Sin embargo, puesto que Dios se ha hecho Hombre, fenómeno este absolutamente inexplicable, más inexplicable aún que su propia esencia, es bueno y necesario que, quienes lo creemos -porque queremos creerlo- vivamos esa Noche en la alegría más absoluta que al ser humano puede ser posible, dentro de las coordenadas de Einstein. Una alegría que, en modo alguno, puede provenir de una botella de vino, o de champagne, porque, como ya decía Platón, un pagano muy anterior a Cristo, esa alegría viene directamente de los dioses. ¡Que simple error...! -nada de críticas manidas e inservibles- entregarse a la falsa alegría que el corazón humano también necesita. Esa Noche, ciertamente, sería falso, tratar de aislar la alegría de lo que simbólicamente se celebra, porque sería como tratar de hacer lumbre sin fuego, o de beber nada en un vaso vacío. Para esa alegría humana hay muchas noches y muchos días, a lo largo de todo el año. Pero si hoy estamos alegres, desbordantemente alegres, es porque esperamos que, un día, ni nuestra propia muerte podrá arrancarnos la Vida, sino tan sólo cambiarla por otra, muy distinta, muy luminosa, muy alegre, absolutamente feliz... Para eso, sólo para eso, sólo por eso, bajará esa Noche a la Tierra el autor de la Vida. Es preciso creerlo como lo creen los niños, porque si no nos hacemos verdaderamente niños, no lo podremos creer ni esperar.
Por ello, de entre todo lo que hoy puede cantarse, me refiero a los llamados Villancicos, yo iba, pensaba, publicar aquí, seguidamente y en unión de su letra aquel Villancico que, mientras fui un niño, año tras año, me cantaba mi madre. No hubiese pretendido que le gustase a nadie. No es a cuatro voces, ni goza de un especial acompañamiento instrumental. Incluso, tampoco disponía de la música completa. Había tenido que "robársela" parcialmente a un conjunto leonés que se llama "La Braña", a quien, no obstante, doy las gracias y prometo adquirir, cuando tenga ocasión de ello, toda su producción musical. Pero, por mi parte, estoy seguro de que, cuando mañana cante dentro de mí ese Villancico, tras aquel dulce y tierno recuerdo, se escapará de mí una lágrima, nada incompatible por cierto con la inmensa alegría de esa Noche.
Sólamente puedo ofrecer la letra del Villancico. Eso sí, puedo ofrecerla completa. Como ya he dicho, también hubiese podido ofrecer la música, pero las circunstancias concurrentes -posiblemente- en ese inestable y detestable sistema operativo llamado Windows, quizá, o tal vez mi propia inútilidad, se han encargado de impedirlo- La letra es esta:
Sobre tu cunita,
Niño, he visto arder
una farolita
como la del tren.
Como la del tren
que alumbra con gas
a la media noche
y a la madrugá.
ES
VINO ANUNCIANDO EL CAMINO,
QUE NO CESA DE MIRARSE
EN ESE ROSTRO DIVINO.
Son negros sus ojos,
rubio es su color;
sus labios son rojos
cual teñida flor.
Cual teñida flor
que al amanecer
entreabre sus hojas
por primera vez.
ES
VINO ANUNCIANDO EL CAMINO,
QUE NO CESA DE MIRARSE
EN ESE ROSTRO DIVINO.
Sobre tu cunita...
1 comentario:
Luis, gracias por el mensaje que dejaste en mi blog.No te preocupes que aunque no estes en Skype estaremos en contacto.Muy linda esta entrada de tu blog previa a la nochebuena.Te dejo un abrazo,un beso y te deseo a ti y tu familia una muy felíz Navidad.
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