Que un agricultor, un labrador de la tierra, pueda ser el Santo Patrono de Madrid, no deja de tener cierta gracia, si tan sólo miramos a los tiempos que hoy corren, donde la agricultura de la Capital de España, propiamente dicha, ni aún en sus aledaños más periféricos, justamente allí donde la ciudad se hace campo, podría caber en una baldosa. Pero, en 1082, casi a finales del siglo XI, sucedía al revés. Madrid era entonces practicamente pleno campo, porque es bien sabido que "la ciudad" como invento, no tiene más fin que el de situar al hombre casi por completo al margen del mundo geo-botánico, del animal y de la planta, creando un espacio específicamente humano. Pero, entonces, en 1082, en ese inmenso campo, casi infinto, cultivaba Isidro una tierras que ni siquiera eran suyas. Y, sin faltar al deber que le vinculaba a su rico amo, Ivan de Vargas, más que eso, se dedicada a proteger a los desvalidos, a los enfermos, a los ancianos y a cuantos otros necesitaban de él. Lo mismo, exactamente lo mismo, que hoy podríamos hacer también en este "Plano de Teixeira", lleno de asfalto y hormigón. Isidro, más que a la tierra, miraba al cielo, en una oración constante y, por eso, cuenta la leyenda -o quién puede saber si no es verdad- que los ángeles el cielo hacían su trabajo mientras él hablaba con Dios. Por ello, fue beatificado por el Papa Paulo V, el 14 de Junio de 1609, y canonizado por Gregorio XV el 12 de Marzo de 1622. Y, con el tiempo, madrileños ilustres, se acordarón de él, de Isidro el Labrador, hasta que en 1212, Madrid le hizo su Patrono. ¡Viva San Isidro, pues!.
Uno de esos madrileños ilustres que más contribuyó a "inmortalizar" humanamente a San Isidro (ya que los santos, alcanzada la santidad, ontológicamente no pueden alcanzar ya nada más, puesto que han llegado al "sumum"), fue don Ramón Mesonero Romanos, quien, en sus "Escenas matritentes" (1851), describe el costumbrismo de la Fiesta, entre otras cosas de las famosas "rosquillas del Santo", que con el tiempo evolucionaron hasta alcanzar tres tipos distintos de rosquillas. Las listas, las tontas y las de Santa Clara. Yo, nunca he querido pasar por listo, pero tampoco por tonto, y por ello prefiero las de Santa Clara -Santa Clara de Asís- con lo cual rindo tributo, también gastronómico, a mi espíritu franciscano.
El otro gran hombre ilustre que es inexcusable asociar a la Fiesta del Santo Patrono de Madrid, es Don Francisco de Goya, quien con sus pinturas reflejó el ambiente de "la Pradera", desde la que se contempla, del otro lado del Manzanares, el Madrid de aquella época, sin duda tan agradable. Cuando yo llegué definitivamente a Madrid, en el año 1962, de la Pradera ya no quedaban ni siquiera los cardos, y se había convertido en un polvoriento paraje que hubiera hecho pintar a Don Francisco no el cuadro tan fresco y colorista que sobre estas líneas tengo el honor de ofrecer, sino más bien alguno de sus agua-fuertes, de contenido y proyección similar al de "El uso de la razón produce monstruos". Porque algunos monstruos, de muy diverso tipo, ha terminado produciendo Madrid, sin duda más que por el uso de la razón, por el desuso, o falta de aplicación de tan portentosa facultad. Ahora mismo, en el Parque cercano a mi Casa, he podido contemplar con espanto inmensas y apretadas "colas", esto es muchedumbres puestas en fila (como en las estafetas de correos, para certificar una carta), esperando su turno para que le sirviesen una ración de "callos a la madrileña". Como era gratis y, aunque ninguno de los de la cola me pareció tener cara de hambriento, parece ser que la degustación era "obligatoria". ¡Válgame el buen Dios...! Porque se podrá ser pobre de dinero, pero, para esto otro, quiero creer que hace falta además ser verdaderamente paupérrimo de cerebro... Y lo más grave, quizá, es que, al menos el vehículo encargado de transportar y servir tan espantosa pócima, era un camión del Ejército, concretamente de la Armada (FN). Y me pregunba al verlo, si también esta tarea, en lugar de impedir el ataque de los piratas somalíes a los barcos españoles, frente a las costas africanas, puede ser misión de la Marina... Y más, en Madrid, que sólo sabe del mar por las fotografías y las pinturas. Aunque, tal vez, el vehículo tan sólo era prestado. Luis Madrigal.-
Seguidamente, pueden escuchar el famoso chotis "Madrid", en el que ni el compositor ni la cantante son madrileños, sino mexicanos: Agustín Lara y Ana María González. ¡Gracias, México lindo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario