La zamba, es el genéro musical -quizá más aún que el propio tango- esencialmenete propio del alma argentina, aunque también se aloje, y hasta hunda sus propias raíces en el Perú, en Lima, si, como sostienen algunos musicólogos especializados en la materia, proviene directamente de la zamacueca, y desde allí llega a la Argentina, al Uruguay, a las regiones de Tarija y Santa Cruz, al este de Bolivia, y también a Chile, con el nombre de zamacueca chilena, después, tan sólo de chilena y por último de cueca. Yo, no soy músico, ni musicólogo y, por ello, ni puedo pronunciarme al respecto, ni menos aún anotar las características de este baile y sus diversas clases, porque no hay una única zamba, sino varias, pero todas ellas tienen sin duda el sabor originario de lo español, al confundirse, mezclarse, con lo autóctono de aquellos entrañables lugares, de tal modo que, pese a la leyenda negra que contra España pueda haberse creado (y no me estoy refiriendo ahora precisamente al Padre Bartolomé de las Casas), el propio nombre de zamba es una consecuencia directa del término colonial acuñado para designar a los mestizos y, el concepto que expresa, el baile o danza, el ritmo y giros diseñados para "conquistar" o seducir a las "zambas", y de ahí su nombre.
Pero, fundamentalmente, lo que yo quiero hoy subrayar, entre otras cosas, nada menores para mí, es que la Zamba es una consecuencia, un efecto, de la emancipación de las Naciones de América, de nuestra América. No puedo decir en esta ocasión, como he dicho con gusto en otras, ni siquiera Iberoamérica, porque el hermano Portugal, que también dejó por allá algo similar -la samba brasileña- nada tiene que ver con la zamba, que no debe confundirse con aquélla, pese quizá a su mismo valor fonético, cuando se confunden los sonidos "z" y "s". La zamba, no se independiza de Portugal, sino de España. Por ello, quizá, este baile pudiera resultar antipático a algunos españoles, pero tan sólo a los "miopes", a los "patriotas" a ultranza, incapaces de comprender y de aplaudir que, precisamente fuese un héroe de España -de Bailén, donde luchó contra Napoleón defendiendo la propia Independencia de la que entonces era su única patria- nuestro glorioso General San Martín, quién hiciese lo que no hicieron en España los propios españoles y lo que ningún ser humano de buena voluntad hubiese podido no hacer: Alzarse en armas contra los estertores de aquella miserable monarquía española, a la que representaron un perfecto imbécil, Carlos IV, y un abyecto, cruel, traidor y retrasado mental, Fernando VII, es decir, lo peor de lo peor que ha podido dar a España la dinastía francesa de los Borbones.
Yo, soy tan español como pueda serlo cualquiera de esos "resentidos" de la Historia, y sin embargo pretendo ser objetivo y respetuoso con ella. Y, sobre todo, caminar siempre en busca de lo mío, o de lo que procede de lo mío, de lo que mi patria dejó o causó en otras patrias. Y, por ello, me sumo con alegría a la celebración de este baile y al sentimiento de libertad ("por la libertad -decía un español llamado Miguel de Cervantes- amigo Sancho, merece la pena morir alguna vez", es decir, siempre, porque nadie puede morir más veces). Y así comienza afirmando el himno nacional de la Argentina: "Oid, mortales, el grito sagrado: ¡Libertad, libertad, libertad...!" La emancipación de la América hispana, comienza en el mes de Mayo de 1810. En 1817, el General San Martin cruza los Andes con su Ejército para libertar a Chile y lleva más tarde la libertad al Perú, de tal modo que, tras la Conferencia de Guayaquil, en 1824, surge en este último país, fruto del júbilo y la alegría popular, la zamacueca, danza juvenil, que, desde los sectores populares, termina por extenderse a toda la sociedad peruana. La Zamacueca, tiene una base mítica, o pantomínica, al manifestar por medio del baile y de sus formas, la alegría de sentirse libre, y se convierte en la danza nacional del Perú. Desde allí, se extiende a Chile, dando lugar, en principio a la Zamacueca chilena y, más tarde simplemente chilena, y que es, cuando paradójicamente, dá la vuelta y regresa al propio Perú, que llega a llamar chilena a su danza nacional. Pero, cuando en 1879 las tropas chilenas desembarcan en Antofagasta, privando a Bolivia de su salida al Pacífico y declarando la guerra al Perú, no fue posible que los peruanos continuasen llamando "chilena" a su danza nacional. Y por ello, vovió a llamarse zamacueca.
Sin perjuicio de su procedencia histórica, en la Argentina, la Zamba, proceda o no de la zamacueca, más que un signo de independencia, es el símbolo de la dulzura, del amor sublime y sensible, propio de algún episodio de la vida entre un hombre y una mujer que, se correspondan o no en su amor, viven un romance apasionado de sentimientos, de bondad y ternura, de unidad en un mismo espíritu, que les hace danzar inspirados por tales afectos. Sin duda por ello, el 23 de Mayo de 2007, se inició la tramitación en el parlamento argentino -la Cámara de Diputados de la Nación- de un Proyecto de Ley (en el Expediente 2419-D-2007), para declarar legalmente a la Zamba, como danza nacional argentina, con inclusión en los programas de enseñanza. Ignoro si ese Proyecto, al fin se ha convertido o no en Ley, pero si no fuera así y, además de a los nacionales argentinos, se permite votar a los españoles que amamos y admiramos a la Argentina, este humilde e insignificante español, vota Sí... Sin interrogación (¿Sí?), sino simplemente sí. Espero que algún argentino, o argentina, me digan si ha sido así. Luis Madrigal.-
3 comentarios:
Muy interesante este post, es la Zamba mi preferida, aunque no sé bailarla me encanta ver cómo lo hacen. Es un cortejo la danza.
Abrazos, Luis.
Alicia
Asombrosamente ilustrativo, como ya es costumbre en este blog. Hay que confesar que pone en evidencia mi ignorancia, como argentino, de la historia de algo tan típico de acá.
Un saludo afectuoso.
No te preocupes, por eso, Juan. Todos ignoramos cosas de nuestro propio país. Lo que si te agradecería que investigues es si ese Proyecto de Ley, se convirtió for fin en Ley, y cuándo. Muchas gracias. Un abrazo. Luis Madrigal.-
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