Va siendo hora ya de poner fin al luto por Haití, de enterrar a los muertos, elevar al cielo una oración por ellos y, eso sí, afianzar el propósito más firme de extender todos nuestra mano sobre el sufrido país caribeño. La vida, sigue. Pero, cabe preguntarse por qué, tras el drama, todo el mundo se ha mostrado solidario y se ha volcado en ayudas, mientras antes de él, nadie se había preocupado lo más mínimo de este país pobre y subdesarrollado, donde los niños comen galletas de barro... Ya se ha dicho en muy diversos lugares que no se debe confundir la pobreza y el subdesarrollo con el carácter sísmico de la zona. Sin la menor duda, los terremotos no podrán nunca desaparecer de la faz de la tierra, pero sí debería hacerlo la pobreza, sobre todo esa pobreza severa, no querida, sino impuesta por causas exclusivamente estructurales, casi siempre debidas a la codicia, el egoísmo y el latrocinio de los hombres. Sería tan prolijo como innecesario señalar aquí el número de instituciones y cuentas bancarias abiertas en estos momentos , al menos en España, para la ayuda económica a Haití. Cada cual puede encontrarlas sin el menor esfuerzo y aportar a ellas lo que pueda, no más, o incluso menos de lo que pueda. Esa ayuda, que no ha de perderse por el camino, siempre será bienvenida, bien llegada. Pero sería un noble y eficaz deseo el de que, no sólo pudiera resultar más que suficiente para resolver cuantos problemas de toda índole hoy se ciernen sobre la nación haitiana, sino que sobrasen, o se acumulasen otros en el futuro para sembrar con ello el inicio de una nueva era. Que, una vez enterrados los muertos, consolados en lo posible los sobrevivientes, establecidas las medidas sanitarias para evitar endemias, se fuese pensando por el mundo entero también, en dotar a aquel país, y a otros muchos, de los medios de producción económica y organización social, mínimamente necesarios, no ya propios de la trilogía marxista -nutrise, cubrirse, cobijarse- sino de la filosofía humanista y filantrópica más ambiciosa, de la educación, la cultura, el deporte, el ocio creador... Porque los haitianos, y otros muchos pueblos, no deben ser personas condenadas eternamente a la desgracia, sino seres humanos como los demás, llamados a una vida propiamente humana, de los que es preciso acordarse antes de que sucedan los terremotos o las catátrofes naturales. Se ha repetido reiteradamente el tan conocido apotegma: Si le das un pescado a un hombre, podrá comer un día; si le enseñas a pescar, podrá comer toda la vida. Pero... ¿Cuándo podríamos comenzar? Esos más de 100 millones de euros (€) que he leído en algún sitio acordará la Unión Europea para la ayuda a Haití, unidos al esfuerzo técnico generoso de los profesionales -sobre todo los jóvenes- capaces de "enseñar a pescar" (a construir, a diseñar, a organizarse...), ¿no serían suficientes?. Porque, si es cierto el refrán español de que "no hay mal que por bien no venga", debería hacerse el esfuerzo necesario para que, ante un mal tan grande y lacerante, el bien no sea raquítico e insignificante. Como se decía antes en los sermones y homilias, pero con mucha más fuerza: "¡Qué así sea!" Luis Madrigal.-
lunes, 18 de enero de 2010
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3 comentarios:
Visto que el hombre no es capaz de movilizarse hasta que no le enseñan una carita con lágrimas y sangre, la posibilidad de que evitemos estas situaciones... Bueno, en este sentido yo he perdido la esperanza. Para mí la solución está en que los gobernantes del primer mundo desarrollen la conciencia, que supongo que tienen alguna, y nos obliguen a todos a dar, no una limosna, sino lo que NO ES NUESTRO, pero claro, ellos tendrían que dar el primer paso, y... Estoy convencida de el pueblo llano tiene más conciencia que sus gobernantes.
Saludos.
Querido Luis. Totalmente estoy contigo. Pero añado más al hilo de lo que decías en tu anterior exposición sobre el periodismo demagógico con el que impúdicamente se trata de vender las noticias.
Efectivamente si Haití no hubiera sufrido el terremoto seguiría viviendo en su habitual miseria y nadie, absolutamente nadie, salvo los de siempre, se interesarían por ellos.
Ha hecho falta el toque de atención de un terremoto (de los que hay cientos todos los años por el mundo) para que, de pronto, se rasguen las vestiduras y muchos negocios vean en esto su filón (periodístico, farmacéutico, equipos para ayuda humanitaria, algunas ONGs, bancos…). Para eso hay que aventar las noticias y a ver quien la hace más gorda y hasta puede que caiga un Pullicer aunque sea más falso que un billete de 25 € (como pasó con las fotos de Joe Rosentehal con los soldados americanos que clavando la bandera en el monte Suribachi de la isla de Iwo el 23 de febrero de 1945 (por la que le dieron el Pullicer) o el soviético Jewgeni Chaldes con el soldado ruso ondeando la bandera en el Reichtang que está más retocada que la Sara Montiel, hasta ponerle tanques y aviones que no estaban, y quitarle al soldado los dos relojes que llevaba para que no se notara el saqueo) o la famosa galletita de barro que por lo visto alimenta muchísimo (a las fotos me remito)
Bueno pues, como decía, ahora todo el mundo volcado con un pobre país al que antes se le ignoraba por completo aunque le cupiera el “honor” de ser el más pobre de América y el de mayor índice de enfermos de Sida. Se morían igual, pero sin terremoto no es lo mismo; así no vale porque así no se vende y no pueden cobrar las vacunas y las ayudas.
Ahora sí, ahora sí va a haber dinero y hay que estar en el reparto (los buitres acuden a la carroña y si no carroña; no buitres). Ahora hasta los de la izquierda invocan a los EEUU, que para eso sí les valen y si no existieran habría que inventarlos. Que carguen ellos con el mochuelo mientras otros se dedican a hacer de voceros a salir en las fotos y sacar pecho, que todo suma, y más la demagogia que les sale barata.
Cuando todo eso ya no venda; cuando esa agua ya no mueva sus molinos; toda esa parafernalia se marchará y allí solo quedarán los pobres y… los de siempre.
¡Qué suerte han tenido estos de Haití! Dirán algunos satrapillas, chupópteros, coleópteros, mangantes y mandantes; pensarán que en lugar de rezar “… y líbranos de todo mal. Amén”, habría que cambiar la formula por otra más “lucrativa”. Porque el mal vende. Porque si no, allí los pobres, estarán solo. Solos, con los de siempre.
Para algunos se habrá cumplido el oráculo popular: “No hay mal que por bien no venga”.
Yo también estoy de acuerdo con vosotros, queridos amigos, Mercedes y Man. Lo certifica la experiencia. Los hombres, nos equivocamos siempre y yo ya dudo de si esto es, como se dijo, un extraño "privilegio". Más bien, parece una desgracia, cuando se traduce en la subversión y desorden de todo lo creado al servicico del hombre, para cumplir los más canallescos e inmisericordes fines, interés siempre de unos pocos, a costa de la miseria de otros, los más. Habrá que tener ánimo, no obstante, y seguir luchando contra el mal. Este, el mal, es una realidad, pero cuando luchamos contra él, nos transformamos, y de nuestra pobre y mezquina naturaleza, comienza a surgir el heroísmo. Un abrazo. Luis.-
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