II
QUE ESTÁS EN EL CIELO
¿Y por qué en el Cielo?
¿Acaso no es aquí, sobre la
tierra,
donde más de tu amor
necesitamos?
¡Si, entre llanto, con lágrimas
regamos
el barro que nos hizo de este
suelo!
¿Por qué no bajas, Señor, a
poner orden
en este maremágnum de miseria,
de dolor, de injusticia, de
cruel guerra
que el hombre contra el hombre
ha desatado?
Sería maravilla que vinieras
para quedarte, esta vez, entre
nosotros.
Al menos, la mayor parte del
año.
Que en vez, allá por Mayo,
cuando "asciendes"
de verdad en Diciembre
"descendieras".
Yo te adorara, mi Dios. El alma
entera
pondría junto a Ti. ¿Quién no lo
hiciera?
¿Quién no sería justo si pudiera
contemplar a dos palmos la Justicia ?
¿Quién no sería amor, si Amor
tuviera?
¿Quién no se haría pobre si te viera
en Belén y entre pajas
tiritando?
Ya estuviste, lo sé, y te
matamos,
mas ahora es distinto, estoy
seguro.
Si vinieras, y te viera la
gente,
y con ella estuvieras, y a tu
paso,
pudiera un ciego ver, andar un
cojo,
aunque los muertos no
resucitaran,
sería lo de menos. Al contrario,
pues todos, de la muerte se
burlaran
teniendo entre sus manos a la Vida
y, en lugar de vivir, morir
quisieran.
Mas, ¡tan alto está el Cielo!...
Está tan lejos,
que desde allí difícil es nos
oigas
y aquí abajo, más aún, que te escuchemos.
¿De qué vale que vivas en el
Cielo,
si en la Tierra nosotros nos
matamos?
Tampoco pido tanto -si te fijas-
ni es la primera vez. Ya te
advirtieron:
¡“Quédate con nosotros”!... Mas, te fuiste.
Vacíos y desnudos nos dejaste,
tan solo por querer hacernos
libres.
Y, ¿lo somos?... ¡Maldita
libertad!
Si de Ti priva, es que no es
libertad,
es cautiverio. Que ya lo supo
Kant,
aquel hombre pensante, cuando
dijo:
“Si Dios está patente, no soy libre”
y por eso, Señor, estás latente.
Mas, te propongo un cambio de
inmediato:
Prefiero ser esclavo, si
presente
Tú siempre estás, y siempre vas
conmigo,
que libre, de tenerte siempre
ausente.
Si así no puede ser -y no parece-
te digo hoy, Señor, desde aquí
abajo:
¡Perdóname...! Perdona el
desvarío,
perdona mi flaqueza y mis
ofensas,
que de todas me asusto, con
espanto.
Perdóname si te he ofendido
tanto,
por estar Tú en el Cielo y yo en
la Tierra.