martes, 12 de septiembre de 2017

¡OH, ÁFRICA, YO TE ABRAZO!

ÁFRICA ES NUESTRA ESPERANZA



Se cuenta que cuando Publio Cornelio Escipión el Africano, desembarcó cerca de Utica, al llegar a la costa del norte de África, tropezó y cayó al suelo, con lo que su posición resultaba más bien cómica. Pero aquel gran hombre, la convirtió inmediatamente en todo lo contrario. Sus reflejos le salvaron: Extendió completamente los brazos en cruz, a lo ancho de su envergadura, y exclamó: ¡Oh, África, yo te abrazo!, convirtiéndo aquella posición, en décimas de segundo, de ridícula en sublime.

Durante siglos, Europa, aunque no tanto España pero también, ha visto la salida de muy diversas especies de hombres, y de actitudes, hacia el continente africano, objeto del colonianismo europeo. Entre todos estos tipos de gentes, han estado también los sacerdotes y religiosos europeos, que han llevado la fe en el Dios creador, y de Jesucristo su Hijo, el enviado del Padre, a quel continente. Antes incluso, una gran parte del norte de África, fué cristiana y allí floreció la figura filosófica y teológica quiza más grante, junto a la de Tomás de Aquino. La de Agustín de Tagaste, Obispo de Hipona, un númida que llegó a Milán, para encontrarse con Ambrosio y hallar allí la fe: "Tolle, lege". Agustín, tomó y leyó. Aquella lectura, la de una epístola de San Pablo, le condujo a la conversión. Sin duda por la gracia de Dios, una de las más preclaras inteligencias del mundo, en todas sus épocas, tras el error de sus primeros pasos, concluyó estableciendo, como conclusión de su pensamiento, el lema "Anima una et cor unum in Deum". Este lema se extendió por todo el planeta a impulso de la Ordo Eremitarum Sancti Agustini, que aquel magno africano fundó. Uno de sus hijos fue el mismo Martín Lutero, el reformador de la Iglesia, ante sus propias perversiones, y agustinos fueron tambien Gregor Mendel, Fray Luis de León, Andrés de Urdaneta, Nicolás de Tolentino, Rita de Casia, Tomás de Villanueva, Egidio Romano o Diego Francisco Padilla, entre tantos otros espiritus poderosos. Africa, pues, ocupa en la historia de la Iglesia un lugar muy singular.
  
Es verdad que aquel África perdió la fe, después del siglo IV, y desde entonces los europeos contribuyeron a tratar de salvarla, mediando al efecto la correspondiente cooperación. Tal vez, Francia y Bélgica fueron las naciones europeas que más se distinguieron en esta empresa. Pero también Alemania, Italia y la propia España. Muchos sacerdotes españoles colmaron sus ansias apostólicas en Africa, como misioneros en muy diversas de las naciones de aquel enorme continente, y no sólo sacerdotes, sino también religiosas y religiosos, sin excluir a los cooperantes cristianos laicos que allí han desarrollado su vocación apostólica.

Pero, hoy, tras un continuo proceso de paganización, pérdida de valores religiosos e incluso hasta del tesoro de la Fe, Europa, y muy en particular España, ve reducido de un modo drástico el número de sus sacerdotes. Aquí, ya casi nadie quiere ejercer este ministerio sagrado, tal vez porque los templos se ha ido vaciando progresivamente. ¿Quien habrá de desempeñar esta misión, en lo sucesivo? ¿Acaso nos espera la incredulidad, el paganismo más radical, el materialismo más acervo y egoísta? En el Concilio Vaticano II, se abordó ya este problema. Alguien llegó a proponer la solución del diaconado, con la objeción en contrario de que tal institución era del siglo I. Y fue precisamente un obispo africano quien observó: ¡Pero es que África se encuentra en el siglo primero...!

Desde el 25 de Enero de 1959, fecha en la que el Papa Juan XXIII convocó aquel concilio, han trascurrido exactamente 58 años, algo más de medio siglo, y África, los países cristianos de aquel continente, al menos en la perspectiva de la Iglesia Catolica Romana, son nuestra mayor esperanza. Ellos nos darán los sacerdotes de los que empezamos a carecer de modo alarmante. Quienes nos hallábamos este último verano, que aún no ha terminado  -yo todavía me encunetro aquí-  en Las Navas del Marqués, en el barrio de la Estación del Ferrocarril, lo hemos visto ya muy de cerca, de modo sensible y también esperanzador. Sin duda por mediación de la Urbanización "Ciudad Ducal", colindante a nuestra Parroquia de la Asunción, un joven sacerdote keniata, y por tanto de lengua inglesa, el Padre John Migwi, nos ha auxiliado sacramentalmente, presidiendo la celebración de la Eucaristía no sólo los Domingos, sino cada día, al caer de la tarde. El Padre John, tiene una sonrisa que viene directamente del cielo. Él ha sido nuestro Párroco, tras el reciente fallecimiento del nonagenario sacerdote que lo fue duranbte más de cincuenta años. Y él nos ha bendecido e impartido un enorme consuelo y esperanza. Que el Señor le bendiga a él y a toda su numerosa familia africana. ¡Oh, África, yo te abrazo!

Luis Madrigal

Las Navas del Marqués (Ávila, España)
12 de Septiembre de 2017


En la fotografía de arriba,
el Padre John Migwi, durante la consagración,
en su última Misa