¡Qué pena...! Ni una sóla bandera española, ni sobre el cesped, ni sobre las gradas del Estadio Olímpico de Roma, durante el encuentro Final de la Liga de Campeones de Europa (la vieja Copa de Europa), en la que triunfó brillantemente el Club de Futbol Barcelona (el Barça), frente el potente cuadro inglés del Mancheter United. Todo, y tan sólo, baderas catalanas, senyeras, con las barras de Aragón, desplegadas al viento, de cuyo estandarte se tomó la referencia capital para diseñar la propia bandera de España -la actual de los Borbones- simplemente porque Carlos III, advirtió que, en la distancia, el espectro de la bandera catalana, se veía exactamente igual que hoy puede verse la Bandera de España a unos pocos metros. Esta última, pues, está tomada de aquélla, de la que únicamente ondeaba en el Estadio Olímpico de Roma, el pasado día 29 de Mayo, si no me equivoco en mis cálculos. Sólo Cataluña... "nosaltres sols"... Y ¿España, qué? Bueno... Cataluña, no es España, ni los catalanes son españoles... ¡Qué mentira tan enorme!, fruto tan solo de la falsificación de la Historia, y muy en particular de aquel movimiento político-cultural de la "Renaixença", hijo del Romanticismo, y más tarde de la "Lliga Regionalista", nacida de la fusión, en Abril de 1901, de la "Unión Regionalista" y el "Centre Nacional Catalá". Ese particularismo, como lo llamó Ortega, romántico y devenido en separatista, ha hecho mucho daño a la Nación catalana, porque, efectivamente, Cataluña es una Nación, pero una nación hispánica. Ya de la misma historiografía de Cataluña, desde su pilar más primigenio, el de las "Cuatro Grandes Crónicas", consideradas algo así como los Cuatro Evangelios de la Historia de Cataluña, dice Menéndez Pelayo que son "las más ingenuas y pintorescas de la Edad Media". Y, por su parte, los mismos historiadores científicos catalanes, cuya honradez no les permite aceptar tales falsificaciones al servicio de ninguna política, han rechazado la veracidad de las fuentes que pretenden hacer de Cataluña una nación desgajada de lo español, pese a sus diferencias, como tantas otras naciones españolas. Y, así, por lo que se refiere a la Crónica de Muntaner, considera Ferrán Soldevila que "es realmente admirable el poder de invención de Muntaner" en su Crónica. Coll Alentorn, apunta que "difícilmente se podrán cometer tantas inexactitudes históricas en menos palabras" y -sin acabar con ello las críticas desde dentro de Cataluña- Santiago Alberti dice que Pedro Tomich "recoge leyendas mezcladas con hechos históricos", y que Gabriel Turell "sigue la línea de Tomich cuyos textos resume o plagia a menudo".. Esta falsificación histórica, tradicional desde el siglo XIX, potenciada por el grave error del franquismo y su genocidio cultural en cuanto al uso de la lengua catalana y al seguimiento de sus tradiciones, e instituciones jurídico-políticas, produjeron virulentamente el separatismo catalán, que no lo era, en principio sino acaso puro nacionalismo, en torno a unas pecualiaridades propias (como las de Galicia, Andalucía, o la propia Castilla), por cierto dignas de alabanza e imitación, a las que algunos llamaron, sin saber demasiado bien lo que decían, "el hecho diferencial" catalán. El nacionalismo catalán, no nació separatista, como el vasco, que es un puro invento, de un par de dementes y, por ello, carece de historiografía y de una escuela histórica, mientras que el nacionalismo catalán se basa en una personalidad colectiva diferenciada, muy específica, pero también muy genérica. La historiografía catalana, movida, cultivada y manipulada por razones estrictamente políticas, ha ocultado siempre la identidad del género hispánico, para explotar hasta límites falsos la especie de ese factor diferencial, que esencialmente no es otra cosa sino la lengua catalana, lengua hermana del castellano, por ser también -más pura aún quizá, sobre todo en el orden lingüístico y jurídico- hija de Roma. Algún día, publicaré aquí, en este Blog mis conclusiones y mis convicciones más profundas, tanto por lo leído e incuestionablemente firme, como por lo vivido por mi mismo, ya desde mi propia infancia, en la que tuve ocasión de conocer y tratar a muchos catalanes, desplazados por razón de estudios universitarios a mi Ciudad natal de León.
Pero, por el momento, y pese a lo que acabo de decir, mi tristeza por lo de las banderas, cada vez que el F.C. Barcelona gana una competición internacional, lo que ahora pretendo decir, con la mayor objetividad y honradez por mi parte, es que, si ya el Premio Principe de Asturias, en su modalidad de premiar a los deportistas más significativos, tanto deportiva como humanamente, ha sido otorgado a determinados personajes de muy escasa entidad (no hay que dar nombre alguno), aunque sí, recientemente, a un joven caballero del Deporte, y gran y brillante deportista, como el tenista mallorquín Rafael Nadal, no estaría nada de más proponer, o designar ("nominar", dirían los analfabetos del periodismo) a este joven catalán, que este último año, ha entrenado, planificado y dirigido sistemáticamente, al F.C. Barcelona, al parecer tras duras jornadas diarias de cerca de doce horas, tanto en los campos como en los despachos y en otras instancias, partiendo de una situación anterior de descrédito y fracaso del equipo y hasta del Club, para hacerlo ganar, en el mismo año, los tres grandes títulos de las grandes Competiciones en las que participaba: La Liga española, la Copa del Rey de España y la Copa de Europa, o, como ahora se dice, la "Champions Ligue", la Liga de los Campeones de todas las naciones europeas. Esto, es la primera vez que lo hace un equipo de futbol español, porque, en tal sentido, no se puede dudar de la "españolidad" del Barça, al participar en dos Torneos exclusivamente españoles, y en respresentación de España -no de Cataluña- en el tercero de ellos. Y el artífice máximo de tal gesta no ha sido, ni ha podido ser otro, sino ese joven entrenador, Josep Guardiola Sala, nacido en Santpedor (Barcelona), el día 18 de Enero de 1971, con lo que aún no ha cumplido 39 años. Este asimismo joven caballero del Deporte, conocido familarmente por "Pep", el "noi de Santpedor", es un ejemplo vivo, digno de la mayor alabanza y reconocimiento. En algunas ocasiones, tal vez demasiadas, yo he despreciado desde este mismo sitio al futbol y hasta a los futbolistas, cuando éstos revisten ciertas y probadas condiciones "lanares". Pero, todo tiene un límite. De una parte, el futbol es un bello juego y un bravo y al propio tiempo delicado deporte, susceptible también de crear belleza plástica, además de emoción y pundonor en la pugna por la victoria. Y, dentro de esto, Guardiola ha dado muestras abundantes y palpables de volar a la mayor altura posible. Cuando aún era un niño, yo le visto resolver, en un reportaje de TV recientemente emitido, un problema aritmético o geométrico, sobre una pizarra en un aula escolar. Quizá eran ecuaciones, o se trataba de alguna fórmula trigonométrica, o tal vez de geometría esférica o espacial... No sé. Esto sucedía en la Escuela de esa gran Casa para la preparación e instrucción de sus alevines de futbolista, que mantiene, en la histórica "Masía", el F.C. Barcelona. Es decir, los muchachos que llegan a esta institución, además de ser instruidos en las prácticas y técnicas balompédicas, son también formados humana y culturalmente. Y Guardiola, fue uno de ellos. No es, pues, ningún bruto, ningún zopenco de esos que balbucean entre dientes, siempre las mismas frases hechas, cuando les entrevistan en la Radio o en la TV. Es una persona, capaz de hablar, como mínimo, cuatro idiomas y, entre ellos, el inglés, con absoluta fluidez, a la que se ha criticado, seguramente entre las gentes del futbol, por sus inquietudes culturales y concretamente por leer ("me encanta leer todo lo que pillo", confesó Pep en cierta ocasión). Es un místico y un romántico de un deporte como el futbol; un profesional competente y honesto, inteligente y severo, de una sincera y elegante humildad, que jamás presume de nada, ni da nada por ganado, ni menosprecia al adversario... ni hace referencia alguna al Real Madrid, el "eterno rival", si no es para felicitarlo cuando gana, o para desearlo la mejor suerte. Josep Guardiola, ya era un excelente y extraordinario "entrenador", cuando él mismo jugaba. Ha dirigido al Barça, mucho antes de esta temporada. Dirgía al equipo, en el campo, y a su entonces entrenador, sentado en el banquillo, Louis van Gaal, abriendo -"extra ordinem"- estratégicas posibilidades, siempre vistosas y al ataque, siempre para vencer, no "para empatar a cero" y ganar un punto, sino tres y alzarse con la victoria. Pep, no es ni mucho menos ningún "hijo" de van Gaal, aquel impetuoso y permanentemente irritado holandés, que no solía hacer excesivamente honores a esta gran escuela de su país, de futbol alegre y ofensivo. Pep, es el gran heredero y epígono del gran Johan Cruyff, que le hizo debutar en el primer equipo del Barcelona, siendo muy joven, precisamenen frente al Real Madrid, en Chamartín, arrancando la admiración del argentino Jorge Valdano, quien comentó que "jugaba como los ángeles".
Hoy, he confesado que también a mí me gusta el futbol, que practiqué en mi juventud, como tantos españoles, y al que desprecio hoy, cuando no es futbol, como desprecio a los futbolistas que no han sabido -porque poder, todo el mundo puede- abandonar el pelo de la dehesa. Pero admiro, y contemplo con deleite, este futbol de Pep Guardiola. Lo de menos, es ganar tres grandes títulos deportivos en un mismo año. Lo importante es lo otro, todo lo demás que ya he dicho. Por todo ello, este pobre mequetrefe, este insignificante "blogista", o "blogero", o como se diga, no superior en el universo, a la cáscara de una nuez, tiene hoy el gran honor -sin duda, puramente simbólico, como en un "brindis al sol", pero no por ello menos cabal y consecuente- de proponer para la concesión del próximo Premio Principe de Asturias al Deporte, al Excmo. Sr. Don Josep Guardiola Sala. Y una cosa más, además de gustarme este futbol -el que lo es- haré otra confesión. Yo, soy barcelonista, pero lo soy nada menos que desde la edad de 8 años, cuando un gran jugador de futbol, que como yo era de León y jugaba en el F.C. Barcelona, vecino y de familia amiga, en mi propio Barrio, me dijo mientras me regalaba un viejo balón, de aquellos "de correa", y una camiseta del Barcelona: "Chaval, este tiene que ser tu equipo para toda la vida". Aquel hombre, que hoy reposa en el Cementerio de Las Corts, se llamaba César Rodríguez Álvarez. Así lo prometí yo entonces y, desde entonces, nunca, en los buenos tiempos ni en los malos, he faltado a mi promesa. Pero, eso sí, al igual que César, que, cuando sus compañeros, en el vestuario, gritaban tras las victorias, "¡Visca Catalunya!", él añadía "Y viva España", yo también quiero hoy hacerlo desde lo más hondo de mi sentimiento. También yo digo lo mismo: ¡Visca Catalunya"... pero ¡"Viva España".
Mas… ¡qué pena! Según parece, esta brillante figura, como deportista y como persona, Pep Guardiola, tampoco quiere ser español y seguramente también será partidario de que, ni en los estadios, cuando participa el Barça en los torneos internacionales, ni en ninguna otra parte, además de la bandera de Cataluña, figure la bandera de España. Lo respeto mucho, pero lo siento también mucho más. Hay algo que le falta a Guardiola para ser una persona intelectualmente ejemplar, y es entender que Cataluña, constituyente de España a través de Aragón, efectivamente es una Nación, pero una nación española. Me permito sugerirle, para ello, la lectura de un gran libro, escrito por un historiador catalán, Marcelo Capdeferro, que rectifica radicalmente, con rigor científico y ejemplar honestidad, el error en el que había incurrido. El libro se titula “Otra Historia de Cataluña”. ¡Ojalá pudiese hacerme caso!
Luis Madrigal.-
En las fotografía que ilustran esta entrada, Guardiola, vistiendo la camiseta del primer equipo del Barça, cuando aún era un niño, y más abajo, la que podríamos titular "El entrenador, entrenado", en la que también Pep, ya con la barba más crecida, alza el Trofeo de Campeón de Liga, en unión de Louis van Gaal.
Pero, por el momento, y pese a lo que acabo de decir, mi tristeza por lo de las banderas, cada vez que el F.C. Barcelona gana una competición internacional, lo que ahora pretendo decir, con la mayor objetividad y honradez por mi parte, es que, si ya el Premio Principe de Asturias, en su modalidad de premiar a los deportistas más significativos, tanto deportiva como humanamente, ha sido otorgado a determinados personajes de muy escasa entidad (no hay que dar nombre alguno), aunque sí, recientemente, a un joven caballero del Deporte, y gran y brillante deportista, como el tenista mallorquín Rafael Nadal, no estaría nada de más proponer, o designar ("nominar", dirían los analfabetos del periodismo) a este joven catalán, que este último año, ha entrenado, planificado y dirigido sistemáticamente, al F.C. Barcelona, al parecer tras duras jornadas diarias de cerca de doce horas, tanto en los campos como en los despachos y en otras instancias, partiendo de una situación anterior de descrédito y fracaso del equipo y hasta del Club, para hacerlo ganar, en el mismo año, los tres grandes títulos de las grandes Competiciones en las que participaba: La Liga española, la Copa del Rey de España y la Copa de Europa, o, como ahora se dice, la "Champions Ligue", la Liga de los Campeones de todas las naciones europeas. Esto, es la primera vez que lo hace un equipo de futbol español, porque, en tal sentido, no se puede dudar de la "españolidad" del Barça, al participar en dos Torneos exclusivamente españoles, y en respresentación de España -no de Cataluña- en el tercero de ellos. Y el artífice máximo de tal gesta no ha sido, ni ha podido ser otro, sino ese joven entrenador, Josep Guardiola Sala, nacido en Santpedor (Barcelona), el día 18 de Enero de 1971, con lo que aún no ha cumplido 39 años. Este asimismo joven caballero del Deporte, conocido familarmente por "Pep", el "noi de Santpedor", es un ejemplo vivo, digno de la mayor alabanza y reconocimiento. En algunas ocasiones, tal vez demasiadas, yo he despreciado desde este mismo sitio al futbol y hasta a los futbolistas, cuando éstos revisten ciertas y probadas condiciones "lanares". Pero, todo tiene un límite. De una parte, el futbol es un bello juego y un bravo y al propio tiempo delicado deporte, susceptible también de crear belleza plástica, además de emoción y pundonor en la pugna por la victoria. Y, dentro de esto, Guardiola ha dado muestras abundantes y palpables de volar a la mayor altura posible. Cuando aún era un niño, yo le visto resolver, en un reportaje de TV recientemente emitido, un problema aritmético o geométrico, sobre una pizarra en un aula escolar. Quizá eran ecuaciones, o se trataba de alguna fórmula trigonométrica, o tal vez de geometría esférica o espacial... No sé. Esto sucedía en la Escuela de esa gran Casa para la preparación e instrucción de sus alevines de futbolista, que mantiene, en la histórica "Masía", el F.C. Barcelona. Es decir, los muchachos que llegan a esta institución, además de ser instruidos en las prácticas y técnicas balompédicas, son también formados humana y culturalmente. Y Guardiola, fue uno de ellos. No es, pues, ningún bruto, ningún zopenco de esos que balbucean entre dientes, siempre las mismas frases hechas, cuando les entrevistan en la Radio o en la TV. Es una persona, capaz de hablar, como mínimo, cuatro idiomas y, entre ellos, el inglés, con absoluta fluidez, a la que se ha criticado, seguramente entre las gentes del futbol, por sus inquietudes culturales y concretamente por leer ("me encanta leer todo lo que pillo", confesó Pep en cierta ocasión). Es un místico y un romántico de un deporte como el futbol; un profesional competente y honesto, inteligente y severo, de una sincera y elegante humildad, que jamás presume de nada, ni da nada por ganado, ni menosprecia al adversario... ni hace referencia alguna al Real Madrid, el "eterno rival", si no es para felicitarlo cuando gana, o para desearlo la mejor suerte. Josep Guardiola, ya era un excelente y extraordinario "entrenador", cuando él mismo jugaba. Ha dirigido al Barça, mucho antes de esta temporada. Dirgía al equipo, en el campo, y a su entonces entrenador, sentado en el banquillo, Louis van Gaal, abriendo -"extra ordinem"- estratégicas posibilidades, siempre vistosas y al ataque, siempre para vencer, no "para empatar a cero" y ganar un punto, sino tres y alzarse con la victoria. Pep, no es ni mucho menos ningún "hijo" de van Gaal, aquel impetuoso y permanentemente irritado holandés, que no solía hacer excesivamente honores a esta gran escuela de su país, de futbol alegre y ofensivo. Pep, es el gran heredero y epígono del gran Johan Cruyff, que le hizo debutar en el primer equipo del Barcelona, siendo muy joven, precisamenen frente al Real Madrid, en Chamartín, arrancando la admiración del argentino Jorge Valdano, quien comentó que "jugaba como los ángeles".
Hoy, he confesado que también a mí me gusta el futbol, que practiqué en mi juventud, como tantos españoles, y al que desprecio hoy, cuando no es futbol, como desprecio a los futbolistas que no han sabido -porque poder, todo el mundo puede- abandonar el pelo de la dehesa. Pero admiro, y contemplo con deleite, este futbol de Pep Guardiola. Lo de menos, es ganar tres grandes títulos deportivos en un mismo año. Lo importante es lo otro, todo lo demás que ya he dicho. Por todo ello, este pobre mequetrefe, este insignificante "blogista", o "blogero", o como se diga, no superior en el universo, a la cáscara de una nuez, tiene hoy el gran honor -sin duda, puramente simbólico, como en un "brindis al sol", pero no por ello menos cabal y consecuente- de proponer para la concesión del próximo Premio Principe de Asturias al Deporte, al Excmo. Sr. Don Josep Guardiola Sala. Y una cosa más, además de gustarme este futbol -el que lo es- haré otra confesión. Yo, soy barcelonista, pero lo soy nada menos que desde la edad de 8 años, cuando un gran jugador de futbol, que como yo era de León y jugaba en el F.C. Barcelona, vecino y de familia amiga, en mi propio Barrio, me dijo mientras me regalaba un viejo balón, de aquellos "de correa", y una camiseta del Barcelona: "Chaval, este tiene que ser tu equipo para toda la vida". Aquel hombre, que hoy reposa en el Cementerio de Las Corts, se llamaba César Rodríguez Álvarez. Así lo prometí yo entonces y, desde entonces, nunca, en los buenos tiempos ni en los malos, he faltado a mi promesa. Pero, eso sí, al igual que César, que, cuando sus compañeros, en el vestuario, gritaban tras las victorias, "¡Visca Catalunya!", él añadía "Y viva España", yo también quiero hoy hacerlo desde lo más hondo de mi sentimiento. También yo digo lo mismo: ¡Visca Catalunya"... pero ¡"Viva España".
Mas… ¡qué pena! Según parece, esta brillante figura, como deportista y como persona, Pep Guardiola, tampoco quiere ser español y seguramente también será partidario de que, ni en los estadios, cuando participa el Barça en los torneos internacionales, ni en ninguna otra parte, además de la bandera de Cataluña, figure la bandera de España. Lo respeto mucho, pero lo siento también mucho más. Hay algo que le falta a Guardiola para ser una persona intelectualmente ejemplar, y es entender que Cataluña, constituyente de España a través de Aragón, efectivamente es una Nación, pero una nación española. Me permito sugerirle, para ello, la lectura de un gran libro, escrito por un historiador catalán, Marcelo Capdeferro, que rectifica radicalmente, con rigor científico y ejemplar honestidad, el error en el que había incurrido. El libro se titula “Otra Historia de Cataluña”. ¡Ojalá pudiese hacerme caso!
Luis Madrigal.-
En las fotografía que ilustran esta entrada, Guardiola, vistiendo la camiseta del primer equipo del Barça, cuando aún era un niño, y más abajo, la que podríamos titular "El entrenador, entrenado", en la que también Pep, ya con la barba más crecida, alza el Trofeo de Campeón de Liga, en unión de Louis van Gaal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario