NADA
Se levantó. Miró al
cristal. Llovía.
Un tenue velo hería la
ventana.
Anunciaba -al nacer la fría mañana-
que un día desapacible
volvería.
En el reloj, ya casi
mediodía
había transcurrido con
desgana,
sin hacer, ni vivir, y
sin la sana
pasión que da la fuerza y
la energía.
¿A dónde ir? ¿Qué hacer?
Si nada había
dentro del alma, tibia,
destemplada.
Ni nada que saber, que ya
sabía
que no hay amor sin alma
enamorada,
ni es posible vivir sin
alegría,
ni nada es la verdad, ni
nada es nada.
Luis
Madrigal
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