Esta mañana, a medio dia, he asistido a una ordenación sacerdotal. Aunque parece increíble, todavía hay gente que quiere ser sacerdote, en lugar de futbolista o banquero. Sacerdote de Jesucristo, como podría ser de otro Dios. Siempre es el mismo, porque dioses, sólo puede haber uno. Si hubiera dos, se destruirían, en la pugna por ver quien de los dos era más dios. Pero, no. Él, sólo puede ser uno, se le llame como se le llame. Yo, le llamo Jesús -el Cristo, el Mesías de Israel- porque así me dijo mi madre que era y tenía que ser. Comprendo que hay otras madres, otros pueblos, otros dioses. A todos les envío desde aquí -pobre de mí- mi abrazo más entrañable. Dios, no existe, pero... es. Porque existir -no me cansaré de repertirlo- es "estar en el tiempo para ser", y Dios ya es desde antes del tiempo. Él es el creador del tiempo y del espacio. Y de las galaxias, la Vía Láctea, el sistema solar, el planeta Tierra; de la célula y de la fotosíntesis, de los iones y los quark. Él es... todo. Y, sobre todo, es el Redentor del hombre. Y por eso hay personas que, en estos tiempos, se hacen sacerdotes, tras abandonar su Despacho de Abogado, regalar su biblioteca y su atomovil a algún sobrino -de "liquidar"- y después de haber permanecido algún tiempo en los suburbios de Buenos Aires, deciden abrazar la pobreza, la obediencia y la castidad y se hacen sacedotes en Madrid, un buen día de Mayo, -hoy mismo, a las 12 del mediodía- para "salir pitando" hacia la República Dominicana, con el solo babage de una cruz misionera sobre su pecho. Una cruz de madera, como la que sirvió a Jesús de Nazaret para derramar hasta la última gota de su sangre. ¡Felicidades, Antonio!. Tú, has elegido la mejor parte. Rezaremos por tí todos cuantos, de manera muy próxima, hemos estado contigo esta mañana, pero te pedimos que reces también por todos nosotros, porque tus oraciones serán escuchadas mucho más de cerca. Yo, estaba allí también, esta mañana. Lo importante se ha cumplido por entero. Pero he visto cómo un hombre llamado quizá a otros menesteres, a los de la investigación y la enseñanza erudita -a la erudición catequética y piadosa, no a la presuntuosa y hasta soberbia- ha sido el Obispo encargado de imponer las manos y ungir con el óleo las del nuevo sacerdote. Este jovencísimo Obispo, Auxiliar de Madrid, y Secretario de la Conferencia Episcopal Española, se llama José Antonio Martínez Camino, y muy posiblemente será Cardenal de la Santa Iglesia, pero sinceramente pienso que ésta, la Iglesia Católica, comete un error cuando nombra y ordena Obispos a las mentes más lúcidas e intelectualemente valiosas, que, lejos de convertirse en "administradores" y "templadores de gaitas políticas", deberían seguir consagrados al estudio de las sagradas verdades. En esto, debería, creo yo, la Iglesia de Roma, tomar algún ejemplo de las Iglesias evangélicas, sobre todo de las del mundo alemán, que han abierto siempre el camino y marcado la pauta en el esfuerzo para llegar al descubrimeinto de algunas cosas. De todas las que el hombre puede alcanzar cuando mira hacia Dios, que ciertamente son muy pocas, porque Él es insondable a la mente humana y no puede ser objeto de aprehensión, ni siquiera de algún conocimiento propiamente preciso. Es una opinión. Tampoco yo sé mucho o nada de Liturgia -de la Sagrada Liturgia, como la llama la Constitución conciliar del Vaticano II- pero (hacía ya tiempo que no estaba presente en una ordenación sacerdotal) he sentido cierta tristeza al comprobar que, aunque el ordenando sí que se abajó hasta el suelo, para "sepultarse" en vida, muriendo para sí mismo, al sercicio de sus hermanos los hombres, lo que no sonó ni se cantó por el coro ni por la Asamblea, fue el tradicional "Veni Creator Spiritu", que de niño me ponía "la carne de gallina" y, así sucedió en las muchas ordenaciones sacerdotales, entonces ampliamente colectivas, que tuve la dicha de presenciar. Para remediarlo, en lo posible, inserto tal mágico canto, al final de este texto. Y, yo no sé dónde va a "cantar" Antonio su primera Misa. Supongo que en su Mallorca natal, o tal vez en Valencia. Quizá hasta lo haga aquí, en Madrid, donde esta misma mañana se ha convertido en Sacerdote de Jesucristo. Sea donde sea, lo que sí espero -cuestión de puro romanticismo- es que alguien le lleve en hombros, sobre una silla adornada con flores desde su casa hasta el altar sobre cuya ara haya de convertir en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el pan y el vino fruto del sol y del trabajo de los hombres. ¡Enhorabuena, Antonio!. No te olvides de rezar por mí. Luis Madrigal.-
domingo, 24 de mayo de 2009
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