Clamaba el tiempo, misterioso y frágil,
por tantos días pasados, que no vuelven.
Se le olvidó al pasar el detenerse
junto a una risa alegre, bajo un puente
que unía la verdad con la alegría;
la ignorancia feliz con lo más cierto.
El suave añil de atardeceres rojos
que nuevo fuego prometían siempre.
Con la luz pura de la blanca aurora
que, azul, a las ventanas hacía verdes.
Luis Madrigal
Las Navas del Marqués (Avila)
15 de Septiembre de 2014