El hijo de un buen amigo mío, y buen chico también, envió a su padre, un tanto incoherente o indescifrablemente, en relación con la noticia que mi amigo le había facilitado -y por toda contestación- un mensaje consistente en una sóla pregunta. Dicen que esta técnica es propia de los gallegos. Pero, en este caso, ni el padre ni el hijo lo son. El caso es que, el muchacho, aunque ya no lo es tanto, repondió a su padre diciéndole, más o menos, lo siguiente: "¿Qué,... hablamos de los resultados electorales?". Según me dice, mi amigo no contestó, no aceptó la invitación a tal diálogo, no por no guardar la menor relación con la notocia que él había facilitado a su hijo, sino, creo yo, porque esos resultados no le gustaban demasiado. Naturalmente, la invitación al análisis se refería a las últimas elecciones legislativas celebradas en España - sinceramente yo ya no recuerdo ni cuando fueron- en las que obtuvo el triunfo, tengo entendido que por muy escaso margen, el Partido de los peores, el de "los últimos de la clase". Casi ni me acuerdo ya, porque, en vista de tan horrible resultado para el bien de España, desde entonces personalmente no he vuelto a interesarme lo más mínimo por nada que pueda guardar, aún de lejos, la menor relación con tal asunto. Para ello, pongo especial cuidado en apagar todas las cadenas de Televisión y en mirar para otro lado cuando alguien se acerca con un periódico, cualquiera de ellos, de todos los signos y tendencias. Con la Radio, no hay ningún peligro para mí, porque sintonizo permanentemente Radio 2 Clásica y, de momento, ahí no entra más que, en general, buena música, excepción hecha, también es verdad, de los no breves momentos en que a estos señores les da por el flamenco o por el jazz. Es decir, yo, como dijo que haría aquel cómico tan de izquierdas (que estuvo viviendo espléndidamente de la derecha y de Franco 40 años, y del que no quiero acordarme, por el respeto que se debe a los muertos), me he exilado, a diferencia de él, que no lo hizo. Sigo viviendo en España, aunque fuera de ella. Sin embargo, también a diferencia de mi amigo respecto de su hijo, ya lo creo que acepto el diálogo sobre los resultados electorales. Sobre ellos y sobre lo que significan, sobre el por qué pueden producirse tales calamidades y, no diré ya sobre sus más que probables funestas consecuencias futuras, para que nadie me llame "franquista", "catastrofista"... o cosas así. Veamos qué podría o se me ocurriría a mi decir, tanto a ese muchacho, ya un hombre hecho y derecho, al que respeto y quiero, como a cualquier otra persona con tendencia a formular la misma invitación: En primer término -creo que ya lo he dicho- la diferencia ha sido mínima, hasta tal punto que -corríjanme si me equivo- tan estrecho margen obligará a la minoría mayoritaria a buscar los consiguientes apoyos y, desde luego quienes pueden dárselos no se diferencian excesivamente de los apoyados o apoyables, ni por su propio "pelaje", ni en cuanto a la dureza de mollera, ni en lo que quizá es peor, en el deliberado y persistente propósito de acabar definitivamente, no sólo con la Iglesia Católica, sino con España. Que la diferencia de votos haya sido escasa es, dentro de lo malo, una buena noticia, porque ello demuestra que nuestro querido país no es absolutamente analfabeto, hasta cotas de vértigo, como se hubiera podido estimar de haber sido más amplia esa diferencia. No obstante, un escalofriante contrapunto sí cabe añadir a esta última reflexión y yo lo estableceré también en términos interrogativos: Aparte de todo lo demás, ¿cómo puede ser posible en sí mismo y sin más que, en el país de Vitoria, de Suárez, de Luis Vives, de Cervantes, de Lope de Vega, de Calderon, de Francisco Silvela y Alonso Martínez, de Giner de los Ríos, de Ortega y de Unamuno, por poner tan sólo unos poquísimos ejemplos, como podrían ponerse otros muchos, incluidos Don Indalecio Prieto, Don Julián Besteiro o incluso Don Enrique Tierno Galván, pueda ser Presidente del Gobierno de una nación que se llama España, y no El Congo o Tanzania, un personaje tan apocalípiticamente analfabeto, ignorante y estúpido? ¿Cómo puede ser eso posible?. Los anteriores no han sido genios, desde luego. Ninguno de ellos. Pero esto es demasido, colma el sinsentido de la política o de lo que sea. Parece un chiste. Es casi como si a un asno, a un jumento, a un burro de verdad, con sus orejeras y sus pezuñas, se le alojase en el Palacio de la Moncloa, entregándole la confianza y la tarea de que "saque a España de la crisis", como publicó un diario de Madrid. Pero ¿de qué puede sacarnos semejante tarugo?. Dicen que Rajoy -otra vez- "no tiene carisma", que es muy soso, que no tine gancho, que no ilusiona a la gente y no se cuantas cosas más. Pero el Sr. Rajoy, es Registrador de la Propiedad. Ni es abogado "laboralista", ni PNN de Derecho Político, ciencias jurídicas estas últimas inexistentes, tras haberse inventado y elaborado el "Corpus iuris civile", la pandectistica alemana, el sistema "doctroi", la letra de cambio y la lex rhodia de la echazón. Por ejemplo. Porque podrían enumerarse otras muchas cosas más, generales y particulares, de ciencias y "de letras", de arte o de numismática, de antropología cultural o de física quántica, de todas las cuales carece del más mínimo conocimiento esta pandilla que ha vuelto a ganar las elecciones. La segunda cuestión, en el análisis de los resultados de referencia, podría ser la del por qué estas horribles cosas suceden. Y la respuesta es de aplastante lógica, porque les votan. Pero porque les votan también "los peores", que son muchos más que los mejores, como los feos mucho más que los guapos y los tontos mucho más que los listos... Esta es la razón, los peores, que son muchos más, votan a los peores, que son sus congéneres naturales. En esto consiste la democracia, que como algunos saben es el gobierno del pueblo (demós), a diferencia de la aristocracia, que es el gobierno de los mejores, los aristoi. Cuidado, no estoy hablando de las dictaduras, y mucho menos de las militares, no me salga por peteneras alguno de esos energúmenos, de esos que suelen meterse sistemáticamente con el Presidente de los Estados Unidos de América y con "El Séptimo de Caballería". Estoy hablando, nada más, del gobierno de los mejores. Ciertamente, habría que saber antes, quiénes son éstos, porque desde luego en la política, no están. Están en sus clínicas, en sus despachos, en sus laboratorios, en sus fábricas, en sus empresas... Desde luego, Dios me libre también de "los cachorros" del Partido Popular, de algunos de ellos, tan ricos de dinero como harapientos de toda idea, que hacen cosas tan raras como verdaderamente grotescas y extravagantes. Y admito también, que es necesario taponarse la nariz, con una pinza de tender ropa, para votar, dentro de las colectivas listas cerradas, a la tercer "figurante" de la lista al Congreso, presentada en estas últimas elecciones por el P.P. de Madrid. También hay casos de ostensible estupidez y cerrazón de mollera en el otro lado. Pero, desde luego, muy en general, no es verdad que "todos sean lo mismo", como suele decirse, en ninguno de los sentidos posibles, esperables y exigibles a los gobernantes. También es cierto, que es mucha la injusticia que aún puede observarse en la sociedad, mucha el hambre de todas clases, mucha la aflicción y el dolor, muchas las necesidades insatisfechas o imposibles de satisfacer, y que todas estas desgracias la sufren los peor instalados en la vida, si se quiere hablar así, los más humildes. Pero, tengo la convicción de que, en España, a lo largo de toda su historia, el eje polício que más ha favorecido a este tipo de personas, a los más pobres, a "los descamisados" de verdad, ha sido este: Antonio Maura, que crea en 1908 el Instituto Nacional de Previsión, institución precursora de la actual Seguridad Social; José Antonio Girón de Velasco, todo lo falangista que ustedes quieran pero creador del Mutualismo Laboral y del sistema de coexistencia y doble gestión con el Seguro Social, en el que cristaliza unificadamente el actual INSS y, por último, otro falangista, Licinio de la Fuente, autor de la expresión, concepto y contendido de la llamada "Tercera Edad", también para la protección de los económicamente más débiles. Y que yo sepa, ninguna de estas tres personas han sido nunca del PSOE, ni este maldito partido político -también el que más daño de todos ha causado desde siempre a España- jamás ha hecho nada en favor de los humildes, sólamente de sus jerifaltes y paniaguados, porque "estos chicos" no son socialistas, sólo son hambrientos, para dejar de serlo en cuanto se hacen dueños de "la Caja". ¿Por qué, si no, dicho Partido, en el poder, ha permitido, en la última y en otras legislaturas, el más canalleco sistema capitalista de explotación de los trabajadores por parte de los empresarios y de las Empresas sin ningún escrúpulo? ¿Por qué no ejerce la Inspección de Trabajo? ¿Por qué hay ciertos trabajadores "sin horario" que puedan reclamar, salvo ser despedidos por cuatro perras, si lo reclaman? ¿Por qué los ricos españoles han sido cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres -dentro del clima económico general- desde que esta pandilla de "descamisaos", especialistas en "pelotazos" volvió a aparecer en la escena política española? ¿Por qué, por qué? ¿Lo saben acaso los que los han vuelto a votar? ¡Están listos todos ellos si esperan algo de semejante camarilla...!. Por desgracia, este triste espectaculo, se produce, más o menos periódica o cíclicamente, cada vez que los mediocres, y aun los lerdos e inútiles, se niegan a desempeñar su papel de "masa", en aras de pretendidos valores sociales o morales, consiguiendo remplazar con ello, en la dirección de los asuntos públicos, a las minorias egregias, simplemente porque "son más". Más ellos mismos, y muchos más aún los que les votan. Ya he dicho que los peores -electores o elegibles- siempre son más, pero con ello se hacen también más patentes, más dramáticas, las palabras que Ibsen pone en los labios de su protagonista, en "Un enemigo del pueblo": "Queréis tener razón, simplemente porque sois más". Más patentes aún, y quizá más señeras, que las de Winston Churchill, de las que con tanta frecuencia se echa mano para justificar tantos desastres "democráticos". Puedo aceptar que alguien me llame antidemócrata, porque estaría en lo cierto. Yo, soy aristócrata. Pero no permito que nadie me llame "golpista", o similar, por decir que la llamada democracia no es otra cosa sino el recuento de papelitos que se depositan en una urna. Y siempre hay que respetar ese recuento, aunque algunos no lo hagan, o bien alteren previamente la llamada "jornada de reflexión". Tengo buena memoria. Pero, ¿quién podría negar que Adolfo Hitler ganó democraticamente en Alemania las elecciones de 1932, que le llevaron a la Cancillería del III Reich?. Sin embargo, aquellos 207 escaños en el Reichstag -tan democraticamente obtenidos- condujeron poco más tarde a una escalada de crímenes y a la segunda opresión más totalitaria que el mundo ha conocido. La primera, desde luego, fue la del padrecito Lenín y su criminal sucesor, el camarada Stalin. Y aunque "estos chicos" ya se han civilizado bastante, no hay que olvidar que, de vez en cuando, se daban y dan fuertes abrazos con el Comandante Castro y que, como dijo Don Santiago Carrillo desde la Tribuna del Parlamento español, hace algunos años, "son de la misma sangre". Está claro que los de la misma sangre son ellos, desde luego, no yo . Hace ya también años que aquel impresentable personaje, aunque con cierta gracia, quizá debido a la inmensa cultura adquirida tras leer las cubiertas de los libros que vendía en Sevilla, nos dijo a todos que España necesitaba "una pasada por la izquierda". Pues bien, aquella "primera pasada" de catorce años, nos sirvió a muchos, a muchísimos, para comprobar que "solicialismo no era libertad", sino el modo más deleznable de atentar contra ella. Ni mucho menos "honradez", sino descarado y masivo latrocinio. Ni igualdad de oportunidades para todos, sino la más arbitraria y agraviante desigualdad, siempre en favor de sus correligionarios y compinches. Pero, sobre todo, aunque algunos o muchos, ya se hayan olvidado, supimos y experimentamos que las mentes inferiores se han inventado para obedecer y no para mandar y que, cuando se altera el orden, esto es se subvierte, porque el orden no es un guardia de la porra (o de la pistola, que también de eso habría mucho que hablar), sino "la recta disposición de todas las cosas a sus propios fines", el experimento se hace explosivo, irrespirable y axfisiante. Es decir, no se puede barrer con una pluma estilográfica, ni escribir con una escoba, porque esto es, simplemente, des-orden. ¿Y qué fue lo que pasó entonces en España y, por sospechoso accidente cuando menos, volvió a pasar hace cuatro años? Pues, sin duda, lo que tuvo lugar, y ha vuelto a tenerlo recientemente, aunque esta última vez parezca muy legal, fue y ha sido una burda y torpe insurrección. Los peores, que eran y son muchos más, se rebelaron y nombraron "Cónsules" a sus caballos. Que no les pase nada. Sobre todo, a quiénes les han votado. Luis Madrigal.-
martes, 8 de abril de 2008
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