


Ese misterio que suele definirse como "substancia individual de naturaleza racional", no surgió de la materia, sino de la nada... porque dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imágen y semejanza" (Génesis 1, 26) ESTE BLOG, TRATA DE OCUPARSE DE ESA TORPE E INSIGNIFICANTE SUBSTANCIA © Luis Madrigal Tascón
LOS CUATRO MULEROS
1
De los cuatro muleros
que van al agua,
el de la mula torda
me roba el alma.
2
De los cuatro muleros
que van al río,
el de la mula torda
es mi marío.
3
De los cuatro muleros
que van al campo,
el de la mula torda,
moreno y alto.
4
¿A qué buscas la lumbre
la calle arriba,
si de tu cara sale
la brasa viva?
Federico García Lorca
Vaticano
Benedicto XVI: Tolerancia que no distingue bien del mal sería caótica y autodestructiva
VATICANO, 25 Jun. 08 / 10:32 am (ACI).- El Papa Benedicto XVI dedicó su catequesis de hoy a San Máximo Confesor, monje del siglo VI, y a partir de sus enseñanzas advirtió que "una tolerancia que no supiese distinguir el bien del mal sería caótica y autodestructiva".
Ante unas 14 mil personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Pontífice recordó que este santo fue "otro gran Padre de la Iglesia de Oriente", que "mereció de la tradición cristiana el título de Confesor por la valentía con que dio testimonio -confesó-, también con el sufrimiento, la integridad de su fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, Salvador del mundo".
"La vida y el pensamiento del santo fueron iluminados con fuerza por un gran coraje para testimoniar la integral realidad de Cristo, sin reducciones o compromisos. De este modo entendemos cómo debemos vivir para responder a nuestra vocación, vivir unidos a Dios, para estar unidos a nosotros mismos y al cosmos, dando al mismo cosmos y a la humanidad la justa forma", agregó.
El Papa afirmó que "el ‘sí’ universal de Cristo nos muestra claramente cómo dar el peso justo a todos los demás valores, como por ejemplo a la tolerancia, la libertad, el diálogo. Una tolerancia que no supiese distinguir el bien del mal sería caótica y autodestructiva; una libertad que no respetase la de los demás y no hallase la medida común de nuestras libertades sería anárquica y destruiría la autoridad. El diálogo que no sabe sobre qué dialogar se convierte en una palabrería vacía".
En este contexto subrayó que todos estos valores "pueden ser verdaderos únicamente si tienen un punto de referencia que les une y les confiere la verdadera autenticidad". Este punto de referencia es "la síntesis entre Dios y el cosmos, es la figura de Cristo en la que aprendemos la verdad sobre nosotros mismos y también dónde situar todos los demás valores, para descubrir su significado auténtico".
"De este modo, Cristo nos indica que el cosmos debe ser liturgia, gloria de Dios y que la adoración es el inicio de la verdadera transformación, de la verdadera renovación del mundo", añadió.
El Santo Padre recordó que San Máximo, nació en Palestina, en torno al 580. "Desde Jerusalén se trasladó a Constantinopla y de allí, a causa de las invasiones bárbaras, se refugió en África, donde se distinguió por su gran valentía en la defensa de la ortodoxia. No a aceptaba la reducción de la humanidad de Cristo".
El Papa destacó que San Máximo "fue llamado a Roma y en el 649 participó activamente en el Concilio Lateranense, convocado por el Papa Martín I para defender las dos voluntades de Cristo, contra el edicto del emperador, que -pro bono pacis- prohibía discutir sobre esta cuestión. San Máximo seguía repitiendo sin embargo que era imposible afirmar de Cristo una sola voluntad y por eso fue sometido junto a dos de sus discípulos, ambos llamados Anastasio, a un proceso agotador".
Tras ser acusado de hereje, "le amputaron la lengua y la mano derecha, ya que había combatido de palabra y con sus escritos la doctrina errónea de la única voluntad de Cristo. Después, el santo monje fue exiliado a Colchide, en el Mar Negro, donde murió a causa de los terribles sufrimientos padecidos el 13 de agosto del
A ESAS MANOS
Esas manos que, suaves, acarician
las cuentas de un rosario hecho de flora,
la celestial mansión tocan ya ahora
y, sin dejar la Tierra, el Cielo auspician.
Sólo la luz, la paz -sin más- codician.
Cuando al final la noche se hace aurora
y del Amor su historia se enamora,
esas manos de amor, amor propician.
Bellas manos ayer, hoy de aceituna,
manos con fuerza, impulsos que mecieron,
entre besos y llantos, una cuna.
Deseos e ilusiones que murieron
para que en otros nazca la fortuna,
la dicha... Y la alegría que ellos fueron.
Luis Madrigal
Debería darme vergüenza, y desde luego siento una apreciable dosis de esta sensación -últimamente ya tan infrecuente y en desuso- al confesar que he seguido los partidos de futbol que el equipo nacional español (yo no incurriré jamás en ese impreciso eufemismo vergonzante, que utilizan los que dicen “la Selección” o, a lo sumo, “la Selección española”) ha disputado hasta el momento en la Copa de Europa de Futbol de Naciones (la “EUROCOPA”). Tengo que confesar asimismo otra estupidez aún mucho mayor: También yo me he pintado la cara (“a dos carrillos” y la punta de la nariz) con los colores de la bandera nacional de España, desde luego Cataluña -es decir Aragón- incluida, por más que les pese a quiénes les pese. Y he de confesarme culpable además, lo cual comienza ya a ser verdaderamente perverso y peligroso, de haber hecho todo eso, aparentemente, por mi nietecito, que tiene 4 años y al que, a la larga, habré dado un pésimo ejemplo, fomentando en su mentalidad de niño la torpeza colectiva del futbol, en lugar de insistir y tratar de inculcarle, en proporción asequible a su corta edad, la filosofía de Aristóteles; el gusto por la interpretación del piano o del violín; los elementales principios de la física, la belleza de la poesía o la mezcla de los colores primarios, para obtener los secundarios y poder comenzar a “pastarlos” y aplicarlos después sobre un lienzo. Los niños, todos los niños, cuando aún son esa “tabulam rasam in qui nihil est scriptus”, siempre terminan siendo lo que ven y oyen, porque son como los arbolitos tiernos que nutren sus raíces de la savia de los árboles frondosos que les rodean. Sobre todo cuando se les dice y explica debidamente, como quién no quiere la cosa, dónde reside la esencia de los valores, aunque en el colegio, el ambiente, les pervierta y contamine, entre otras cosas mucho más graves, con esto del futbol. Al menos, cuando se trata de contrarrestar tal maléfica influencia natural, cabe la posibilidad de que ellos mismos juzguen y decidan después lo que en verdad merece la pena, y no esa idiotez de dar puntapiés a una bola. Indudablemente, Jean Jacques Rousseau, tenía toda la razón, aunque por tenerla fuera expulsado de Francia y hubiera de refugiarse en Neuchâtel, muy cerca de los lugares en los que en estos días se está jugando la Eurocopa. El hombre, el niño, es un “buen salvaje”, nace puro y sincero y busca la verdad, por encima de todo, como en una “intentio naturae”. Es la sociedad la que le pervierte, al hacerlo cautivo de sus usos y costumbres, sobre todo de aquellos que, como el futbol y cuánto lo rodea y envuelve, han derivado con el tiempo en una de las corrupciones colectivas más degradantes, intelectual, moral, económica y socialmente.
Por eso, en España, ya desde hace mucho tiempo, pero más aún en este canallesco momento, la inmensa mayoría de los niños españoles quieren ser futbolistas cuando sean mayores, y las niñas, modelos o cantantes, porque para eso la TV fomenta insistente e incasablemente tales inquietudes, para que puedan ser “famosos”, tener mucho dinero, una suntuosa casa en la playa y una docena de automóviles, a ser posible, entre ellos, algunos deportivos y descapotables. Este es el gran afán que hoy nos preside. ¡Qué lástima que, como mínimo, no se ponga en España la mitad del interés que se pone en las campañas publicitarias deportivas, en los presupuestos de los clubes de futbol, tanto en instalaciones como en futbolistas que den mejor los puntapiés que los del contrario, en el programa ADO, y en tantas y tantas empresas consideradas de “utilidad pública” o de “interés nacional”...! Que se pusiera la mitad de ese interés en tratar de ganar, al menos cada diez o veinte años, el Premio Nobel de Medicina, o de Física…! O ambos a la vez, todos los años, como hacen los denostados -por la izquierda- “malvados” yanquis, que suelen hacerlo con esa misma frecuencia o periodicidad, no ya para el provecho capitalista propio sino para bien de toda la Humanidad.
Dicen hoy, por ello, muchos padres de la hora presente, que quisieran que sus hijos fuesen futbolistas, para poder “retirarles” de la esclavitud de la explotación capitalista que reina y campea hoy en España, bajo el paraguas protector del PSOE, ese cínico y mediocre partido político -en mi libre opinión- que tanto daño ha hecho a España y parece que tiene que seguir causándoselo, porque la mayoría de los españoles, en lugar de ocuparse y analizar lo que hace esta pandilla de indocumentados que ahora habita en la Moncloa, han decidido viajar a Innsbruck, no para escuchar a Karl Ranner, que tampoco está ya allí, sino para pintarse la cara, vociferar y gritar a pleno pulmón, escribir soeces groserías en una pancarta (como la dedicada a las señoras y señoritas suecas en el último partido, a quienes este español ruega perdonen a esa jauría) y… volverse después poniendo pingando al “Seleccionador”, ya que se trata de “la Selección”. Eso, como siempre. Este año, a los doctores en futbol de una cadena de TV especializada, y de bochornosos antecedentes, les ha dado por lanzar al aire un ampuloso y prepotente eslogan: “Podemos”. Ciertamente, hasta ahora, a trancas y barrancas y frente a equipos de muy segundo orden, van pudiendo, con algunos apuros, pero… ¿después de haberlos visto jugar y de haber visto jugar a Holanda, cómo es posible seguir manteniendo tal eslogan? Lo más probable, no es que esta Eurocopa haya encontrado ya su dueño en aquel país (por cierto patria de Erasmo) sino también la próxima Copa del Mundo. Porque, desde luego -el futbol, en sí, es un bello juego- ha vuelto la “naranja mecánica” y, si llegamos a enfrentarnos a ellos, desde luego, podemos… Podemos hacer el ridículo, con toda seguridad… Pero, eso sí, ¡¡España… España!!
Yo, también he gritado lo mismo, aunque más cómodamente, desde mi propia casa. Y, como podrán ustedes ver, no es mentira que me haya pintado la cara, para regocijo de mi nieto. Pero -eso también- hasta donde pueda y me dejen sus padres, pondré el mayor ardor en que mi nietecito no sea nunca futbolista, sino, a ser posible, pianista o violinista… Por cierto, el árbitro alemán -no recuerdo su nombre- que ya ha arbitrado dos partidos en esta Eurocopa, lo es, es pianista, además de director de Orquesta. Por cierto, acabo de consultar su nombre y lo he conseguido, se llama Herbet Fandel. ¡Claro que es alemán…y allí casi todos lo son! No ya alemanes, claro, sino pianistas o directores de Orquesta. Pero, ya dijo nuestro Jesús López Cobos, en su día, que “ser Director de Orquesta en España, es mucho más difícil que ser torero en Finlandia…” Mucho más difícil aún, naturalmente, ser director de Orquesta después de haber sido árbitro de futbol. A pesar de todo, ¡¡España… España!! Siempre España, la patria de mis padres. Mi Patria. Luis Madrigal.-
La Sinfonía nº 3 en Fa Menor Opus 90 de Johannes Brahms fue compuesta en el verano de 1883 en Wiesbaden, cerca de seis años después de haber terminado la Segunda Sinfonía. En el interín, Brahms había compuesto algunas de sus mejores obras maestras, en las que se incluyen el Concierto para Violín, las dos oberturas y el Concierto para Piano nº 2.
Está basada probablemente en esbozos de años anteriores. Uno de sus motivos principales está basado en la transposición musical de las iniciales de una frase muy suya: "Frei aber froh" (libre pero feliz, FAF, es decir: Fa-La-Fa, aunque realmente la segunda nota es La bemol).
Fue estrenada el 2 de Diciembre de 1883 por por la Orquesta Filarmónica de Viena, bajo la dirección de Hans Richter, que la consideró como la Heróica de Brahms (aludiendo a la Tercera Sinfonía de Beethoven.
Pues, no, Están ustedes en un craso error. Cataluña, sí es España. Y sólo España, nada más, porque sin España Cataluña sería nada de nada. Es España, precisamente porque, desde luego,“Cataluña es una nación”. Sin duda, lo es. Pero se olvidan ustedes de algo esencial, Cataluña es una nación española, o si lo prefieren, para que no les duela tanto, una nación hispánica, tanto como lo es Aragón, o la propia Castilla y, mucho antes León y originariamente Asturias. En Cataluña, se habla -continúa hablándose- catalán, sí, y en Asturias y el norte de León, bable, aunque ya no se use; en Valencia, valenciano y en Mallorca, mallorquín, aun cuando estas últimas lenguas sean una variante del catalán, o precisamente por serlo. ¿Y qué? Valencia, también es España, como lo es Mallorca. No traten ustedes de comprenderlas en los “paisos catalans” -ese estúpido y pretencioso imperialismo de vía estrecha- porque la cosa tampoco es así y, además porque ni valencianos ni mallorquines quieren que ustedes les engullan. Y Galicia, donde se habla gallego, o las tierras altas de Extremadura, en la que las gentes se entienden en “cactúo”, también son España, sin contar con el “panocho”, que inunda toda la Huerta murciana. ¿A cuento de qué, Cataluña no es España? ¿Por qué motivo? Querrán ustedes decir que no quieren ser España. Esto, ya es otra cosa. Pueden ustedes querer lo que les apetezca, pero eso carece por completo de importancia, porque resulta tan fácil como situar una pancarta en un campo de futbol, pero tan inútil e inoperante como lo han sido ustedes mismos a la hora de satisfacer sus gratuitas apetencias.
Cataluña, no puede ser más que Aragón -co-fundador de España- , no sólo por haberse fundido con él, sino además sub-sumido bajo él. Lo de Corona “catalono-aragonesa”, es decir, el orden en el que se enuncia la institución política soberana, no es más que un orden puramente fonético, porque parece que así suena mejor, o les sonó mejor a los historiadores, pero también podría perfectamente, y hubiera sido más justo, enunciarse como Corona "aragonesa-catalana”. Aragón, era un Reino, y Cataluña un simple Condado, cuando, en 1137, se firmaron en Barbastro las capitulaciones matrimoniales de la Princesa Petronila de Aragón, que contaba exactamente un año de edad. Y trece años más tarde (los justos para alcanzar los catorce exigidos por el Derecho canónico para contraer matrimonio) se celebró su boda con el Conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. Desde este mismo momento, perdieron ustedes el “primer tren” de la Historia, para alcanzar ese sueño de estado soberano que tan inútilmente persiguen. Digo el primero, porque después perdieron otros dos más, y ambos definitivamente concluyentes. Las cartas están echadas ya desde hace varios siglos, y ustedes no pueden volver atrás, ni mucho menos del revés, la Historia. De aquel matrimonio, de rango indudablemente subordinante para Cataluña, nació el primogénito Alfonso II de Aragón (no de Cataluña), quien ratificó la subordinación catalana uniendo el Reino aragonés, heredado de su madre, con los Condados catalanes, heredados de su padre. Este es el primer hito histórico transcendente.
El segundo, no es menos transcendente, sino acaso el fundamental y sin posible “vuelta a tras”. Cuando, en 1410, muere el Rey de Aragón Martín I el Humano (Martí el Humá) sin descendencia alguna, por premoriencia de sus cuatro hijos (Martí, Jaime, Juan y Margarita), los parlamentarios del Reino, agrupados, a consecuencia de la Concordia de Alcañiz, en 15 de Febrero de 1412, en una Comisión de nueve Compromisarios, tres por Aragón, tres por Valencia y otros tres por Cataluña, para resolver el problema de sede vacante que se planteaba, libremente, y bajo la presidencia moral del Papa Luna, Benedicto XIII de Aviñón, eligieron como Rey al infante de Castilla Fernando de Trastámara, un castellano, sí, pero también nieto de Pedro IV el Ceremonioso por parte de su madre Leonor. La decisión se produjo el día 24 de Junio de 1412, votando a favor de la misma los tres aragoneses, dos valencianos, entre ellos San Vicente Ferrer y el catalán Bernardo de Gualbes, síndico y Conseller de Barcelona. Este acuerdo dio lugar al Compromiso de Caspe, verdadero Tratado por el cual Fernando de Trastámara fue proclamado Rey de Aragón (y por tanto de Cataluña), que entró en Zaragoza el 5 de Agosto del mismo año, donde juró su título ante las Cortes, junto a su hijo Alfonso. El Compromiso de Caspe trajo consigo la introducción en el trono aragonés de una dinastía castellana, el castellano pasó a ser el idioma de la corte, y el idioma aragonés quedó para la clase baja, comenzando su desaparición paulatinamente.
Necesito olvidarme, por un momento, de todas las miserias que azotan a mi propio país, para reclinar la cabeza sobre el pecho de otros países queridos y hermanos. De todos los que constituyen nuestra querida América española -sin perjuicio de todos los demás a los que también quiero entrañablemente- hay dos naciones que, desde siempre, han inspirado en mí un cariño especial. Una, es la Argentina, de lo que ya he dejado constancia varias veces en este Blog. La otra, es Méjico, México lindo… Él fue, y siempre será, la “Nueva España”, la plataforma desde la que aquellos viejos españoles, emprendieron otras muchas empresas panamericanas. Las actitudes de sus respectivos Gobiernos, fueron bien distintas, en los días de mi infancia, que es la etapa de la vida en la que se forman todos los afectos, y también los desafectos. La Argentina, nos ayudó económica y moralmente, mientras Méjico -su Gobierno- se olvidó de nosotros, aunque más bien de quien se olvidó, o a quien repudió fue a otro Gobierno, del que se mostró distante y radicalmente contrario. Por ello, ni existieron relaciones diplomáticas. Sin embargo, en nada pudo afectar esta posición -ni a mí tampoco- a ambos pueblos, cuyas interrelaciones personales siempre fueron, no sólo amistosas, sino llenas del mayor cariño. Yo tuve un tío carnal, hermano de mi madre, mi tío Teodoro Tascón, que siendo muy joven se fue a Méjico, donde transcurrió prácticamente toda su vida, hasta que regresó a España para pasar los últimos años. Desde allí, me envió una vez mil pesetas y un billetero de cuero repujado con el reloj de los aztecas. Y, como yo, cuántos otros españoles, sobre todo en Asturias y en el norte de mi provincia de León, contaron con seres queridos que se habían ido a Méjico. Allí, al fin y al cabo, fue recogido y amparado el Gobierno de España en el exilio, lo que, sin contradicción alguna, también motiva mi más profunda gratitud, porque aquellos que se fueron también eran españoles. Allí, hay otra Ciudad homónima y hermana de la mía propia, León de Méjico, cuyo obsequio fraternal de un león esculpido en bronce, actualmente se encuentra emplazado en mi ciudad natal. Pienso con frecuencia en este querido León mejicano y envío desde aquí a todos los mejicanos leoneses y en general a todos los mejicanos, un abrazo lleno de cariño. Para celebrarlo, voy a incluir también en esta entrada dos vídeos, con la voz en ambos de un madrileño universal, nacido en la Calle Ibiza, de la Capital de España, y también muy mejicano, por haber vivido en Méjico y contraído especiales vínculos de cariño con la gran nación azteca: Plácido Domingo. En uno de ellos, interpreta dos rancheras. En el otro, el clásico y muy querido para mí, que lo tarareaba en los días de mi niñez, “Ay, Jalisco, no te rajes”. No te rajes, Jalisco, no te rajes Méjico lindo y querido. Luis Madrigal.-
Acabo de salir de la cueva del exilio en mi propio país, que me administré voluntariamente -autoexilio forzoso- tras los últimos resultados electorales legislativos, e incluso cuatro años antes, desde aquel fatídico y cruel día que, maniáticamente como tantos otros, se ha llamado 11-M, -¿quizá también premeditado, alevoso y cobarde?- en el que 192 españoles perdieron su vida, para que el partido de los peores, el de los últimos de la clase, el de los fracasados e inútiles llenos de odio atávico a los “aristoi”, a las buenas maneras, a la eficacia y al orden, pudiera “ganar” las elecciones del año 2004. Eso, en el mejor o más piadoso de los casos. Porque lo cierto es que, aparte de la interrupción violenta e ilegal de la llamada jornada de reflexión, aquel vuelco electoral tan automática y repentinamente surgido, no pudo producirse por “arte de magia”, ni por el miserablemente urdido asunto del “Prestige”, ni tan siquiera por la estúpida fotografía que el señor Aznar, sin duda por pura vanidad personal, se hizo en las Azores. Aquel cambio tan brusco y radicalmente contrario en la intención de voto, detectada por todas las encuestas, incluso las de ese canallesco periódico de cuyo nombre prefiero olvidarme, obedeció, más que probablemente, a la pretendida pero falsa autoría intelectual del sangriento atentado, atribuido a los árabes, según el comunicado de un tal “Abud nosecuantos”, leído por las emisoras de radio una hora antes de la apertura de los colegios electorales. Había sido la política bélica del señor Aznar, la causante de tantas víctimas, no la banda criminal ETA, con la cual pactó en Perpiñán ese siniestro personaje que dice ser catalán, cuando es aragonés -para deshonra y vergüenza de los aragoneses- y para que no matasen a los catalanes. Y por eso, esa masa informe y deforme, que es el electorado español, quizá temeroso en su mayoría de que también les matasen a ellos, cambió tan bruscamente su voto. Algunos, no lo creímos desde el primer momento. Y así seguimos, sin creernos aquella manipulada versión. Todo aquello que no se puede probar, no se puede decir, y yo no digo nada, absolutamente nada. Pero se pueden pensar muchas cosas. El pensamiento, no es que sea libre, es que es irrefrenable e imposible de reprimir. Y por eso, nadie puede ser condenado por lo que piensa, debido a que sólo la conducta humana, voluntaria y libre, puede ser objeto de condena, cuando no se ajusta a lo lícito y a la verdad. Pero, la verdad está muy en entredicho en algunos casos. Y este de las bombas que estallaron aquel día, es uno de ellos. ¿Quién ha sido?, gritaban los manifestantes convocados al efecto. Pues bien, ¿quién fue? ¿Por qué murieron aquellos 192 seres humanos? Y sobre todo, ¿para qué murieron?. Y hay una conclusión que no puede ser objeto de duda, porque lo cierto e indubitado es que, a los pocos días, un partido político que llevaba camino de estar en la oposición otros cuarenta años, por lo menos, con un líder discutido en su propio seno, o más bien totalmente desconocido y “habilitado” a última hora para resolver zancadillas y puñaladas internas, con cara de idiota y palabra y hechos en rigurosa conexión con su cara, se hizo con el poder. ¿Por accidente? Eso se decía benevolentemente en relación con el individuo que terminó presidiendo el Gobierno de España. ¡Qué vergüenza, ideologías aparte, e incluso dejando también al margen aquellos cruentos hechos!. En sí mismo. Es repugnante, repugna a las inteligencias más comunes y repugna a los sentidos corporales, que en un país que se llama España, con todas sus miserias, pero también lleno de glorias, de figuras históricas y de hombres dotados de verdadero talento, incluso en la esfera de la política, pueda presidir el Gobierno semejante personaje, intelectualmente tan menesteroso y paupérrimo. España, no ha podido jamás llegar a menos ni caer más bajo. Lo de menos, lo que resulta anecdótico es que este sujeto haya podido alcanzar tal lugar. Es inverosímil, ni aunque él o cualquier otro lo hubiesen soñado alguna vez, pero me atrevo a asegurar que, metafísicamente, jamás pudo haberlo soñado nadie. Sería como si yo soñase ahora mismo que algún día puedo ser Emperador del Japón, sin ser japonés, ni de familia de viejos samuráis, ni tan siquiera amarillo…
Es repugnante y es anecdótico, al mismo tiempo, pero también es peligroso, sumamente peligroso. Lo es, en primer lugar, quizá más que para nadie, para los que votaron a los peores, pensando que tan sólo por ello serían sus protectores. Ya es bien sabido y, al mismo tiempo, bien falso: Este partido, es el de los trabajadores, el defensor de los humildes… ¡Mentira! Estos últimos, los humildes, los económicamente débiles, seremos los primeros en pagar las consecuencias de las dos últimas atrocidades electorales. Pero, al final terminará pagándolo España entera. Estos individuos pueden llevar a España a la catástrofe más absoluta jamás vivida, no sólo en el orden político, sino también económicamente. Pueden arruinarnos a todos, por su torpeza -si es que antes no volvemos a matarnos- por su falta de inteligencia e incapacidad de gobierno.
Los primeros síntomas, las primeras muestras reales, acaban de apuntar ya en estos últimos días, con la huelga salvaje de transportistas. Comenzamos a estar ya como nuestros hermanos argentinos, a cuya penosa situación me he referido yo mismo en este Blog en fechas pasadas. Ya se habla también en España de desabastecimiento. Y no sólo de eso, sino también de carestía creciente de la vida, de escalada sin freno de los precios de productos básicos. Ah… ya, toda Europa está sufriendo una crisis económica, con causa más allá del Océano, en los Estados Unidos… ¡Mentira también! Alemania ya ha salido, o comienza a salir de esa crisis y, en los demás países europeos la situación no es la misma. Cuando estos sujetos llegaron al poder, la Caja, estaba llena… No sé cómo se encontrará ahora, pero me temo que haya experimentado un fuerte bajón… ¿Volverá a estar “en quiebra” la Seguridad Social, como lo estaba prácticamente en 1996? ¿Servirá de algo que el señor Aznar, que tantos errores cometió, sobre todo en su segundo mandato, pero al que también es preciso agradecer muchas cosas positivas y prácticas, hubiese garantizado “por ley”, la percepción de las pensiones? La ley, ahí está, pero si se vacía la Caja, no hay ley que valga.
Acabo de salir de la cueva… Una cueva muy oscura, consistente en no ver bajo ningún motivo la TV, dar un rodeo si alguien se acerca con un periódico o huir despavorido si en mi presencia se inicia una conversación sobre política. Quizá es una cueva propia de “avestruz”. Pero, vivo tranquilo. Ayer sin embargo, no pude evitar la llamada telefónica de alguien a quien siempre debo escuchar. Y… me encuentro con esto de la huelga, el desabastecimiento y la ya insufrible carestía de la vida para tantas personas de humilde condición económica… Ayer, el diario El Mundo, publicaba dos editoriales, que mi interlocutor telefónico me hizo observar. El primero de ellos, bajo el título “Escalada delictiva ante un Gobierno sin autoridad”, informaba a los lectores de la huelga de transportistas, con piquetes armados para la “guerrilla urbana”, amparados por el paraguas de impunidad que les había brindado el Gobierno y que habían ocasionado ya la muerte de una persona y múltiples actos de violencia, tanto en las ciudades como, sobre todo, en las carreteras. El otro editorial, se encontraba aún más en relación causa-efecto con lo que he expuesto más arriba. Su título era este: “Una manipulación del 11-M, a juicio”. En él se refería el editorialista al hecho consumado de que la Audiencia de Madrid acababa de desbaratar las argucias del Gobierno para evitar que determinados jefes de la Policía Científica se sentaran en el banquillo para responder de determinados delitos de falsedad y encubrimiento, en relación con aquellos sucesos sangrientos. No ha sido ETA, dijo ya desde el primer momento uno de los canallas más destacados de HB. ¿Cómo podía saberlo? Saberlo podía, desde luego, puesto que HB y ETA son la misma cosa. Pero, si la banda criminal no había sido, lo que desacreditaba la política del Partido Popular y reforzaba la de los que ahora gobiernan, es porque habían sido otros. ¿Y quiénes iban a ser? ¡Los árabes, el terrorismo islámico, indignado por la política belicista de apoyo a los Estados Unidos del señor Aznar!. Y eso, hundiría al Partido Popular en las elecciones inmediatas y, en consecuencia favorecería a los independentistas periféricos, a quien estos sujetos han mimado con toda clase de prebendas para romper España en pedazos. A eso, puede añadirse también unas gotas de Masonería y de servicios de inteligencia de países “amigos”, la venta de cuyos productos había caído en picado en los Estados Unidos, que hasta enviaron representantes a la manifestación pro-víctimas, todo ello unido a los garrafales errores del propio señor Aznar. Lo de menos son los detalles acerca de los fraudes y manipulaciones, sobre el caso del acido bórico y otros (como la inmensa chapuza de hacer desaparecer con typex nombres de personas), que ahora declara El Mundo ha desbaratado la Audiencia de Madrid. Lo esencial, como también subraya dicho periódico, es que se muestra evidente que “la Policía Científica estaba empeñada en cegar cualquier vía que condujera a una posible implicación de ETA en el 11-M”. Pero, cualquiera sabe lo que ahora, a estas alturas, podrá decidir la Justicia.
Al salir de mi cueva, me he encontrado también, por pura casualidad y a fuer de escuchar con reiteración por la calle la estrambótica palabra “miembra”, de otro asunto “abracadabrante”. Me dicen que una mujer de 31 años, a la que este señor tan indocumentado e inútil ha nombrado “ministra” de un nuevo Ministerio cuyo contenido y nombre, si no no fuera tan lamentable, sería como para morirse de risa -el invento se llama “Ministerio de la Igualdad” (¡¿pero serán imbéciles del todo?!), ha dicho literalmente: “Miembros y miembras… de no sé qué”… ¡Pobre España! Luis Madrigal.-
Tenía, hace ya algunos años, razón casi absoluta, aquel entrenador holandés del F.C. Barcelona, el señor Louis van Gaal, al replicar al Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, a la sazón don Jordi Pujol, que no era este último el responsable de los éxitos o fracasos deportivos de dicho Club, pese a ser más que eso -mucho más que un club- sino tan sólo del bienestar general de los catalanes, que dicen ser una Nación, y puede que lo sean, aunque jamás han podido ser un Estado. Ni podrán. Y también tenía razón el futbolista, aunque mucho menos -o en todo caso muy relativa- al recordar al President que nos hallábamos en un país libre. En cierto modo, depende de a que país pudiera referirse van Gaal, si a la “cosa enorme”, o al pequeño Territorio situado alrededor de la ciudad de Barcelona, que formó un simple e insignificante Condado en la Edad Media, y al que el rey de Aquitania Ludovico Pío, otorgó la gobernación de los territorios conquistados al Sur de los Pirineos, en la persona de un oscuro noble franco, llamado Bera (801-820) con el título de Conde de Barcelona. Desde luego, si se refería a esta última “cosa pequeña” -tan sólo un poco más grande tras su unión con el Reino de Aragón- estaba ya entonces, y ahora lo estaría mucho más, totalmente equivocado y carente de toda razón. Claro que, el holandés no quiso referirse a Cataluña, sino a España, quizá porque era muy listo (todos los futbolistas deben serlo, para vivir tan bien sin trabajar) y sumamente perspicaz, ya que la referencia conducía a la consiguiente comparación, o contraste, con la época de Franco. Esto es, entonces -después de Franco- España era ya un país libre, no como con Franco y por eso él, van Gaal, podía expresarse libremente y decirle tales cosas al mismísimo President, sin duda por encontrarse en España, que era el país al que Franco privó de libertad. Para más ser exacto, sólo le faltó al holandés añadir que Cataluña no era ningún país y, si lo era, no era un país libre, por infinidad de razones que, en aquel “pequeño territorio” -ya sin Franco-, entonces y ahora pugnan abierta y frontalmente con la libertad. Esto hubiese colmado de precisión y exactitud su discurso. Pero, el señor van Gaal, tan sólo era un mediocre ex-futbolista, después famoso entrenador de futbol –aunque de la escuela “científica”, por acompañarse siempre, como los sociólogos, de un “cuaderno de campo”- y además los catalanes le pagaban muy bien, por cuyos motivos, por ambos, tal discurso no pudo producirse en toda su riqueza de matices.
Y, si en el aspecto antedicho, tenía razón el señor van Gaal, mucho más la tenía, sin duda, en lo que se refería entonces a los aspectos deportivos. En efecto, una cosa es ocuparse de que no se incendien los bosques catalanes, del abastecimiento de agua a Barcelona o de la ordenación turística del Pirineo oriental -sin perjuicio, desde luego, de la “regularización” lingüística- y otra bien distinta es la de que el F.C. Barcelona marque muchos goles y encaje pocos. De hacer goles, o de la manera de evitarlos, tenían que ocuparse entonces, según van Gaal, quiénes mejor supiesen hacerlo, fueran catalanes o chinos. Y si el entrenador, responsable de tales cosas, prefería a sus compatriotas holandeses, sus razones tendría para ello. No se trataba precisamente, a tales fines –además de dar mejor las patadas al balón y a las espinillas del adversario- de haber nacido en La Bisbal y, a ser posible, cantar Els Segadors mientras se afeitaban o duchaban los futbolistas. El discurso del Muy Honorable Presidente estaba viciado de origen. Es decir:“¡Barça, Barça…¡”, pero nosaltres sols. Si nos acompañan o nos ayudan otros, en la transcendental empresa de colocar una bolita entre tres palos, en esa misma medida, Catalunya será menos libre. Al menos, esto era entonces lo que le dolía en el alma al Molt Honorable President y, para su desgracia y desesperación, sin que en tal asunto fuera posible culpar a Felipe V o a Franco, sino tan sólo a aquel altanero holandés que, para gloria del florín y de la pela, estaba empeñado en reinventar el “Ajax de Barcelona”, contra los más hondos y acendrados sentimientos de libertad de la nación catalana. De ahí, a poner en peligro la “regularización”, no había más que un paso. Porque, quién hubiese podido saber si, pese a estrechar el cerco al castellano, obligando a los niños de Jaén a estudiar en catalán los quebrados o el sistema métrico decimal, no pocos catalanes, aficionados al futbol, no terminarían en breve por hablar neerlandés. Hubiera sido el colmo de las paradojas lingüísticas.
Debieron entonces los seguidores del señor Pujol abordar con la mayor energía las potestades legislativas transferidas al Parlament, para brindar al oprimido pueblo catalán la misma solución que se aplicó, hace más o menos un siglo, cuando precisamente en Barcelona se fundó “El Español”, atribuyendo al nuevo Club –y sólo un club- este nombre precisamente para subrayar que, por entonces, todos los jugadores del F.C. Barcelona, o casi todos, eran extranjeros (hasta “Platko”, o algo así, que era el portero, y era húngaro), naturalmente habiendo de entender por tal, no sólo a los extranjeros “de fuera”, del extranjero más alejado de las fronteras catalanas, sino a los “extranjeros intra-peninsulares”, entre ellos a los leoneses -que alguno glorioso hubo, sobre todo con la cabeza, desde luego “por fuera”- de épocas anteriores o posteriores. Y, en este específico sentido, lo que yo ahora mismo sugiero y propongo para la catalanidad en la coyuntura presente, es que de modo inmediato, como expresión más contundente del freedom for Catalunya, se funde el “Catalá F.C.”, recuperando automáticamente a todo jugador de futbol catalán que milite fuera de Cataluña -y los hay excelentes, como Francesc Fábregas- o incluso recuperando a los retirados, como los hermanos García Junyent (ya se arreglaría lo del García como mejor se pudiese); al “Chapi” Ferrer, y hasta el mismo “Charli” Reixach …También sería preciso y urgente que el Molt Honorable retirase retroactivamente la tacha de infamia de “portero de futbolín” que en su día adjudicó al guardameta Carles Busquets. Seguramente, con todo ello, y con los más jóvenes y pujantes futbolistas catalanes del momento, el F.C. Barcelona no sería campeón de invierno, como lo fue (de invierno y de verano y por dos veces) con aquel otro de Amsterdam, que entrenaba van Gaal, pero, con toda seguridad, Cataluña sería mucho más libre.
Pocas palabras, y más aún ideas, tan paradójicas como la palabra y la idea de lo que, usualmente, se pronuncia o expresa como apocalíptico, lo que, indiscutiblemente, a su vez proviene y deriva del contenido del libro sagrado conocido como el Apocalipsis, que junto a los cuatro Evangelios y las Epístolas de los apóstoles componen el Nuevo Testamento. Estoy hablando a los creyentes cristianos, pero no excluyo tampoco a ningún ser humano culto de nuestro mundo occidental, e incluso de otros mundos, en lo que se refiere a lo que voy a decir a continuación. Porque, es bien sabido que una paradoja es una declaración en apariencia verdadera que conlleva a una auto-contradicción lógica. Esto es -aunque caben muchas especies de paradojas- lo paradójico es aquello que se utiliza justamente para expresar lo contrario de lo que en verdad significa o supone. Y esto es precisamente lo que sucede con el Apocalipsis en cuanto al mensaje que este libro sagrado contiene. Porque el Apocalipsis no es ni mucho menos lo que parece, o lo que se le ha hecho parecer a lo largo del tiempo. El Apocalipsis, falsamente atribuido durante tanto tiempo -según entiende la más moderna doctrina bíblica- al apóstol San Juan, no es ni significa, pese a su lenguaje de difícil comprensión, nada que pueda identificarse con lo más trágico o catastrofista. El lenguaje apocalíptico, pertenece a un género literario cuyas notas (dualismo, simbolismo, visión profética, etc.) lo que realmente persiguen es explicar, y no complicar; revelar o manifestar, y no ocultar… Inspirar esperanza y consuelo, y no angustia y desesperación. Infundir ánimo y valor, y no pavoroso miedo. Para empezar, la propia palabra griega, “apocalipsis”, significa revelación. Y sin embargo, al oír esta palabra, apocalipsis o apocalíptico, casi todos pensamos en lo secreto, misterioso, oculto, enigmático y, desde luego, trágico y catastrófico. Esta es la realidad. Podríamos decir, por ello, que pese a su intención, el Apocalipsis ha producido en el ánimo humano justamente lo contrario de lo que se proponía, desde luego no por culpa de nadie en particular, sino en general por haberse fijado la atención del lector o del interprete oficial -como escribió el Profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, Dr. Fernández Ramos- “en descifrar, a través de sus grandiosos cuadros históricos o cósmicos, la marcha externa de los acontecimientos que componen la historia”.