viernes, 31 de diciembre de 2010

EL TIEMPO




Dicen  -y es verdad, aunque una verdad muy relativa-  que hoy termina el año 2011 de nuestra era. Todos nos sentiremos impactados por ello, de algún modo, cuando suenen las campanadas de media noche,  yo también, pero algunas personas sentirán que poco más o menos "se va a acabr el mundo", y no lo digo por lo que se refiere a esas "apocalípticas" predicciones, ya sean atribuibles a Nostradamus o a la NASA, y por otra parte relacionadas con el año siguiente, el 2012, sino, en general, por la impresión psicológica que suele producir siempre, año tras año, el paso de uno a otro de estos períodos en los que trata de medirse lo que llamamos "el tiempo". Pero estoy convencido de que ello no es más que pura sensación, mera impresión psicológica, invención nítida de nuestro mundo interior. Y cada vez estoy más convencido de que el tiempo "no existe". Desde luego, así es en Física, dónde el plomo no es más que un uranio degradado a través de un proceso de miles o de millones de siglos. Y creo yo que también sucede, si no exactamente lo mismo, sí algo muy parecido en el sentido más general.

Todos los filósofos, o muchos de ellos, la mayor parte, se han enfrentado al concepto de "tiempo". Entre los griegos, Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) ha sido sin duda quien alumbró la más solida doctrina sobre tal concepto. Y su idea, me parece bastante aproximada a lo que acabo de decir. La visión aristotélica se halla íntimamente vinculada al movimiento y, al definir el concepto, en su "Física", entiende que es "la medida del movimiento respecto a lo anterior y lo posterior". Por ello, sin nuestra propia conciencia del cambio, no podríamos saber que el tiempo transcurre. El tiempo aristotélico es exterior al movimiento, pero supone una duración sucesiva que permite establecer relaciones de medida entre un "antes" y un "después".

Muy distinta es la idea de San Agustín (354-430), mucho más intimista, que hace depender el tiempo del propio espíritu, como algo totalmente desligado del movimiento e íntimamente unido al alma. El tiempo es un "ahora" que no es, porque el "ahora" no puede detenerse, toda vez que, si se pudiera, ya no sería tiempo. Por tanto, si no hay presente, mucho menos puede haber pasado, ni todavía hay futuro. La medida del tiempo no es el movimiento, como suponía Aristóteles, sino el alma, el espíritu, el yo. El pasado, tan sólo es aquello que recordamos; el futuro, lo que esperamos y el presente, aquello a lo que prestamos atención.

Posteriormente, en la era ya propiamente moderna, Newton, un físico, en su famosísima obra "Philosophiae naturalis principia matehematica", formula su concepción absolutista del tiempo, al definirlo como  algo "absoluto, verdadero y matemático, por sí mismo y por su propia naturaleza, que fluye uniformemente sin relación con nada externo". Es de hacer notar que, la idea de Newton, por una parte, no excluye el factor o elemento interno, la participación del yo subjetivo en la percepción del tiempo y, por otro lado, este concepto podrá ser válido para la comprensión del tiempo cosmológico, pero no tanto, por ello,  del tiempo psicológico, que seguiría manifestándose como un misterio. Tal vez por ello, para Kant (1724-1804), abiertamente, el tiempo no existe como una realidad en sí exterior a nosotros, ni en las cosas como movimiento, sino que tan sólo es una manera de percibir propia del hombre, como una experiencia interna para cada uno de nosotros. Y por ello también, para Bergson (1859-1941)  -uno de los filósofos contemporáneos que más atención dedicó al estudio del tiempo-  éste es cualidad, interioridad. El tiempo verdadero es puro fluir de nuestro yo individual, desprovisto de toda medida, sentido como algo cualitativo. El tiempo bergsoniano, es un devenir indivisible, innumerable e incontable, porque fuera de nosotros sólo hay espacio y la duración, el transcurso del tiempo, sólo existe en nuestro interior, como una sucesión de hechos psicológicos.

Aparente y superficialmente esta última idea pudiera parecer opuesta a la de la Filosofía temporalista, o históricista, representada, respectivamente por Heidegger y por nuestro Ortega y Gasset. De Heidegger, hay que subrayar la idea central que late y está presente en su excelente libro "Ser y tiempo", según la cual el tiempo es el elemento indispensable, y casi sagrado,  del ser, de tal modo que el existir no puede ser otra cosa sino "estar en el tiempo para ser" y, en esta dimensión, tan sólo existe el hombre. Las cosas no existen, sino tan sólo "dasein", es decir, "están ahí" y, aunque pasen millones de años, no podrán añadir nada a su propio ser. Ni tan siquiera Dios puede "existir", puesto que ya es, eterna e infinitamente. Esto último, no lo dice Heidegger (aunque tampoco, como se ha pretendido sesgada y maliciosamente, afirma lo contrario). Lo digo yo  -pobre de mí-  porque lo creo firmemente. Por su parte, Ortega afirma que la realidad específicamente humana se caracteriza por su consistencia temporal y, por ello, la historia es privativa de los hombres y de la sociedad. El hombre, no tiene naturaleza, sino que tiene historia.

Creo yo, por tanto, tras este sintético análisis del pensamiento filosófico, que, cuando se habla de tiempo, es necesario distinguir entre el tiempo cosmológico y el tiempo psicológico. El primero, es susceptible de medida y de cálculo, pero el tiempo que verdaderamente nos importa es aquel que percibe nuestra propia experiencia individual, que es un tiempo subjetivo y variable, puesto que en algunas ocasiones nos parece que se va muy deprisa y en otras que transcurre muy lentamente. Por eso, en realidad, creo que no existe. Ya Lope de Vega, al suprimir de su Teatro la unidad aristotélica de tiempo (además de las de acción y lugar, en lo que coincidirá con William Shakespeare) comprendió aquello de que "la cólera de un español sentado no se templa, si no se representa en una hora desde el Génesis hasta el Juicio final". ¿Y quién no ha tenido uno de esos misteriosos sueños, en los que tan sólo en breves minutos transcurre casi toda su vida?. Por ello, nada me extrañaría, y en ello confío, que cuantos seres humanos han muerto desde el principio del tiempo, se despertaron un día como si tan sólo hubiese transcurrido un segundo desde que se durmieron. En eso confío apasionadamente. Un abrazo a todos, amigos, y un Feliz Año Nuevo. Es la tradición. Luis Madrigal.-



jueves, 30 de diciembre de 2010

EL VILLANCICO ES DE IBERO-AMÉRICA (X)




Sereníssima una Noche (España - Méjico)
Fray G. Gonzales

  







A siolo flasiquiyo (Puebla, Méjico)
Juan Gutiérrez de Padilla

 




En la imagen precedente, el Coro de la Catedral
de Puebla de los Ángeles (Méjico) 



Hermoso amor (Puebla, Méjico)
(J. García)



 


 

Arriba, Sagrario y Baldaquino
de la Catedral de Puebla (Méjico)


A la xàcara xacarilla (Puebla, Méjico)
Juan Gutiérrez de Padilla


 

miércoles, 29 de diciembre de 2010

martes, 28 de diciembre de 2010

DOS POEMAS DE AMOR POR NAVIDAD





I

SERÉ TAN SÓLO VIENTO

Te busco y no te encuentro...
Tan sólo sé que vives y, tu calma,
en mi alma respira. Veo latir tu palabra
que se hace permanente a mis ojos
y, en cada sílaba, anida por ti mi sentimiento
como la abeja liba de las flores.
Mas, resisto, sitiado y aun sediento,
sin acercar mi ánfora a tu fuente.
Temo herir tu suspiro... Soy de barro
pero, por ti, seré tan sólo viento
que sereno acaricia las copas de los árboles
para morir, caída la tarde,
entre zarzas y espinos,
junto a un arroyo helado por el frío.




II

¿DÓNDE ESTARÁS...?

 Te busco, entre la nada y la impotencia,
sin la menor señal ni signo cierto...
Lo mismo que si ya te hubieses muerto,
vago sin ti, sin rumbo y sin conciencia.

Creí que estabas lejos y es la esencia
lo que te aleja más, y es más incierto
a mi dolor, que gime y yace yerto
mendigando tan sólo tu existencia.

¡Qué angustia no saber si es que te has ido
tan sólo a contemplar el mar, o un Río
de aguas de cielo, para mí perdido,

o si el cruel destino, o tu albedrío,
buscaba en los luceros el latido
que a tu pecho en la tierra no dió el mío!



A todos los que, en medio de la alegría de los demás,
se encuentran tristes... A los que están o se sienten solos... A todos
aquellos que buscan siempre, sin encontrar nunca,
a los seres que más quieren... O a los
que más quisieron.

Os acompaño y abrazo a todos, seáis quiénes seáis, estéis donde estéis,
en nombre de las Leyes de la Vida y del Amor de Dios.

Madrid, España, Navidad de 2010


Luis Madrigal



lunes, 27 de diciembre de 2010

EL CÓDICE VALDÉS



Catedral de la Ciudad de Méjico

Hoy quiero traer a este Blog, dentro del contexto navideño, además del Villancico ya inicialmente anunciado de Gaspar Fernandes, en lengua portuguesa (“Pois con tanta graça”), que se escribió y cantó en Oaxaca, otras dos piezas de música polifónica del Nuevo Mundo, ambas precisamente de la Nueva España, ambas consistentes en plegarias a la Virgen María y ambas escritas en lengua náhualtl, la lengua propiamente mejicana, mexicatlahotolli, o simplemente mexica para los primitivos hablantes del náhuatl, y estrictamente mejicano, para los hablantes bilingües, que hablan español y náhualt. La difusión del náhualt, por encima de otras lenguas de Mesoamérica, comenzó en el siglo XIII, en virtud de las conquistas del imperio mexica, o imperio azteca, extendiéndose hasta su caída, el famoso 13 de Agosto de 1521, en manos de los españoles, que le dieron el nombre de lengua mejicana.

En fecha que no he sido yo capaz de determinar, ante la imprecisión de las fuentes a mi alcance, se descubre y  encuentra en Méjico un manuscrito del siglo XVI, llamado Códice Valdés. Es interesante conocer la historia del hallazgo del Códice Valdés: En la primera mitad del siglo XX, el padre Octaviano Valdés, canónigo de la Catedral de la Ciudad de Méjico, encontró que los habitantes de un poblado mejicano tenían un manuscrito de 280 páginas con música. Uno de los dueños le dijo al padre que habían tenido otro libro similar, pero que lo habían perdido. El padre Valdés se sorprendió mucho cuando vio que había obras de Palestrina, así que le pidió el libro a sus dueños. El Padre Valdés, recibió el Códice y lo llevó a la Ciudad de Méjico. Al estudiarlo encontró que, además de otras obras, había dos piezas de música polifónica con letra en náhuatl. Se trataba de dos plegarias a la Virgen María. Estas dos obras, en lengua náhualtl, habían sido tituladas: “In ilhuicac” y “Dios itlaço nantzine” . Pero, ¿quién era su autor? En el año 1934, Gabriel Saldívar, básandose en una inscripción que aparece en la parte posterior de la música y que dice : “herna don fran co”, entendió que tal inscripción correspondía al nombre enmascarado de “Hernando Franco”, el Maestro de Capilla de la Catedral de Méjico. Sin embargo, en 1952, Robert Stevenson, en base a las diferencias de estilo, planteó ciertas dudas, y en un escrito posterior afirmó que el uso de la palabra “don” en el nombre del autor indicaba que habría de tratarse de un compositor indígena, porque en la Nueva España del siglo XVI solamente los caciques indígenas y los inmigrantes españoles del más alto grado (en ningún caso atribuible a los músicos) podían usar el nombre de “don”. Ello no obstante, al procederse a la transcripción de las piezas, compuestas musicalmente en lengua náhualtl, el propio Stevenson  admitió y mantuvo que el compositor musical de las plegarias a la Virgen del Código Valdés, como había propuesto Saldívar, era el español Hernando Franco.

Hernando Franco, nació en Galizuela, Municipio español de la Provincia de Badajoz, en la baja Extremadura, próximo a la frontera con Portugal, y se educó en la Catedral de Segovia hasta los diecisiete años. Cinco años más tarde, en compañía de Mateo Arévalo Sedeño, un amigo de la familia, viajó al Nuevo Mundo, para desarrollar su carrera musical en las Catedrales de Santiago de Guatemala (1570-1573) y de Méjico (1575-1585), sucesivamente. En esta última, ocupó el puesto que había dejado Juan de Vitoria, siendo nombrado Maestro de Capilla el día 20 de Mayo de 1575.

Les deseo a todos una agradable audición de estas piezas, nacidas en el Nuevo Mundo, en la propia lengua indígena de Nueva España, así como, finalmente, la de Gaspar Fernandes, en lengua portuguesa. Que las disfruten. Luis Madrigal.-


In ilhuiac (Códice Valdés)

(Hernando Franco)



 



Retablo y Altar Mayor de la Catedral de Méjico

Dios itlaço mantzine (Códice Valdés)
(Hernando Franco)








Detalle del tronco del gigantesco Árbol del Tule, en Oaxaca,
con un diámetro de 14,05 m. y una circunferencia de 45 m., tan sólo
rodeable meiante 30 personas cogidas de la mano con sus brazos totalmente extendidos; con un volúmen de 800 metros cúbicos, una altura de 42 m. y un peso de 630 toneladas.
Sin duda, es el mayor o uno de los mayores árboles del mundo antiguo,
con una existencia de más de 2.000 años.
 

Pois con tanta graça (Oaxaca, Méjico)

Gaspar Fernandes





domingo, 26 de diciembre de 2010

sábado, 25 de diciembre de 2010

CONTINÚA LA NAVIDAD





MÁS VILLANCICOS


TRES EN LATÍN,

LA LENGUA MADRE COMÚN



Gloria in excelsis Deo 
 
Puer Natus in Bethlehem

Puer Natus est nobis