, me dijo un verano, mientras me regalaba una camiseta del Barcelona, que yo tenía que ser barcelonista toda mi vida, cosa que prometí. Y, desde entonces no he faltado a mi promesa. Por ello, podría saludarte hoy, ya que estás en Barcelona, con el himno del "Barca" (siento que Blogger no disponga de virgulilla), pero voy a hacerlo con el Himno "nacional" de Cataluña, en la doble versión orquestal y coral y con la dirección del Maestro Antoni Ros Marvá, pese a que algunos catalanes, cuando cantan este bello himno, nos quieran cortar la cabeza con una hoz. A tí, no te harán nada, no te preocupes, pero si alguien te habla en catalán, respóndele en "porteño". Es más bonito, más musical, más suave y cariñoso... Un beso, Claudia. Espero que, si puedes leer mi salutación de bienvenida, no dejes de llamarme, si te es posible. Ya sabes mi teléfono.

Luis Madrigal


Este es el Himno. Ten cuidado con esos ¡bon cop de falc!