Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata, que no ha veinte años fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño; la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies; este, digo, es el que llaman Miguel de Cervantes Saavedra. Miguel fue soldado muchos años y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlos Quinto, de felice memoria... [Este, queridos amigos, es el español más universal que hoy se nos muere, un 22 de Abril... de 1616, hace exáctamente trescientos noventa y dos años, inmerso en la más profunda miseria, en la que él mismo se veía, sin quizá saber ni intuir que llegaría a ser la más alta cumbre de la Literatura universal de todos los tiempos.] ¡Adiós gracias, adiós donaires, adiós regocijados amigos; que yo me voy muriendo. Mi vida se va acabando, y, al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. Lo que se dirá de mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decirla y yo mayor gana de escucharla.
Miguel de Cervantes
(De: Novelas Ejemplares, prólogo; Viaje al Parnaso, cap. IV; Persiles y Segismunda, Historia del bárbaro español; Persiles y Segismunda, prólogo.)
Descansa en tu Mansión del Parnaso, gloria de España y del mundo, Príncipe de los Ingenios, heróico soldado de Lepanto, bajo la bandera de aquel otro gran español que se llamó Don Juan de Austria. Luis Madrigal.-
Descansa en tu Mansión del Parnaso, gloria de España y del mundo, Príncipe de los Ingenios, heróico soldado de Lepanto, bajo la bandera de aquel otro gran español que se llamó Don Juan de Austria. Luis Madrigal.-
2 comentarios:
Antes de leer el Quijote, me había creído bastantes de las injustas afirmaciones que hoy día escucho de los que aún no se lo han leído. Entre ellas: 1) que está escrito en un lenguaje arcaico o, como poco, anticuado, que lo hace inteligible; 2) está lleno de pedantes discursos "homéricos" del estilo de la Ilíada, que nos hizo leer y resumir el profesor de griego del colegio so pena de suspenso, aunque no nos enterásemos de la misa la media 3) que su temática está desfasada (ya no hay quijotes, ni caballeros andantes, ni menos aún dulcineas ni criaturas varias a las que defender de villanos, y de haber sanchos, serían unos "pringaos") 4) Es larga y aburrida (¿qué puede haber de divertido en un tipo como un cencerro con una bacía de barbero como casco que se pone a peregrinar por La Mancha diciendo disparates, con un pobre aldeano como escudero y otra aldeana como mujer de ensueño?)
Por supuesto, nunca pasaba de "En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..." Un día decidí seguir leyendo hasta el final, y me encontré: 1)que El Quijote está escrito en un lenguaje sencillo y actual (al fin y al cabo, el castellano no ha evolucionado tanto en cuatro siglos, como ha sucedido desde que se escribió el Cantar del Mío Cid, hace ya ocho siglos); 2) el Quijote es un loco cuerdo que "suelta" discursos llenos de sensatez cuando está en sus cabales, pero eso es parte de la belleza de su personaje; no es, en mi opinión, un arquetipo clásico; 3) viajando en el metro, me he reído yo solo mientras leía algunos pasajes como aquel en que Quijote se bebe el bálsamo de Fierabrás, vomita sobre Sancho, éste de rebote vomita sobre Quijote, y "quedan los dos como de perlas"; 4) si creemos que la temática de El Quijote está desfasada, sólo tenemos que pensar en cuántos quijotes hay por el mundo hoy día, y cuántos sanchos y dulcineas, y sabremos si esa dialéctica entre idealismo y realidad es propia de tierras manchegas en el siglo XVII, o más bien es universal.
Como decía, todas aquellas injustas afirmaciones acerca de El Quijote, que yo mismo me creía, provienen siempre de quien no se lo han leído. Aún no he conocido a nadie, de entre aquellos que se lo han leído (salvo aquellos que se lo leen a la fuerza, claro) que no me hable maravillas de la novela.
Es a propósito que quería recordar aquí a mi abuelo. Era analfabeto y aprendió a leer y a escribir por propia voluntad. Se convirtió en un gran aficionado a la lectura. Leyó muchos libros a lo largo de su vida, pero como nos suele pasar a los amantes de la belleza por escrito, tuvo sus preferencias. Una de ellas fue El Conde de Montecristo; la otra, El Quijote, que fue su libro de cabecera, y que leyó repetidas veces en su vida.
Alberto Madolell, Madrid
Querido Alberto: Muchas gracias por tu visita a mi Blog y, mucho más, por tu comentario, aunque por este último quienes deberían darte las gracias son el resto de los españoles que no han leído nunca el Quijote, y que me temo son la inmensa mayor parte. Tienes toda la razón. Ya sabes, porque estoy seguro de que lo has leído u oído en alguna ocasión que, el primer siglo, recibió al Quijote con una carcajada; el segundo, con una sonridsa, y el tercero, con una lágrima. Esto, se ha dicho, hace ya mucho y, precisamente por ello, no podría decir yo cómo lo recibirá el próximo siglo -ya estamos en el XXI- pero, de seguir así las cosas, desce luego en España, precisamente en el propio país de su glorioso creador, creo que tendríamos todos que echarnos a llorar, sumergidos en un inmenso llanto colectivo... Aunque quizá, si ello no fuera contra la ley divina, quizá lo más adecuado sería hacer aquello que ya propuso hace tiempo Julio Caro Baroja: El suicidio colectivo. Eso, es mucho mejor que la última noticia qie acaba de llegarme de fuentes habitualmente muy pero que muy bien informadas, y es que el Ministerio de Sanidad, con el dinero del IRPF, acaba de sufragar una publicación, destinada, no podría saberse a qué, que se titula "Este folleto vá de culo", o algo así, y que lo que se propone es detallar las más sofisticads técnicas acerca de esa cursilada que se conoce como "relaciones gay" y que, en otro tiempo simplemente se llamaba, prácticas de maricones.
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