lunes, 2 de noviembre de 2009

REINA DE TODOS LOS SANTOS


La Festividad, tan clásica, y tan inexacta en la consideración popular, en España, de acudir en masa a los cementerios para recordar a los que se fueron, en lugar de hacerlo hoy, Día de Difuntos, ha pasado un año más. Seguramente, todavía habrá muchas personas, de entre las creyentes, que se pregunten -o no- o bien no acierten a entender que es eso de "los santos", además de "nombres" para designar a las personas, para nominarlas, podríamos decir ahora con toda propiedad, porque, en buen castellano, "nominar" es precisamente eso, "poner" o "imponer nombre" a algo, especialmente a las personas, aunque también a los animales o a las cosas. Y no como en esos horribles repugnantes juegos o concursos de la TV, en los que se dice -se mal dice- "nominar" a los concursantes, pretendiendo decir que se les designa para algo, generalmente para abandonar el estúpido juego o experimento, entre gentes de la más baja estofa y degradada condición humana. Ejemplo sumo del fenómeno, ese asqueroso y maldito juego, obsceno y procaz, abiertamente inmoral y sobre todo de pésimo gusto, llamado "Gran Hermano", que anima y alimenta una mujerona vieja y fea, llena de costurones y arrugas, pero sin duda de muy baja categoría humana, al prestarse a semejante desvergüenza pública simplemente porque le llenan los bolsillos de dinero. Con los santos, de momento, aún no se hacen estos experimentos de escarnio, que naturalemnte serían blasfemos. Simplemente el nombre que tuvieron, se usaba antes -ya casi tampoco- para ser utilizado también por otros seres humanos, con el propósito de que pudiesen imitarles en sus virtudes y en su santidad. Ahora ya no. Ahora, se impone a los niños, cuando nacen, nombres que nada tienen que ver con los santos, y de tal guisa se les llama -a las niñas- "Coral", "Jazmín", "Preciosa", o "Cielo" (sin ninguna connotación sobrenatural o teológica); bien se utilizan los árabes "Aixa", "Soraya" o "Zaida"; los florales "Amapola" o "Camelia", cuando no se hace uso de esa sarta de nombres ingleses, sobre todo si pertenecen a famosas actrices o modelos, "Davinia", "Abie", "Ashley", "Audrey", "Brenda" o "Carrie". Los niños, tampoco "se van de rositas" a la hora de atribuirles nombre, siendo significativas y ya famosas las "cosechas" propias de la moda. En efecto, en otra dimensión menos sacral, o más laical, hay nombres de época, por puro modismo o ireflexivo y maniático propósito, entre las gentes que no pueden resistirse a ello. En particular, pasó ya hace muchos años, la "cosecha" de los "Javis", pero recientemente, hace no muchos menos, se produjeron unas "añadas" insistentes y contumaces de "Sergios" y más tarde de "Adrianes". Exactamente, no se por dónde anda la moda en estos momentos, pero estoy seguro de que se habrá inventado algo al respecto. Extraño fenómeno, aunque inocuo y sin peligro social alguno. Desde luego, lo que casi nadie se llama ya es "Emilio" o "Julio", ni mucho menos "Dolores" (por aquello de que podría asimilarse a "Picores" o "Escozores") y parecen haberse terminado para siempre las "Ascensiones", "Asunciones", "Encarnaciones" o "Purificaciones"... La verdad es que, tal hecho, carece por completo de toda transcendencia. Lo esencial, porque esto es lo único que no pasa, es que "los santos", en el sentido más exacto de lo que son y representan, han de servir para mucho más que, simplemente, para recordar con su nombre a otros seres. Posiblemente, nadie debería ser declarado "santo", ni puesto en los altares ni en las estampitas. Eso es al menos lo que yo siempre he intuido y en estos momentos pienso con mayor convicción personal. Porque "los santos", no son otra cosa, sino -por vía de ejemplo- unos cristales tan perfectos, tan puros y limpios, que se limitan a dejar pasar la luz a través de ellos. Naturalemente, la Luz, la única que puede iluminar todas las sombras, todos los arcanos de la existencia y del misterio del hombre. Y eso... tan sólo Dios, el autor de la luz, puede saberlo. No me fío de los cánones del Codex que regulan "las causas de los santos", ni tampoco mucho del "promotor de la fé", vulgarmente llamado "el Abogado del Diablo". No, sinceramente, no me fío nada. Monseñor Escrivá de Balaguer, es ya santo hace algunos años. En cambio aún no lo es la Madre Teresa de Calcuta... Y no hay congregación o "cofradía" que se precie de algo, que no ande buscando con paciencia, esfuerzo y alguna otra cosa bastante lejana a la santidad, la declaración de santo de su fundador o fundadora. A este paso, hasta podría terminar siendo "santo" este señor, llamado Kiko Argüello (además Kiko con "k"), que anda por ahí con una guitarra bajo el brazo y que, aparte de ser un pésimo pintor de iconos insulsos y de mal gusto, está "barriendo" y haciendo adeptos a "magnis iteneribus" entre gentes de más que elemental cerebro, más o menos lo mismo que la vidente de El Escorial, que asimismo resultaría siendo "santa". Ya, en otras ocasiones, me he referido al fenómeno en este mismo indocumentado y seguramente desvergonzado Blog. Pido perdón a quien proceda, pero eso es lo que pienso. Por ello, quizá esta Fiesta innominada particularmente, en cuanto a la santidad de nadie, y ampliamente generalizada respecto a la de quienes de verdad la hayan alcanzado (Dios lo sabrá), me parece una excelente ocasión de pedir su intercesión, porque sin duda, y no sólo precisamente 144.000 (otra interpretación que ha conseguido millones de dolares en el mundo, a base de tocar el timbre por las casas) son los que allí se encuentran, con sus vestiduras blancas, lavadas en la Sangre del Cordero. Sin duda, hay muchos más, por no decir que casi todo hombre nacido de mujer. Ellos son quienes pueden acordarse de nosotros y, por sus méritos y la Misericordia de Dios, librar del abismo de la nada, el hastío y la perversión, a esta pobre Humanidad doliente. Ellos, desde luego, no pudieron llegar hasta el estado que eternamente poseen, sin la ayuda amorosa y también misericorde de la siempre dulce Virgen María, la Reina de todos ellos, y cuyo melodioso nombre arameo significa "Inmensa como el Mar". Dios te salve, María, Reina de todos los Santos. Luis Madrigal.-