Un gran amigo mío, nada xenófobo por cierto, sino más bien lo contrario, pero siempre con ánimo de polémica y, como él mismo suele decir, “todo un provocador”, me envía un “chascarrillo”, desde luego de especial mala intención (en España, se dice “mala leche”), pero que estoy seguro no ha fabricado él, sino tan sólo lo ha recibido. El cuentecito, más o menos literalmente, porque, a buen seguro habrá diversas versiones, es este:
“Un emigrante de Somalia llega a España y es inmediatamente trasladado a Madrid. En su primer día, decide salir a ver los alrededores de su nueva ciudad. Andando calle abajo por una de esas del barrio de Lavapiés, para a la primera persona que ve y le dice:
¡Gracias señor español por permitirme estar en este país, donde me han dado vivienda y comida gratis, seguro médico y educación gratis… Muchas gracias!
La persona sonríe y le responde… ¡Lo siento, pero yo soy lituano!
El somalí continúa calle abajo y encuentra a otro que caminaba en dirección opuesta. Le dice: Señor español, gracias por este país tan bello que es España. La persona le responde: ¡Lo siento, no soy español, soy rumano!
El nuevo emigrante continúa su camino y para a la siguiente persona que ve en la calle. Le da la mano y dice: Gracias por esta España tan maravillosa. La persona tomándole la mano le dice…¡Muy bien pero yo no soy español, soy marroquí! El somalí continúa su camino y finalmente ve a una señora elegantemente vestida que le viene al encuentro, y le pregunta: ¿Es Ud. española?
La mujer sonríe y le dice: ¡No, yo soy ecuatoriana!
Extrañado y confuso, el somalí pregunta a la mujer: ¿Pero, y dónde están los españoles?
La ecuatoriana le mira de arriba abajo con curiosidad y le responde: ¡Espero que “currando”… trabajando... Tienen que mantenernos a todos!.”
Muy gracioso. Y muy falso. Entre los emigrantes hay de todo, tiene que haberlo, y a algunos habría que situarlos entre rejas, desde luego, lo cual ya es incrementar gastos innecesarios, pero estoy seguro de que en una inmensa mayoría, vienen a trabajar honestamente, para tratar de encontrar una vida mejor. No más fácil, ni a cuenta de los españoles, sino de su esfuerzo. Ya es bastante sufrimiento para ellos, especialmente en los casos de lenguas tan distintas, el hecho de la emigración, que les arranca a la fuerza de sus patrias de origen y de sus afectos más íntimos y queridos. Pero tiene que quedar muy claro, que si vienen a trabajar (y los empresarios españoles no son precisamente estúpidos) tienen que recibir las prestaciones y ayudas mínimamente decorosas para subsistir en condiciones dignas. Eso le cuesta al contribuyente, desde luego, pero también ellos contribuyen al crecimiento económico, al aumento del PIB, al bienestar general. Mis dos nietos, han sido cuidados desde que nacieron por dos hermanas precisamente ecuatorianas, como si fueran sus hijos y ellas sus madres. Y ahora, aún lo son por una señorita rumana, que les quiere y también les corrige con energía cuando es necesario. Mi gratitud personal hacia ellas será siempre indeclinable. Y no sólo eso. También los emigrantes contribuyen a engrosar la Tesorería del sistema de Seguridad Social, con cuyas cotizaciones se satisfacen hoy las prestaciones que el sistema garantiza a los españoles, aunque también, y lógicamente, ellos recibirán mañana las suyas, las que les correspondan, como muchos españoles reciben hoy pensiones de jubilación de Alemania, Suiza, Bélgica o Francia… ¿Ya se nos han olvidado los amargos años 50 y el millón largo de españoles que se dejó la salud mental por Europa? ¿También nos hemos olvidado del siglo XIX y principios del XX, en que los españoles fueron recibidos en América como hermanos? ¿Se nos ha olvidado esa gran estafa que, para los pueblos del Este de Europa, y para algunos del Centro, fue el maldito marxismo-leninismo, que no sólo les oprimió sino que les arruinó?. ¿Se nos ha helado el corazón? ¿Hemos pasado de ser un pueblo altruista, noble y generoso, como lo fue Don Quijote, a ser un pueblo egoísta, tacaño, cruel y miserable? ¡Dios no lo quiera!.
No lo quiera nunca así el buen Dios, por mediación del Apóstol Santiago, el Zebedeo, el Hijo del Trueno, Patrón de España, al que hoy honramos y rogamos los españoles. Incluso, a pesar de ese único resquemor que, personalmente, aún permanece en mí -lo confieso, me arrepiento y lucho por desarraigarlo- inspirado por la nutrida presencia hoy en España de los marroquíes musulmanes, no de los humildes subsaharianos que encuentran por docenas la muerte en el mar, o frente a las propias costas españolas, en una patera, y que son buenos e incapaces de delinquir. Esto del Islam, proselitista, militante y beligerante, ciertamente, no acabo de digerirlo, y ello pese a que, teológicamente, sean nuestros primos-hermanos, ellos a través de Ismael y nosotros a través de Isaac, los dos hijos de nuestro común Padre Abraham. También la Cristiandad, en sus días -hace ya muchos siglos- cometió sus tropelías en nombre de la fe. Pero estas gentes del turbante, no progresan, muy en general; siguen ancladas a la Edad Media y sus criminales organizaciones expansionistas nos han declarado la guerra a base de bombas. No ya solamente quieren imponer en las Escuelas el velo coránico y otra cosas mucho peores, sino que quieren matarnos a todos. Y eso, no. Pero, incluso eso puede y debe arreglarse. Precisamente hoy, podemos correr la tentación de recordar la Batalla de Clavijo, una de las más célebres de la Reconquista, que se habría producido en el denominado Campo de la Matanza, en las cercanías de Clavijo, La Rioja (España), fechada el 23 de Mayo del año 844 aunque quizá más debida a la leyenda atribuida a Rodrigo Jiménez de Rada, obispo de Osma y arzobispo de Toledo, que a la estricta realidad. Esta posible leyenda, aunque ciertamente no del todo, por el debido respeto a las fuentes, nos muestra a las tropas cristianas, capitaneadas por Ramiro I de Asturias, en busca de los musulmanes, con Abderramán II al mando, pero al llegar a Nájera y Albelda los nuestros se verían rodeados por un numeroso ejército árabe formado por tropas de la península y por levas provenientes de Marruecos, teniendo los cristianos que refugiarse en el castillo de Clavijo, en Monte Laturce. Allí se cuenta que Ramiro I tuvo un sueño en el que aparecía el Apóstol Santiago, prometiendo su presencia en la batalla y, con ello, la victoria. Al día siguiente los ejércitos de Ramiro I, combatieron contra los musulmanes al lado del Apóstol, montado en un corcel blanco, y vencieron con rotundidad a sus enemigos sarracenos. Es el origen del Santiago Matamoros, símbolo del combate contra el Islam, del Voto a Santiago, efectuado el día 25 de Mayo en la ciudad de Calahorra, comprometiendo a todos los cristianos de la península a peregrinar a Santiago de Compostela portando ofrendas. También lo fue del contundente grito “¡Santiago y cierra España!”, si bien éste no se usara en Clavijo, sino 368 años más tarde, en la Batalla de Las Navas de Tolosa (Al-Uqab (معركة العقاب), a la que convocaron los Reyes Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra, “El Fuerte”, que, en plena acción bélica, rompió las cadenas (desde entonces símbolo de Navarra) de la tienda del Califa almohade Muhanmad al Nansir, llamado por los cristianos Miramamolín, en una contracción de Amir ul-Muslimin, o Comendador de los Creyentes. Ese grito, al acabar con el peligro almohade, supuso el desmoronamiento progresivo del Islam en España, hasta alcanzar aquel 2 de Enero de 1492 en Granada.
Pero, el ¡Santiago y cierra, España!, es una tradición cultural española basada en un grito de guerra y autoafirmación que ya no puede tener lugar entre nosotros. El significado de la frase, además de la invocación al Apóstol de España, contiene otro ya no sostenible. Cierra, en términos militares, significa trabar combate, embestir o acometer. Y España, en nuestros días ya no necesita acometer a nadie, aunque, una vez acabada la Reconquista, la frase no dejó de utilizarse, especialmente por las brigadas de caballería española, en cuyo himno está incluida la expresión. Su utilización como tópico cultural, lo convierte, desde finales del siglo XIX, en algo peyorativo, incluyendo el juego de palabras con el verbo cerrar, en alusión al aislamiento frente a la modernidad del que se responsabilizaba, desde el Regeneracionismo a las corrientes casticistas y al pensamiento costumbrista español. Con un propósito reactivo, fue el lema elegido por la revista derechista de los años 1930 Acción Española, vinculada a Ramiro de Maeztu. Y, por otra parte, era el grito que lanzaban el Guerrero del Antifaz y el Capitán Trueno, héroes de cómic de la post-guerra y el franquismo.
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