El jacarandá es un árbol, o arbusto, de inflorescencias racimosas de color azul violáceo, aunque también pueden serlo rosado o blanco. Pero el más español de ellos, es el violáceo, por aquello de las dos funestas Repúblicas, y de la bandera tricolor, en la que uno de esos tres colores, además del rojo y del gualda, es el violeta. Por ello, en estos días en los que España sufre uno de los inviernos más crudos, y en particular, entre otros lugares, Madrid, donde las temperaturas bajan con frecuencia del cero, las heladas nocturnas son casi diarias y tanto los madrileños como quiénes no lo somos -pero estamos aquí, como las cosas- caminamos por las calles semi-embozados, nuestra alma clama por los lugares en los que tales árboles, intratropicales o subtropicales, florecen en abundacia, en estos días. Como bien es sabido todos los cuerpos materiales se dilatan con el calor y se contraen con el frío, y toda contracción equivale o significa merma, disminución y, en consecuencia incremento de lo vulnerable y del desamparo. Pero es mucho mayor este mismo efecto en lo que concierne a los espíritus, que quisieran verse cobijados bajo alguno de esos florecientes jacarandás, no ya tan sólo para no perecer de frío, sino incluso para que no se transmute y corrompa su verdadera naturaleza. Y sobre todo, para sentir la caricia y el abrigo de quienes a su sombra pueden derramar junto a nosotros algún suspiro. A ser posible, algún supiro de amor. Luis Madrigal.-
Arriba, Jacarandá Mimosifolia, de inflorescencias violáces, en plena floración.
2 comentarios:
Hola Luis.
Gracias por este post, es el comentario que necesitaba mi post.
Me lo llevo conmigo.
Un abrazo
Alicia
Si hubiera un retrato de mi infancia, seguro estaría pintado con sombras de jacarandá a la siesta. De modo que no puedo menos que compartir tus simpatías botánicas.
Un abrazo.
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