Qué inmenso desastre, Dios mío. Estoy aún en Pravia (Principado de Asturias), pero imagino que sucedería igual de encontrarme en Madrid o en Barcelona, es decir en España, este país que no funciona casi nunca. Desde luego, lo que ya hace mucho tiempo que no funciona es el servicio de Correos y -antes- Telégrafos, que ya comenzó a estropearse más o menos a raíz de la nefasta UCD, aquel funesto invento que no sólo dividió España en 17 "taifas" desestructuradas e invertebradas -más aún- sino que la sembró de sal y de ineficacia. Y eso que aquellos próceres eran de los mejores de la clase, no como estos otros que con el tiempo subversivamente les sucedieron y que son los peores, no solo de la clase sino de cada casa. Correos, en su dimensión postal, funciona atrozmente mal y no merece la pena entrar en detalles, pero lo que ya parece insólito e inexplicable es que, en plena era de la Informática, Internet, y toda clase de artilugios electrónicos, no se pueda enviar un telegrama, como aquellos que se imprimían en tiras blancas, pegadas sobre aquel papel azul, tan escitante siempre como a veces dramático. He pretendido hoy, que es Sábado, poner un telegrama a unos grandes amigos, que se casaban entre sí por segunda vez, después de haber transcurido cincuenta años y de haber tenido, fruto de tan prolongado e intenso matrimonio, nada menos que siete hijos y diecisiete nietos. La ceremonia la organizaban estos últimos. Y no ha habido manera, pese a los buenos oficios de la empleada de Correos y "antes Telégrafos". Primero, no se sabía si, pese a ser las diez de la mañana, el telegrama podría ser repartido en el mismo día de hoy, que era el de la ceremonia, y que se celebraba en León. Salvado este enigma, lo que sucedía después, hasta tener que dejarlo por imposible, es que el "parato" informático, no reconocía la clave, ni el usuario, ni la contraseña, ni no sé cuantas cosas más, entre el nerviosismo y servicial actitud de la funcionaria, mientras se extendía la "cola" de pretendidos usuarios, hasta alcanzar la calle. Nueva llamada a Oviedo, con el triste resultado de que lo único posible sería enviar el telegrama por teléfono. Pero, tampoco era ni fue posible. Quizá yo soy en exceso romántico, y sin el menor sentido de utilidad práctica, pero tengo la sospecha de que aquellos viejos telegramas, con el texto en tiras blancas, sobre papel azul, dejaban, en circunstancias como esta, una huella espiritual muy superior incluso a la de la propia voz humana, en circunstancias como la que yo pretendia patentizar. Pero está visto que el romanticismo fue una corriente que tan sólo duró la primera mitad del siglo XIX, para nunca más volver. Hoy hay que utilizar Internet y los Ordenadores, pero estos demasiadas veces no funcionan. Al fin, he tenido que recurrir a este horroroso "chisme" del teléfono movil y hasta he logrado hablar con mi amigo para decirle: "Unidos espiritualmente, fuerte abrazo para vosotros, extensivo vuestros hijos y nietos". Pero, lamentablemente, nunca podrá recibirlo escrito sobre tiras blancas, adheridas a aquel papel azul. En cualquier caso, María Jesús, Jomapupe, ¡muchas felicidades! Luis Madrigal.-
sábado, 19 de septiembre de 2009
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2 comentarios:
Amigo Luis. Ya he leído las preripecias que pasaste, para al fin, no poder poner un telegrama de felicitación el día de mis bodas de oro; creo que al final salí ganando, pues lo hiciste con ese "chisme" como tu dices, así pude oir tu voz. Gracias por ese abrazo tan extenso como intenso que desde Pravia nos has dado a toda la familia.
Un abrazo Jomapupe
Era lo menos que podía hacer. Me alegro por ello
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