miércoles, 9 de junio de 2010

EN UNA OSCURA TARDE DE LLUVIA



NUNCA TE VERÉ


No te veré... Apenas puedo
contener el dolor que, aquí en mi alma,
punza entero mi ser, que gime y sangra
cuando mis ojos, ciegos, no te hallan.
¿Qué más que yo hicieron otros  -todos-
quiénes, al aire, cruzan su vista con la tuya, hoy mismo,
y pueden
oler tu aroma, oír sobre el asfalto
el eco de tu voz y de tu paso?
¿Por qué yo, al nacer, no nací arroyo
de los que, en tu niñez, te dieron su agua clara?
¿Por qué no, árbol, o molino,
cerca de los que tú creías que hablaban?
¿Por qué no, puente, sobre el que pisabas,
para besar tus pies, guardar sus huellas,
de luz y plata vestidas,
y bajo ellas cobijar mi barro?
¿Por qué no supe yo que tú existías
y, aunque tan lejos, dentro de mi alma?
¿Por qué sin ti, no puedo hallar la calma,
ni un año ni un minuto, noche y día?
¡Ven hasta mí, con ansia te lo ruego,
te suplico que vengas, aunque ruja el aire;
ven por el manso o broco Mar... que yo no puedo!
¡Ven a apagar las llamas de mi fuego,
que, siendo sólo en ti, sin ti soy nadie...!


Luis Madrigal