
En un abeto, entre sus ramas, lucen
diminutos suspiros que enardecen.
Bajan y suben a su copa... Llegan
a marchitarse y... otra vez florecen.
Nieva en el monte. En la ciudad parece
que el frío ha detenido su andadura
para templar alientos... La cordura
-que es bien del corazón- camina y siente
los senderos que, duros, se hacen llanos.
El infernal aullido de la fiera,
no atruena hoy la armonía... En su descanso
cesa el hostil acoso y bien quisiera
que su cruenta garra se volviera
del color de un Cordero, blanco y manso.
Luis Madrigal
diminutos suspiros que enardecen.
Bajan y suben a su copa... Llegan
a marchitarse y... otra vez florecen.
Nieva en el monte. En la ciudad parece
que el frío ha detenido su andadura
para templar alientos... La cordura
-que es bien del corazón- camina y siente
los senderos que, duros, se hacen llanos.
El infernal aullido de la fiera,
no atruena hoy la armonía... En su descanso
cesa el hostil acoso y bien quisiera
que su cruenta garra se volviera
del color de un Cordero, blanco y manso.
Luis Madrigal
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