UN POEMA INÉDITO DE ISABEL ESCUDERO
"Cuando tú vengas, amiga borradora,
y ante mi pizarra te plantes soberana
y todo sea para ti, todo y de golpe:
desde aquellos torpes garabatos
hasta estas letras en hilera bien trazadas
( y más aún): en primorosa redondilla el nombre propio:
lindos dibujos de casitas humeantes
niños y arbolillos y nubes y sol
y padre y madre y pájaros en vuelo,
en traje de volantes yo feliz al medio.
Tantas y tantas cuentas que he ido echando
más que nada por llenar el fondo negro,
y tú que vienes y de una manotada
en nube blanca todo me lo ciegas
pero no, no podrás quitarme ese olor
a tiza y tinta de mi escuela."
Isabel Escudero
(Quintana de la Serena, Badajoz, 1941 - Madrid, 2017)
***
A los hijos, nietos y hermano de
Isabel Escudero, con cariño
Este poema fue encontrado por su hermano Antonio, el día 7 de Septiembre de 2017, entre los papeles de Isabel, concretamente plegado dentro de un lbro que se encontraba en la Casa-Jardín Bebela, en el distrito de la Estación del Ferrocarril de Las Navas del Marqués, donde Isabel escribió la mayor parte de su obra.
El texto está manuscrito, con lapicero y algunas tachaduras, bajo las cuales puede advertirse la primera redacción de uno de los versos y la consiguiente auto-rectificación. Por el contenido del poema, podría decirse con toda propiedad que, no sólo está manuscrito sino inluso que constituye un documento ológrafo, de fecha presumiblemente muy cercana a la de la muerte de Isabel, acaecida en el mes de Marzo del mismo año 2017. Desde luego, no contiene ninguna disposición testamentaria de caracter patrimonial -ni de ningún otro carácter- propia de ese tipo de testamento lo cual, además de muy inapropiado, resultaría en el orden lógico especialmente incoherente con la "nube blanca" que todo le ciega a la poetisa, por borrar todo lo escrito, desde los palotes y dibujos infantiles hasta las propias letras instrumentales a lapicero mediante las que se expresa el contenido del poema. En realidad, los conceptos de "borrar" y de "cegar", si bien analógicamente sinónimos, de modo aparente, no son idénticos, y hasta podría decirse contradictorios, porque si algo se borra -que es la idea primigenia, expresada en el primer verso- ya no puede ser ocultada por nada, puesto que es imposible que nada oculte lo que ya no existe. Es preciso entender, por ello, que, aunque no pueda decirse en sentido estricto, se trata del uso de una metáfora abstracta y en cierto modo recíprocamente de términos excluyentes, lo que no resta valor ni alcance poético alguno a los versos, puestos en conexión recíproca el referido verso primero con el verso catorce, de los dieciséis versos de que consta el poema.
En general, causa la impresión que ante la idea (y muy posiblemente, en el caso de este poema, ante la proximidad o inmediación de la muerte) la poetisa trata de enlazar sus recuerdos infantiles escolares, y en particular la figura de sus padres, con la desaparición de todo lo existencial y causa asimismo la impresión, al estilo propio de Albert Camus, de creer la autora que todo cuanto se hace en la vida resulta absurdo, puesto que si se hacen tantas cuentas, tan sólo es por el mero hecho en sí de hacerlas, "por llenar el fondo negro" de la pizarra de la vida, que viene a ser más o menos similar al camusiano mito de Sísifo.
Sin embargo, son muchas y muy variadas las actitudes vitales de Isabel, que operan como mentís a esta interpretación, y que la contradicen más allá de las palabras, metáforas o imágenes utilizadas en este poema. Isabel dió muchas muestras, a lo largo de su vida, de no pensar que la vida era un absurdo. Desde luego, no era un sentimiento nada absurdo declarar imborrable "el olor a tiza y tinta de mi escuela". Posiblemente la misma escuela en la que enseñaron sus padres, ambos maestros de profesión, de aquellos extraordinarios y venerables maestros, como casi todos los de su época, que tanto bien hicieron a cuantas generaciones enseñaron y educaron.
Por lo demás, en cuanto al estilo poético, se trata sin duda de un ejemplar de genuina poesía libre, mucho más que de un poema escrito en verso blanco, porque si bien, en este tipo de verso, se puede prescindir por completo de toda clase de rima, es exigible siempre la identidad en el número de sílabas y en la acentuación, o acento rítmico del verso.
En efecto ningún verso tiene el mismo número de sílabas. Predominan los de doce sílabas, considerando las licencias de la sinalefa o por el contrario de la sinéresis, pero de los 16 versos de que consta el poema, agrupados en una única estrofa totalmente irregular, puesto que no cabe encajar la misma en ningún tipo de estrofa, 5 de los mismos son de las ya indicadas doce sílabas (los versos primero, tercero, séptimo, doce y trece); 3 versos (segundo, quinto y décimo) son de trece sílabas, medida también irregular, al no alcanzar el alejandrino por falta de una sola sílaba; 2 versos (once y quince) de catorce sílabas. El verso cuarto es de 10 sílabas, el dieciséis y último de 9 y el verso sexto hasta de nada menos que 18 sílabas, lo cual plantea la duda acerca del concepto mismo de verso, y no ya únicamente del de verso prosaico, o de verso viciado de prosaísmo. Es más, yo entiendo que más que un poema en verso, el texto encontrado es un ejemplar de prosa poética. Ya es bien sabido, a estas alturas, que la Poesía es género literario que puede escribirse en verso -y considerada la cuestión de un modo general, universal y unánime, así es y así se hace- pero también puede hacerse en prosa. Y ello va mucho más allá del concepto de Poesía, sino que circunscribe la cuestión a lo que debe entenderse o no por verso. O dicho de otra manera, cuál ha de ser el límite de sílabas contenidas en una frase para que ésta pueda ser considerada como un verso. Porque está claro que el número de sílabas no puede ser ilimitado, salvo atentar contra el concepto mismo de verso.
También hay, en este poema de Isabel, 3 versos endecasílabos (tipo cumbre en la métrica latina renacentista, propia del soneto) pero, de entre ellos, los versos octavo y noveno, al construirse con duplicidad casi inmediata de conjunciones copulativas, carecen casi por completo de acento rítmico. En efecto cuatro "y" en dos versos consecutivos, son demasiadas al oído. El único verso perfecto de este carácter, en tal sentido, es el verso once: "Tantas y tantas cuentas que he ido echando", sinalefa incluida, aunque se pierda el ritmo en el verso siguiente, al constar este de doce sílabas.
Ciertamente, cuanto antecede, depende de la puntuación que pueda ser observada en el manuscrito a lapicero encontrado. Su descubridor, Antonio Escudero, no ha permitido en modo alguno la mínima alteración de lo que los rasgos caligráficos parece pueden decir. Indudablemente también tales signos podrían influir en la construcción de los versos, de su mismo número y, por consiguiente en todo lo demás.
Este humilde anotador, que nada tiene de crítico literario, entiende que podría retocarse el poema, aunque tan sólo muy ligeramente, en cuanto a lo que acaba de decirse, para obtener una pieza poética mucho más pulida, pero entiende Antonio, en su condición de hermano de la poetisa, que eso sería una falsificación y una falta de respeto a su memoria. Sin embargo, yo pienso que Isabel escribió ese poema muy deprisa, al súbito dictado de sus sentimientos más íntimos, y por tanto más repletos de verdadero lirismo, y o no quiso o no tuvo tiempo de llegar a pulirlo. Indudablemente, en circunstancias normales le sobraba talento poético para poder hacerlo. Por ello, pienso que eso acentúa aun más el caracter "ológrafo" del poema. Sólo Dios lo sabe.
Luis Madrigal